Entre película y película decido coger el mando de la televisión y dar un paseo visual y auditivo por los canales. Constato lo de siempre: el televisor rige la voluntad de la masa y la guía por donde le da la gana o le conviene. El televisor es, ayer y hoy, el gurú a cuyas órdenes estamos. Nos señala los caminos y vamos detrás, como corderitos. Basta que salga por la tele un anuncio pegadizo o la canción de moda para que media España se dedique a imitar las palabras del anuncio y a tararear la canción de moda. Hay miles de ejemplos (aquel niño repelente que felicitaba la Navidad por teléfono, cualquier canción chorra que metan en la publicidad, una muletilla de algún personaje de una serie, un chiste malo de un cómico en horas bajas), pero recuerdo ahora mismo una anécdota reciente. Creo que nadie lo advirtió. Fue cuando anunciaban el filme titulado “Munich”, que se merecía el puñado de Oscar que no le dieron. En la televisión la voz del locutor nos instaba a ir a ver “Munich”, pero pronunciando así: “Miunik”, en plan guay y en plan europeo. Los españoles nos habíamos pasado la vida marcando la che, al soltar la palabra Munich. Con ese anuncio la gente se volvió estupenda y pronunciaba Miunik: “¿Has ido a ver la de Miunik?” “¿Mande?”
Pero, volviendo al principio: estuve paseando por los canales, ya digo. Y lo que vi me dejó turulato, cosas que harían vomitar a un arriero (esto del arriero no es de mi cosecha, es de “Don Quijote”). Para empezar, un montaje en el que algún listillo comparaba a un futbolista, el tal Zidane, con Fred Astaire, nada más y nada menos. No niego que sea bueno y eficaz en lo suyo, el fútbol y la destreza futbolera, pero no mezclemos churras con merinas. Por cada escena del fulano éste, dándole patadas a un balón o fintando al contrincante, ponían una imagen del bueno de Fred Astaire bailando claqué, moviendo los pies como un ángel con zapatos de charol y sombrero de copa. Algún avispado dijo que los movimientos del futbolista eran idénticos a los del actor y bailarín y ya tenemos servida la infamia, y encima nos la creemos, que es peor. Me parece una analogía demasiado torpe. Lo de uno es deporte y lo del otro es fútbol. En España, no obstante, estas chorradas nos las tragamos, comulgamos con ellas y nos vamos tan contentos a dormir. Nos anulan la capacidad de pensar.
Sacaron al nuevo Papa en otro canal. Desde que lo eligieron, no paran de circular por la red los montajes fotográficos que comparan su rostro con el del Emperador de la saga de “La guerra de las galaxias”. No dicen, ojo, que sean moral o personalmente iguales, ni que hagan lo mismo, como Zidane y Astaire, sino que son físicamente parecidos. El caso es que llegó el Papa y nos dijeron que el presidente Zapatero era muy mal chico por no acudir a la misa que aquel ofició en Valencia. Así que lo pusimos a parir, aunque tampoco asistió Aznar, a quien se le supone un catolicismo practicante. Pero este país es así: si el laico no acude a las misas oficiales se le apedrea. Me temo que no es una actitud muy respetuosa, oiga usted. Antes de apagar la tele vi un trailer. En una cadena de televisión en la que jamás han puesto una película de los años setenta en horario de máxima audiencia anunciaban “Superman”, la de Richard Donner, la de culto. Decían: “Muy pronto, Superman, el auténtico”. El auténtico, sí, pero el oportunismo televisivo da asco. Ahora se acuerdan en esta cadena del superhéroe, tras años de olvido. Ha hecho falta que rueden otra secuela para que le quiten el polvo a la vieja cinta. Y luego el runrún veraniego de los telediarios, la misma cantinela de siempre: la entrevista al ciudadano que tiene calor.