EL REGALO
Es verdad que sus recados ya no parecen de este mundo. Y que las pequeñas fallas de la memoria le zarandean los recuerdos en un traqueteo de repeticiones que uno escucha pacientemente, casi con la misma paciencia que ella usó para esperarme despierta y asustada muchas noches de mi juventud. La vejez está en ella ya abriendo el paso a la ancianidad, esa modulación en la que es posible extraer dignidad de la precariedad.
Pero es un regalo que nunca sospeché éste de poder decir a mi edad todavía cuando despido una conversación telefónica la palabra “madre”.
Pero es un regalo que nunca sospeché éste de poder decir a mi edad todavía cuando despido una conversación telefónica la palabra “madre”.
Tomás Sánchez Santiago, Los pormenores