miércoles, agosto 22, 2007

Mala suerte en las adaptaciones

Estaba cambiando de canal, aburrido por la desastrosa programación veraniega de un domingo por la noche, cuando vi el trailer de una nueva serie de televisión que estrenarán en septiembre. Presté atención porque salía una actriz que me gusta mucho, aunque se prodiga poco: Ana Álvarez. También aparecía Roberto Enríquez con atuendo de cura. La serie tiene una mala pinta que echa para atrás. Parece una película mala, de esas que se estrenan directamente en dvd o en algún canal de la televisión por cable. Estaba a punto de vomitar con el trailer cuando la voz en off dijo que estaba basada en los personajes de “La piel del tambor” de Arturo Pérez-Reverte. Al final salió el título: “Quart. El hombre de Roma”, que se me antoja un título algo penoso. O sea: ni siquiera está basada en el libro de Pérez-Reverte, sino en los personajes. Malo. A priori no tiene buena pinta. Aunque será mejor esperar a que la estrenen y tragarse algún episodio. Vaya por delante que las series españolas me parecen, casi todas, muy malas. Se libran dos o tres comedias, y poco más.
No tiene demasiada suerte Arturo Pérez-Reverte con las adaptaciones que hasta ahora han hecho de su obra. Quiero decir que las ha habido buenas y malas, pero ninguna ha estado por completo a la altura de su prosa y de los personajes que ha creado. Vayamos por partes. Primero adaptaron “El maestro de esgrima”, película que aún no he visto porque el reparto jamás me llamó la atención: pero dicen que es, quizá, el mejor filme basado en un libro de este autor. Luego rodaron “La tabla de Flandes”, cuya novela original me encantó, y creo que fue la primera vez que leí algo suyo. La película, a pesar de contar con el nombre de Jim McBride en la dirección, fue un bodrio de principio a fin. Una buena adaptación debe traicionar un poco el libro en el que se basa, pero conservar su espíritu original. Pero McBride, hábil director de “Gran bola de fuego” y “The Big Easy”, lo traicionó todo, empezando por los personajes: de un protagonista que tenía el aspecto de Woody Allen se sacó de la chistera a un gitano rubio y sandunguero con bíceps hinchados de músculos. Baste decir que, desde entonces, el director sólo ha rodado una película: lo demás han sido capítulos de series y segmentos de películas colectivas. “Cachito” tuvo su gracia, pero transformó un cuento sobre el honor, la dignidad y el amor en una versión moderna e ibérica del Correcaminos y el Coyote. “Territorio comanche” tampoco estuvo a la altura del libro y ni siquiera conservo imágenes de la película en mi memoria; se libraba el reparto. A mi entender, Gerardo Herrero hace flojas adaptaciones de novelas, salvo en el caso de la interesante “Las razones de mis amigos”. Después llegó el gran Roman Polanski, que cogió “El club Dumas”, la tituló “La novena puerta” y la despojó de una de las dos tramas (la relativa a “Los tres mosqueteros”). Un buen filme en el que destacaban Johnny Depp y la música de Wojciech Kilar, pero con un final desastroso y patético, propio de una cinta de serie Z. “Gitano”, con guión original de Pérez-Reverte, fue otra bazofia mayúscula, destrozada además por la intervención de Joaquín Cortés.
Y llegamos a “Alatriste”, que tanto se ha criticado y alabado. A mí me gustó. Agustín Díaz Yanes es un gran director. Pero cometió dos errores: contarnos toda la vida del capitán, de tal modo que no puede hacerse una secuela. Y meter demasiadas tramas en dos horas y media. Incluso con defectos, “La novena puerta” y “Alatriste” han sido las únicas películas que merecen la pena. Nos queda “La carta esférica”, de Imanol Uribe. Aunque no veo una de Uribe desde hace trece años.