Fin de semana en mi ciudad. Paseando por casa de mi madre encuentro un periódico gratuito, de fondo provinciano. Al llegar a la sección de Opinión, alguien dice que “la mayoría de personajes que viven de escribir (bastante mal) y hablar, no los nacieron en Zamora; pero pacen en estos prados”. Supongo, pues, que estoy a punto de leer a un virtuoso de la palabra. Pero me equivoco. En dicho artículo incluye comas mal puestas, falta de concordancia entre alguna palabra y el verbo, frases plagadas de errores y, lo que más duele a cualquier amante de Don Quijote: escribe “bálsamo de fieragras” [sic], en vez de Bálsamo de Fierabrás. Luego busco la firma. No la incluye. Es una columna de opinión, pero anónima. Esto indica dos cosas: o el autor es un cobarde; o siente vergüenza de sus escritos. Es posible que se den las dos circunstancias.
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