Esta es una de las novelas gráficas más perturbadoras y fascinantes que he leído. Su autor la fue publicando por entregas durante diez años. Son los años 70. Una plaga que sólo afecta a los jóvenes, y que se manifiesta mediante sarpullidos, mutaciones, llagas y deformidades, le sirve a Charles Burns como metáfora de la alienación y la soledad de esa época difícil que llamamos adolescencia. Nunca se explica cómo curarse del virus. Los personajes mutan, se convierten en bichos raros y se apartan de la sociedad, aceptando su condición. A lo largo de sus páginas, además, el autor nos ofrece algunas bellas historias de amor. Chicos y chicas que practican el sexo, fuman porros y beben vino, y cuyas llagas son un reflejo de lo que significa ser adolescente: la aparición del acné, los cambios corporales, el sentimiento de rechazo, el nihilismo, las pesadillas, la discriminación social...
Burns no oculta sus influencias: desde el cine de terror hasta los Cuentos de la Cripta de EC Comics, pasando por David Cronenberg y David Lynch (ese brazo que uno de los protagonistas se encuentra en mitad del bosque, hallazgo tan enigmático como la oreja cortada de Blue Velvet).
Imprescindible, pues. Se rumorea que Neil Gaiman y Roger Avary están escribiendo un guión para que Alexandre Aja dirija la película. El equipo es bueno; esperemos que no lo estropeen.