De niño me entristecían las calles mal iluminadas.
De joven, busqué el cobijo de sus sombras para seducir a mis amores.
De adulto, no tuve tiempo ni ganas de transitarlas.
Hoy, de viejo, me son indiferentes: mi vista no me permite observar la luz mustia de sus farolas y no dispongo de mujeres que conquistar en la penumbra.
(Incluido en El hilo de la ficción)