miércoles, enero 03, 2007

Un buen comienzo (La Opinión)

De vuelta en Madrid procuro recuperar el cuerpo de los últimos festejos, y principalmente de la fiesta de Nochevieja, que me devolvió a casa a las nueve de la mañana. Cuando el cansancio me acorrala, me resulta muy difícil conciliar el sueño. Debería ser al contrario. Así que escribo estas líneas adormecido. El trayecto de regreso fue tranquilo, en el primer día del año y con pocos vehículos en carretera. El viaje supuso la hora de los balances. En silencio repasé el año, con su lista de amistades, familiares, conocidos y enemigos. Tomé algunas resoluciones. Poca cosa. Y se me ocurrió que una de las mayores fuentes de placer para un escritor es que le lean sus enemigos. Eso significa que, a pesar de rivalidades y envidias, están pendientes de uno, observándole, siguiendo sus pasos. De modo que uno, a su manera, los tiene comiendo en su mano. Descubrí una vez más que apartarme un tiempo de internet me alivia, como cuando paso unos días en otras ciudades, pero a la vez me convierte en alguien dependiente. En la casa de mi familia, en Zamora, no dispongo de conexión. La otra tarde estaba leyendo la novela “Últimos tragos”, cuya adaptación cinematográfica vi unos años atrás, e intenté recordar qué otros actores la protagonizaban junto a Michael Caine. No lo recordaba, y tuve el impulso de levantarme del sitio e ir hasta el viejo ordenador, abrir una ventana del explorador de internet y teclear mi página de inicio: The Internet Movie Database, la base de datos del cine. Advertí entonces que allí no tengo conexión a la red, y volví a sentarme. A aquella hora los cyber estaban cerrados y me quedé sin saberlo hasta la tarde. Pero lo mismo me sucedió cada vez que compraba un periódico, porque las noticias, al leerlas, habían envejecido un poco y suelo leer los diarios en internet (salvo los domingos).
De la ciudad me llevé distintas impresiones cuando hablaba con la gente. Algunas personas quieren huir de Zamora y otras no quieren regresar allí a vivir. Unas cuantas están deseando volver e instalarse en la provincia. Me resultó curioso que en las múltiples conversaciones con mis amistades, a menudo mencionaran el nombre del alcalde. Cada persona me contó una leyenda sobre su figura. He recopilado tantas leyendas que, a la fuerza, algunas deben ser falsas, dado que a veces se contradicen entre ellas. En cualquier caso, allí lo ven como a un personaje siniestro, todo lo contrario que cuando empezó su andadura como alcalde. Me temo que tienen razón. Por supuesto, durante mi estancia de unos diez días en mi tierra incumplí la mitad de mis propósitos navideños: no tomé café con varios colegas a los que había prometido llamar, no acudí a saludar a mis antiguos libreros, no leí tantos libros como había previsto, y me enteré un poco tarde del ingreso en el hospital de un colega de Zamora, que habrá terminado el año con un costurón en el lomo. Desde aquí, mis mejores deseos para él y los suyos. También para los libreros.
Cada día tuve un momento de serenidad magnífico. Consistía en salir al patio en compañía de mi gato, que convive con mi madre. Mientras el aire me comía las manos y tomaba una taza de té para templar el estómago, el gato se revolcaba en el suelo, con las patas hacia arriba. He leído que eso lo hacen cuando están tranquilos y felices, y cuando quieren camuflar su olor corporal. Luego, el felino observaba a los pájaros y ronroneaba con mis caricias. Por otra parte, el año ha empezado con la paternidad de un amigo: gemelos nacidos el día dos de enero. Y en los próximos meses veré convertidos en padres y madres a otros amigos y primos. Es un buen comienzo.