El nombre de Casper le sonará al lector por aquella película basada en una serie de animación: era un pequeño fantasma. Pero el Casper al que me refiero hoy no es un personaje de dibujos animados, sino un perro que se ha hecho desgraciadamente famoso en nuestro país. La última vez que estuve en Zamora, mientras tomábamos una copa en el Popanrol, una amiga nos dijo que había decidido llevar una dieta vegetariana por respeto a los animales. Luego nos habló de un documental que no he visto porque, lo confieso, aún no he reunido valor para ello. Y no sé si lo haré: soporto el gore y la violencia en las películas, pero me cuesta digerirlos en la vida real. Un documental en el que se habla de tortura y maltrato animal: zorros a los que despellejan vivos, perros a los que ahorcan, conejos a los que sacrifican por diversión, y lindezas por el estilo. Le pedí que, aunque no voy a renunciar a la carne de mi dieta, me mandase algo de información. Nos habló de Casper, un perrito al que curaron en la Clínica Veterinaria “Albéitar”, que está junto a la estación de autobuses de Zamora, y al que recogieron de una protectora de Palencia. Un perro al que algún salvaje había amputado las orejas, a lo bestia, y rapado media cabeza. Me envió un correo electrónico en el que incluía datos y un par de enlaces a los vídeos. De momento, me atreví a ver el de Casper. El problema de este tema, el del maltrato animal, es que, cuando uno lo saca a colación, siempre sale algún tipo diciendo que también hay guerras y niños a los que esclavizan y gente a la que pegan y matan. Por supuesto. Pero, ¿por qué esa manía de mezclar las cosas? Preocuparse por un niño que pasa hambre no impide preocuparse por un animal agredido. Me parecen temas distintos; y deben tratarse por separado.
Pero vayamos con ese vídeo, que pueden encontrar en el YouTube en dos partes y con el título de “Casper”. En el vídeo, perteneciente al programa “Las Mañanas de Cuatro”, aparece Gonzalo Miró, quien viaja hasta Zamora y entra en la clínica para ver al perro y entrevistar al veterinario, Eugenio Mora, y a su ayudante, Blanca Villamor, pues así se llama la amiga que me lo contó. Mora dice que el perro no tenía orejas, ni piel desde la nuca hasta los ojos. Diariamente le hacían curas. El animal sufrió una especie de trepanación en bruto, como si le arrancaran la cabellera. A uno, cuando ve las imágenes, se le cae el alma. Casper aparece con un vendaje amarillo que le tapa las heridas. Mientras se lo quitan y le curan, ni siquiera protesta. Ya dijo Francisco Umbral, sabio amante de mascotas, que “se necesita mucha humanidad para mirar como un perro”. La mirada de este chucho torturado, su mansedumbre, su agonía callada, nos demuestra lo cafres que somos los hombres y lo nobles que son ellos.
En el programa, Miró se propone buscar a una familia que adopte al perro. En el debate posterior interviene el psiquiatra forense José Cabrera, quien asegura que una persona capaz de torturar a un perro también puede torturar a un humano. Hay chavales que empiezan sacándole los ojos a un conejo y, años después, estrangulan mujeres. Si no lo creen, lean libros sobre asesinos en serie: en sus antecedentes suele haber maltrato animal. En el vídeo comentan otros casos, y las fotografías son espeluznantes: perros despellejados, con los testículos oprimidos por una cuerda, con hachazos en el lomo y burradas de esa índole. Hay gente de esta catadura ahí fuera. Si podemos hacer algo es denunciar estos casos. La causa: la falta de educación y de humanidad y las costumbres ancestrales. Lo más curioso (y esto no sale en el programa) es que quienes mejor tratan a una mascota suelen ser los yonquis, a quienes la sociedad repudia.