miércoles, marzo 07, 2007

Ambiente cultural (1)

Una vez pintado el entorno ambiental del centro de Estrasburgo, que es, al fin y al cabo, la zona neurálgica que interesa a curiosos, turistas y viajeros, y que goza de poco ruido y poco tráfico, como decíamos ayer, debemos anotar la atmósfera cultural que allí se respira. Para un tipo de mi condición y de mis gustos y aficiones, el ambiente culto está garantizado. Según la pequeña guía que compramos en la Oficina de Turismo, junto a la catedral, la ciudad oferta entretenimiento cultural a través de nueve museos, unos veinte teatros, una ópera y clubes de jazz, pero dicha guía no menciona el punto más importante: la abundancia de librerías, tanto de novedades como de viejo y de saldo. Por ejemplo, la Librería Internacional o la librería de Fnac, o muchas otras que, con el placer en la mirada, el viajero encuentra cada pocos metros.
El problema de esta frondosidad de ejemplares y títulos en las librerías, magníficamente surtidas, es que uno no entienda el idioma. En todos estos locales busqué la correspondiente sección de libros en español y en inglés. En español había un puñado, unos veintitantos títulos, pero siempre eran los mismos autores: Carlos Ruiz Zafón, Arturo Pérez-Reverte, Antonio Muñoz Molina, Lucía Etxebarría. Encontré numerosas traducciones, del castellano al francés, pero la nómina de los autores mencionados era idéntica. En un escaparate vi el último libro de Jordi Bonells, autor español que vive en Francia y ahora escribe en francés: “Dios no sale en la foto”, recién traducido en España por Funambulista. En cuanto a los libros en inglés, los franceses demuestran un indudable buen gusto, o de eso da la impresión: hay auténtica pasión por la novela negra, entusiasmo que naturalmente no es nuevo y viene de muy atrás. Las secciones de “série noir” suelen ser amplias y ocupar varios estantes, ya sea la librería grande o pequeña. Se me hizo la boca agua viendo las traducciones al francés de los libros inéditos en castellano de Hubert Selby, jr., autor de “Última salida a Brooklyn”: “Waiting Period” y “The Demon”, entre otras. El precio de los volúmenes de Selby, en tapa blanda y formato reducido, rondaba los doce euros y pico por ejemplar. No faltaban las obras de J. D. Salinger ni las de Varlam Chalamov. En un estante de literatura anglosajona traducida descubrí tres joyas: tres tomos que compendiaban un total de nueve novelas del gran John Fante, creador de “Pregúntale al polvo”. Tres de esos libros no han sido traducidos en España. La novela superventas de Jonathan Littell, norteamericano que vive en Francia y que ha escrito este libro en el idioma galo, continúa copando las mesas de novedades y los primeros puestos en la lista de los más vendidos. Se trata de un tocho que se publicará en nuestro país este año.
No faltan, por todas partes, diferentes ediciones del clásico absoluto de Louis Ferdinand Céline, “Viaje al fin de la noche”, gran novela que sólo los lectores estrechos de mente y aquejados de prejuicios rehusarían leer, dado que se le ha relacionado siempre con cierta simpatía hacia los nazis, cuando lo cierto es que sólo se trataba de un gran nihilista. En la sección de cómics hallé la adaptación a la novela gráfica de este libro de Céline. En los escaparates abundan los clásicos franceses del cómic con cuya lectura crecí, y que me ayudaron a desarrollar la imaginación en la infancia: Astérix y Obélix, Lucky Luke, el Teniente Blueberry, Valérian. Otra sección imprescindible para el lector francés es el cómic manga, cuyos tomos colonizan varias estanterías. Cada librería es exquisita y, lo repetiré, está bien surtida. Se nota que la población es fundamentalmente lectora.