No descubro nada si digo que a mi ciudad, Zamora, le hacía falta un cambio. Un cambio radical, como ese programa basura de la televisión. El fin de semana pasado estuve por allí, a ejercer mi derecho al voto, y el clima político era muy distinto del que se palpa en la lejanía, limitado a la navegación por la red y a las noticias. Dentro de la ciudad es diferente, y me bastaron dos días allí para corroborarlo, metido en sus bares y paseando por las calles: en las conversaciones de bar, en las reuniones de amigos, en gente a la que uno se encontraba y que te deslizaba, casi al oído, la frase “Necesitamos un cambio urgente”. Aunque para el PP zamorano las elecciones hayan sido un éxito, según dicen ellos, en el fondo es un éxito muy relativo: la ciudad ha dicho que prefiere otras opciones, empezando por la izquierda del PSOE e IU, y por ADEIZA, que tiene la llave al enigma de gobierno que supone la pérdida de mayoría absoluta por parte de los populares. Nadie lo ha expresado mejor que un internauta en el blog de ADEIZA, escribiéndoles a los candidatos este mensaje: “Tenéis cogidos por los huevos a todos” (le he suprimido las faltas de ortografía).
Me gusta hablar ahora de todo esto, a toro pasado, como se suele decir, después de los resultados de los comicios y no antes, para no influir en el electorado, que de esa tarea ya se encargan otros. Lo cierto es que (e insisto en que esto se notaba en la calle, en los panfletos de propaganda, en los chascarrillos, en los corros de barra, en los carteles) había cuatro magníficos candidatos. La limpia imagen de Rosa Valdeón, la seguridad de Carlos Hernández, la solvencia de Francisco Guarido, la sabiduría de Miguel Ángel Mateos. A pesar de que, en los carteles electorales, ni siquiera parecían ellos mismos. Las fotos que emplean los candidatos, de estas y de otras elecciones, de esta y otras ciudades, dejan mucho que desear. Supongo que los votantes no lo han tenido fácil para decidir por cuál de ellos querían apostar. Lo único que se advierte es esa necesidad de cambio radical de la que hablaba al principio. También debemos señalar que, en la recta final, y cuando ya se les habían acabado los cartuchos a los cuatro candidatos, empezaron a hablar de proyectos que, la verdad, no aportaban demasiado a la ciudad. Ni siquiera aportarían nada a un circo. Pero eso es otra historia y es sabido que los últimos cartuchos siempre son los peores. Al final uno se agarra a un clavo ardiendo. No es necesario que señale esos proyectos.
Que el antiguo alcalde abandonara por fin la poltrona ya comportaba un respiro para una ciudad cansada, siempre a la cola del país y harta de promesas vacuas de la derecha. Con los resultados de las últimas elecciones, y con Mateos con la respuesta en la mano a los pactos con unos u otros partidos, sin embargo, se ha abierto una pequeña brecha y ha entrado, como un invitado por sorpresa, un poco de oxígeno. Con oxígeno me refiero a ese cambio. Quizá la ciudad pueda empezar a respirar de una vez por todas. Zamora no necesita optimismo para paliar su pesimismo, sino oxígeno. Cambios, proyectos de verdad, trabajo duro. El optimismo sólo puede venir de los hechos, jamás de las intenciones. De Miguel Ángel Mateos dependerá, pues, si el Ayuntamiento enfila por una o por otra dirección. Sería deseable que, en cuanto a esos pactos, cada partido apostara por el bien común, el que atañe a los ciudadanos, y no por el beneficio propio. Después, lo que queda es convertir las promesas en realidad. Trabajar duro. Devolver la ilusión a los zamoranos. Que no seamos siempre el último mono en el que nos convirtieron los caciques.