miércoles, octubre 27, 2010

Perro come perro, de Edward Bunker


Gracias a Sajalín Editores seguimos comprobando que Edward Bunker era un escritor extraordinario, cuyas dotes para la novela negra y para la descripción de ambientes y personajes le dan mil vueltas a la mayoría de los autores de novela negra que hoy están de moda. Si las novelas precedentes (No hay bestia tan feroz y Stark) llevaban prólogos de Quentin Tarantino y James Ellroy, ésta incorpora un introito de William Styron. Para el año que viene nos aguarda otra publicación: La fábrica de animales, texto que sirvió de base para una gran película de tema carcelario, Animal Factory, dirigida por Steve Buscemi.

En Perro come perro se reúnen tres viejos amigos que compartieron reformatorio y luego cumplieron sus condenas en algunas de las cárceles más duras del estado. Tres tipos sin nada en común, en apariencia: uno es el cerebro, otro el grandullón y el tercero es un psicópata. De ahí sólo pueden salir chispas. Y de la escritura de Bunker no sólo salen chispas, sino puro fuego. Lo que más atrapa de esta novela, aparte de los diálogos y lo bien definidos que están los personajes, es su descripción de los ambientes turbios de Los Ángeles y el modo de contarnos cuánto ha cambiado la ciudad cuando uno lleva varios años entre rejas y la libertad, con sus cambios, acaba siendo una bofetada en vez de una caricia. El drama interior de los personajes de Bunker suele ser el mismo: han salido de prisión y la vida civil no los recibe como pensaban, salir adelante es más difícil fuera que dentro, y las circunstancias los acaban empujando de nuevo al crimen. En estos personajes hay algo del Carlito Brigante al que dio vida Al Pacino. La diferencia es que los tipos duros de Bunker, en realidad, no quieren apartarse del camino de la delincuencia porque es lo único que saben hacer y lo que los mantiene vivos de verdad.

En Perro como perro, el autor incluye algunos guiños al actor Danny Trejo (ambos estuvieron encerrados en San Quintín) y a Pulp Fiction. Es, por tanto, un libro más actual en el tiempo que los anteriores, más cercano a nosotros. Edward Bunker ha estado allí, nos dice Styron en el prólogo, y se refiere a los bajos fondos de América, pues lo que el autor narra y describe lo conoce de primera mano. Es decir, a su talento une una experiencia poco común, ya que los hombres de su especie suelen acabar mordiendo el polvo en los atracos, o prematuramente envejecidos, o condenados a la cámara de gas. Bunker sobrevivió para convertirse en uno de los grandes:

No sentía ningún interés por la sociedad. Ésta le había dado la espalda y ahora esperaba que se conformara con ser un mero trabajador más como recompensa por estar fuera de la cárcel. La libertad real implicaba tomar decisiones; sin dinero, no hay nada que hacer. Tras once años y medio en San Quintín, ya no era ningún novicio. Tiempo después de haberse ordenado, ya había ascendido como mínimo a monseñor de los bajos fondos. Le encantaba el crimen. No existía otro momento en el que se sintiera más vivo que mientras agujereaba el techo de un negocio para robar la caja fuerte.


[Traducción de Zulema Couso]