1999. Roger Wolfe escribe un diario en el que refleja sus gustos e impresiones cotidianas y las luchas, propias de la literatura, de quienes caminamos al margen del circo: las angustias derivadas de no cobrar colaboraciones o cobrarlas mal y tarde, los ninguneos de los grandes suplementos culturales, las mentiras de algunos editores, el esfuerzo heróico de ganarse los garbanzos a golpe de tecla... Por eso, y por la fluidez bukowskiana de la prosa, se siente uno cómodo leyendo este libro. Además, admito mi debilidad por los escritores que vivieron o viven en Asturias: algo especial impregna siempre su escritura, o a mí me lo parece.
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