Me entusiasman los libros con Nueva York al fondo. Éste transcurre en los 80. Nos presenta la vida apática de Cyrus Irani, un vendedor de alfombras que ha llegado a un punto de su existencia en el que está incapacitado para todo: para el amor, para los negocios, para prosperar, para comunicarse con su familia... Ni siquiera una carta, en la que le anuncian que van a triplicarle el alquiler de la tienda, logrará que abandone su "resistencia pasiva".
Cyrus recorre la novela encontrándose con diversos personajes: un librero de viejo, gruñón y con un revólver y una botella de whisky bajo el mostrador; un subastador de alfombras con la labia adecuada; las chicas de un club de contactos; la dueña de una tienda de mascotas; su madre, su hermano y la familia de éste último; los fieles zoroástricos; las mujeres con las que no actúa porque siempre cree que fracasará; etcétera. Cyrus es ese Bartleby de la vida que todos, en alguna ocasión, cobijamos dentro. Un hombre que se ha instalado en la inacción y se considera a sí mismo un fracasado. Constantemente, su familia le recrimina su incapacidad para la lucha, sus nulos intentos de alcanzar sus objetivos porque su pensamiento es pesimista. Quienes gravitan a su alrededor, además, relacionan su pasividad con la falta de mujeres. Su madre cree que necesita casarse. Uno de sus amigos cree que necesita sexo. Otros, que debería salir con alguien.
Este es el primer libro que leemos en España de Phillip Lopate. Su mayor pericia consiste en pintar un personaje que nunca cae en la caricatura, y que, a pesar de su apatía, nos resulta tierno y simpático. Y, por supuesto, Lopate nos habla, con sutileza, de los trenes que uno pierde.