Subtitulado Poesía de no ficción, para que no quepan dudas, el nuevo libro de D. G. constituye otro paso adelante en su trayectoria poética. En esta ocasión el narrador sale de su tierra y contempla el mundo, desde su particular perspectiva, que siempre es sugerente (Bárbaro), que golpea y deleita (Salvavidas), que no olvida su complejo de culpa por el pasado delictivo (El cuchillo), sus ajustes de cuentas con quienes le hicieron daño (Cosa Nostra, Camorra), su afán de solidaridad (El arte de hacer bronce), su conciencia crítica (Los censores): Blanes, París, Mérida, Génova, Olimpia, Mykonos, Nápoles... También hay lugar para los paisajes nevados y las carreteras solitarias, para su entorno vital de garitos y rompeolas.
Cuando se habla de los libros de D. G. nadie (o casi nadie) alude a su talento para los poemas que hablan del amor y de la familia. Y, en mi opinión, son los más poderosos, los más difíciles de escribir: en ellos logra un equilibrio sorprendente porque apela al corazón sin recurrir a tópicos manidos, ni a flores ni otras cursilerías. En Algo que declarar hay unos cuantos: el relato El camino de regreso a casa, los poemas El rompeolas, Las cuatro reglas más elementales, Buenas intenciones o Poesía completa (probablemente mi favorito), por citar algunos. Son extensos, así que no los cuelgo: es mejor leerlos en el volumen, disfrutarlos despacio y releerlos con placer. Pero voy a copiar el poema brevísimo con el que se abre el libro, toda una declaración de intenciones. A mí me encanta:
ESTACIÓN TERMINAL
lápiz y papel
una estufa encendida
casa de poeta
una estufa encendida
casa de poeta