viernes, noviembre 30, 2012

Ya a la venta


Cartel de Upstream Color


jueves, noviembre 29, 2012

Algo que nunca debió pasar, de Juan M. Velázquez




Desde la ventana de la pensión que le había reservado el chino se veía la Plaza de la Constitución. Bajo los soportales ya no había yonkees ni tampoco antros donde vendieran droga. Todo estaba limpio y parecía seguro. Intentó encontrar algún lugar conocido. Donde estaba el bar de Bilba había una tienda de camisetas, la Maruja había cambiado de ambiente, ni siquiera Casa Caballero existía. Llegó hasta la iglesia de Santa María y subió por las escaleras del atrio, el Akerbeltz estaba abierto y entró. Todos se giraron y, por un momento, pensó que no había estado alerta, que había ido demasiado lejos; sin embargo, enseguida la camarera le preguntó qué quería y la gente volvió a lo suyo. Le miraban porque no era un habitual. Nadie pensó que fuera un madero, sólo un cincuentón despistado con un traje marrón y unos mocasines granates. Con esa indumentaria desentonaba como si estuviera desnudo en misa. Eran chavales que mataban las últimas horas de un lunes de junio. Conocía el lugar, antes lo regentaban unos hermanos conocidos en la Parte Vieja, aquella podría ser la hija de alguno, se dijo.

Django Unchained: nuevo trailer + soundtrack list


Trailer: aquí.
Lista de temas de la BSO:
1. WINGED
2. DJANGO (MAIN THEME) - LUIS BACALOV, ROCKY ROBERTS
3. THE BRAYING MULE - ENNIO MORRICONE
4. IN THAT CASE, DJANGO, AFTER YOU...
5. LO CHIAMAVANO KING (HIS NAME IS KING) - LUIS BACALOV, EDDA DELL'ORSO
6. FREEDOM - ANTHONY HAMILTON & ELAYNA BOYNTON
7. FIVE-THOUSAND-DOLLAR NIGGA'S AND GUMMY MOUTH BITCHES
8. LA CORSA (2ND VERSION) - LUIS BACALOV
9. SNEAKY SCHULTZ AND THE DEMISE OF SHARP
10. I GOT A NAME - JIM CROCE
11. I GIORNI DELL'IRA - RIZ ORTOLANI
12. 100 BLACK COFFINS - RICK ROSS
13. NICARAGUA - JERRY GOLDSMITH FEATURING PAT METHENY
14. HILDI'S HOT BOX
15. SISTER SARA'S THEME - ENNIO MORRICONE
16. ANCORA QUI - ENNIO MORRICONE AND ELISA
17. UNCHAINED (THE PAYBACK/UNTOUCHABLE) - JAMES BROWN AND 2PAC
18. WHO DID THAT TO YOU? - JOHN LEGEND
19. TOO OLD TO DIE YOUNG - BROTHER DEGE
20. STEPHEN THE POKER PLAYER
21. UN MONUMENTO - ENNIO MORRICONE
22. SIX SHOTS TWO GUNS
23. TRINITY (TITOLI) - ANNIBALE E I CANTORI MODERNI
 

A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III: nuevo cartel


Trailer de The Host


Dirige Andrew Niccol: aquí.

Nuevo cartel de Stoker


miércoles, noviembre 28, 2012

Cabot Wright vuelve a las andadas, de James Purdy



Ya recomendamos aquí otra novela de James Purdy, El sobrino, también publicada por Escalera. Es curioso el caso de este autor porque ha quedado a medio camino entre el escritor maldito y el escritor secreto que, como dice Antonio Bordón en el prólogo, “es un secreto muy bien guardado, cuyo destino consiste en ser descubierto una y otra vez cada generación”. Purdy, por si me leen los cinéfilos, es uno de los autores predilectos de John Waters. Cabot Wright vuelve a las andadas es una novela rarísima, pero muy gratificante. Empieza con un escritor en ciernes al que su mujer convence para que escriba un libro sobre Cabot Wright, un violador que acaba de salir de la cárcel. Y el escritor, Bernie Gladhart, decide viajar a Nueva York para encontrarlo y documentarse mejor. Es entonces cuando entra en escena el verdadero Cabot, y cuando al lector se le ofrecen dos narraciones: el presente del ex convicto y su pasado descrito por Bernie. La novela también sirve para criticar ciertos tejemanejes de la industria editorial: libros escritos por encargo, negros literarios, suplantaciones y búsqueda de novelas con fórmula… Os dejo con dos fragmentos: 

Bernie Gladhart estaba enfadado y se sentía abatido porque la señora Bickle había pasado las últimas semanas en compañía de Cabot Wright, sin hacerle ningún caso. Salió a la calle con una rabieta a buscar problemas, como en los viejos tiempos, cuando era libre y aún no había estado en la cárcel. Casi a la altura del Iron Kettle, una oscura cafetería donde los fracasados de Greenwich Village intentaban empezar una nueva vida, le llamó la atención un sorprendente hombre de color que llevaba un sombrero de paja inusualmente blanco con una banda rosa, desconocida por estas latitudes. Su semblante, su piel, la perfección perlada de sus dientes, indicaron a Bernie de inmediato que no podía tratarse de un negro americano de Brooklyn de locura incierta. El hombre caminaba como un príncipe y era obvio que nada le impresionaba, a excepción de sí mismo.

**

Después de todo, la risa es el mayor bien que la Naturaleza ha concedido a la miserable y desgraciada humanidad. La liberación, el único consuelo del dolor que tiene un ser humano, mortal, feo, limitado, agónico, viendo el culo de la Muerte desde el momento que emerges de la raja parpadeante que se encuentra por encima del trasero materno, sacado al mundo de entre el pis y la mierda, la pena y la falta de sentido, el arduo trabajo y el espejismo, la pasión, el dolor, la pronta pérdida de la juventud y el vigor, de todo lo que había hecho merecer la pena, con la eternidad de la tumba, la última palabra sobre el hambre de Dios, la saciedad de la tierra y el cieno, el grito del océano en los oídos de la muerte. El significado es que no hay significado, pero la risa del momento casi hizo que mereciera la pena. Eso es todo lo que hay. Estuvimos aquí y finalmente reímos.


[Traducción de Ana Lima]

La última carta

Procura aguantar a tu familia
procura confiar en tus amigos
procura respetar a tu mujer
procura mantener la calma
procura no volverte loco
procura no estallar
procura llegar a fin de mes
procura rendir en el trabajo
procura jugar un buen papel
procura leer la prensa
procura estar al día
procura creer en dios
procura sonreír
procura no enfermar
procura dar lo más posible
al prójimo

pero guárdate siempre
la última carga del juego
en tu interior

tarde o temprano
la tendrás que usar.



Vicente Muñoz Álvarez, Canciones de la gran deriva

Harry Crews y Tom Robbins vuelven a las mesas de novedades



A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III: primeros carteles






martes, noviembre 27, 2012

Elefantiasis, de Raúl Ariza




Todos los jueves

Después de llorar lo justo, después de aprender a no perderse por los pasillos del super y a no ahogar con lamentos nocturnos a los clientes del taxi, cuando en definitiva aceptó resignado su condición de viudo, Ángel decidió hacerse un fijo de la enmoquetada desesperanza del Oasis, una vez por semana. A la tibia luz de la necesidad, sentado ritualmente en aquella barra imperfecta, cada noche de jueves se bebía un par de gintonics a la salud de sus carencias. Patético homenaje, quizá pensó alguna vez al recordar, que había sido precisamente un jueves de no hacía tantos años cuando Reme, cansada de tanto silencio doméstico y de tanto cáncer, se dejó morir.
El Oasis quedaba al lado de la carretera, cerquita de la entrada a la AP-7, y tenía una barra en forma de "u" coja en uno de sus lados. Al fondo a la derecha de aquella penumbra, tras una puerta decorada con mil teselas de espejo, se accedía a los urinarios y al piso superior, en donde se encontraban las habitaciones de las chicas.
Los jueves no libraba Jalilah, la negra africana que de vez en cuando trataba de convencerle, sin muchos esfuerzos, de que entrara con ella y se dejase hacer una mamada. La joven acabó por tomarle un cariño casi filial. A Jalilah, los hutus la dejaron sin padre -al que cortaron las orejas y la nariz antes de degollarlo- cuando ella apenas contaba con seis años. A ella la violaron repetidas veces.

**

Nocturno

Cena frugalmente. Se lava los dientes a toda prisa, y aprieta el paso al cruzar el recibidor, saliendo de casa a toda velocidad camino a la entrada del metro, esa boca acogedora y felizmente iluminada. Recorre tres estaciones, como pudieran haber sido cuatro, o cien, o mil.
Discurre entre calles de las que no conoce ni el nombre, y por plazas de una ciudad que bien pudiera no ser la suya. Se detiene ante escaparates que no logran captar su atención, con la única intención de ganar o perder un poco más de tiempo. Visita barrios que jamás pensó que visitaría. Comparte aceras peligrosas con gente de vino áspero y con seres de sexo clínico. Resbala en la miseria de otros que antes fueron como él, y se trastabilla en los recuerdos que dejaron flotando en el aire a modo de migas de pan, quienes infructuosamente trataron de regresar del lugar del fracaso.
Sometido al frío de todas las noches invernales, aprieta las manos dentro de los bolsillos y se emboza con las solapas del abrigo. Tras el gesto sospechoso, un coche patrulla aminora su marcha y se le acerca. Desde el interior, el agente que no conduce percibe, no tanto su peligrosidad, como su deriva en el rumbo. Ni le molestan.
Circunda monumentos, visita verjas de antiguos colegios, portales de antiguos trabajos, iglesias donde alguien, quizá él, un día se casó. Sorprende en la puerta de los quioscos titulares de prensa recién amanecidos, y se toma un carajillo en la misma barra en la que se premian así mismo los del servicio de limpieza.
Antes del amanecer, regresa en un desangelado bus acunado por las lejanas voces de una radio. Desanda el tiempo recorrido y, tal como ha hecho estas últimas tres noches, vuelve a casa en silencio.
Se santigua al entrar tratando de espantar sus males, y cruza de nuevo con paso vivo el recibidor para que no le tiente el deseo de releer, una vez más, la nota de adiós que Nerea le dejó la otra tarde, mientras él estaba en el trabajo. Antes de ducharse y salir hacia la oficina, entra en el dormitorio, deshace la cama, e inmediatamente vuelve a hacerla de nuevo.

Mi carta que es feliz, pues va a buscaros

Tanto tiempo en la guerra,
y tantísimo tiempo esperando noticias,
esperando esa carta,
esa carta que nos confirmará
en el nombre sagrado del amor:
esa carta que nos habla de amor.
Esa carta que nunca llega.
Dura y dura la guerra
y esa carta no llega.
Y, sin embargo, a fuerza de esperarla
la hicimos verdadera.
Y ya no vendrá nunca,
pero el cielo resiste,
el mar triunfa furiosamente,
el agua ondea su bandera.
Y la carta quedó en su trayectoria,
en ese itinerario hacia nosotros.
Ella quedó y nosotros seguimos,
Vimos crecer la hierba
y ese día nos olvidamos del cartero,
nos olvidamos de que estábamos tristes
y nos fuimos a comprobar el mundo.
Porque la carta no llegó
pero a cambio llegó la vida
¡quién nos lo iba a decir
después de tanto tiempo en guerra!


Francisca Aguirre, Los trescientos escalones

Nuevo cartel de Les Misérables


Ana Patricia Moya: Bocaditos de realidad


Descarga gratuita: aquí y aquí.

The Hobbit: An Unexpected Journey: cartel japonés


lunes, noviembre 26, 2012

El pan a secas, de Mohamed Chukri



Años atrás supe de Mohamed Chukri gracias a David González. Chukri, tras una época de bonanza literaria en España (varios de sus libros fueron publicados o reeditados por Debate), cayó en el olvido, y sólo mediante arduas y fatigosas pesquisas era posible encontrar ejemplares de El pan desnudo o Rostros, amores, maldiciones en las librerías de viejo. Las más de las veces, a un precio poco asequible. Gracias a Cabaret Voltaire, Chukri regresa a las mesas de novedades. No hace mucho recomendamos aquí su libro sobre Paul Bowles y ahora la editorial nos ofrece de nuevo esta novela autobiográfica, la más conocida y reconocida del autor marroquí.
El título ha cambiado: si mal no recuerdo… Juan Goytisolo dijo que la traducción más fiel del árabe era El pan a secas y no El pan desnudo, como hasta ahora la conocíamos. El libro ha sido traducido de nuevo, lo que siempre se agradece (por ajustarse a la época y por disponer de varias traducciones de un mismo texto). Y esta traducción se basa en la última versión de Chukri, e incorpora un prólogo del propio autor.

He vuelto a releerla, en esta versión, y no sabría decir cuál es mejor. Tampoco sé cuánto dista una traducción de otra: tendría que buscar el viejo ejemplar en mi biblioteca y eso es casi una aventura. El pan… es una especie de novela de formación. Uno de esos libros en los que un muchacho nos cuenta sus andanzas y sus desventuras. Piensen en El guardián entre el centeno de Salinger (por el tono confesional y la voz narradora joven) o en La senda del perdedor de Bukowski (por todas las desgracias que le suceden al protagonista), pero a lo bestia. Lo que más me apasiona de Chukri es que, sirviéndose de una prosa sencillísima, sin adornos ni afeites, consigue impactarnos en cada párrafo. No sé cuál es el secreto, pero una vez que se empieza la narración, es difícil abandonarla. Tal vez porque todo está repleto de verdad, no porque la novela sea autobiográfica, sino porque Chukri nos parece un tipo honesto, auténtico y humilde. Alguien que atravesó varios infiernos (hambre, miseria, maltrato paterno, trabajos de mierda…) antes de convertirse en escritor. Aquí os dejo con algunos fragmentos:

Lloro la muerte de mi tío junto con otros niños. Ya no sólo lo hago cuando me pegan, o cuando pierdo algo. Ya había visto llorar a más gente. Es época de hambre en el Rif; de sequía y de guerra.

**

Cada vez me alejaba más del barrio, solo o en compañía de otros chicos. Éramos los niños de las basuras. Un día encontré una gallina muerta; la recogí, la oculté bajo mi camisa y me fui corriendo a casa.

**

Era preferible aquel trabajo a mendigar o robar; preferible a dejarse chupar el sexo por un viejo, a vender harira y pescado frito a los campesinos en el Zoco Grande y en Fendaq Chejra. Desde luego, era mucho mejor que cualquiera de los trabajos que había tenido hasta entonces. Aquella aventura me permitió sentirme todo un hombre a mis diecisiete años. Aquella madrugada comenzó una nueva etapa en mi vida.
Volvimos por el mismo sendero, con los sacos a cuestas. Kandusi encabezaba el grupo y Kabil iba el último, con las manos vacías. Parecía borracho. No lo veía capaz de afrontar una aventura sin haber bebido. Cada uno de nosotros llevaba un saco con dos cajas y Kandusi cargaba la novena y última. Al cabo de unos minutos, empecé a notar el peso. Me dolían el hombro y la nuca. “¿Las habré colocado bien dentro del saco?” No me atreví a cambiar de hombro porque no quería que Kandusi creyese que me había cansado a mitad de camino. Si en la primera operación que participo me ven fatigado, no volverán a llamarme.



[Traducción de Rajae Boumediane]