Acabo de leer uno de los libros más extraños que circulan por las librerías. Lo que más me alegra es que lo ha escrito un español, quien rompe con la (en muchas ocasiones) apolillada novela española. Lo ha escrito como si obedeciera a un arrebato, como si estuviéramos viendo una especie de película que a la vez es un documental, o como si hiciéramos zapping ante el televisor, o como si navegáramos por internet y pudiésemos saltar de una cita a un cuento y de ahí a un párrafo de un artículo y luego a una historia verídica. Pero ese arrebato está medido, estructurado con precisión matemática, igual que el experimento de un científico. La novela, si es que se puede ceñir a algún género, se titula “Nocilla Dream” y su autor es el gallego Agustín Fernández Mallo, poeta y físico y narrador vanguardista. No suelo fiarme de los suplementos literarios, demasiado bendecidos por los intereses, pero en esta ocasión lo hice: en El Cultural del diario El Mundo eligieron este libro como uno de los mejores del año. Por si fuera poco, al final, en la página pertinente de agradecimientos, Mallo incluye a personas con las que mantengo amistad (los zamoranos Máximo Hernández y Tomás Sánchez Santiago) y con las que en alguna ocasión me he cruzado, sea en persona o por correo (Pablo García Casado, Sergio Gaspar, Román Piña, Rafael Reig y Juan Bonilla), nómina de nombres que para mí avalan de sobra el del autor, aunque esto se descubre sólo al concluir la lectura del libro.
Me resultará difícil explicar qué es exactamente “Nocilla Dream”. Primero debo apuntar que, según Agustín Fernández, es la primera parte de una trilogía, a la que seguirán “Nocilla Experience” y “Nocilla Lab”, englobadas las tres bajo el título común de “Proyecto Nocilla”. El título proviene, en parte, de la canción de Siniestro Total, “Nocilla, ¡qué merendilla!”. A mí juicio, dicho título sugiere dos aspectos: mezclar un producto básico de nuestra infancia con una palabra en inglés para así resumir lo que el libro pretende (historias que transcurren, en su mayoría, en Nevada, pero escritas por un español); y definir el carácter onírico de esta “docuficción” imposible donde se cruzan referencias, países, cuentos y personajes. Hay un puñado de escritores jóvenes que no tienen miedo al riesgo, y que despliegan en sus libros las referencias que acumularon en su niñez, un conglomerado de cultura pop, un universo en el que cabe la influencia del cómic y de internet y en el que las páginas se nutren de citas literarias, musicales, televisivas y cinematográficas. Se me ocurren, por ejemplo, Michael Chabon, Javier Calvo, David Foster Wallace, Rodrigo Fresán, Sam Lipsyte, Dave Eggers o el propio Mallo, por citar unos cuantos. Me atrevería a decir que leerlos es una experiencia no muy distinta de ver una película de Quentin Tarantino o de Wes Anderson.
“Nocilla Dream” parte de la existencia de un solitario árbol, en el arcén de una carretera de Nevada, del que cuelgan numerosos pares de zapatos. Quien no se lo crea, que entre en mi bitácora, donde he incluido tres fotos. Alrededor de ese hilo conductor se entrelazan las historias: unas son reales y terminan convertidas en ficción; otras son ficción y convergen con las reales. Personajes que se cruzan o que existieron realmente, como Margaret Marley Modlin, pintora que vivió sus últimos años en Madrid, y múltiples citas y referencias: Michael Landon, Borges, El coche fantástico, los Sugus, “París, Texas”, Spiderman, Siniestro Total… Un disfrute absoluto en el que perdura el dominio narrativo del autor. Sólo me sobraron las citas y explicaciones científicas: pero eso es porque se trata de un lenguaje que ya no entiendo.