miércoles, enero 31, 2007

Fotografías de Art Shay


Días atrás, mediante el blog de Magda, llegué a una página donde exponían fotos de un tal Art Shay. Aparecían retratados los bajos fondos de Chicago, pero también personajes célebres como Marlon Brando, Robert Crumb o el Rat Pack. A mí me atrajeron las del escritor Nelson Algren, del que ya hablamos aquí y en cuya pista me puso David. En la foto de arriba, Algren (al fondo) juega una partida de cartas. Que nadie se las pierda: aquí.

Hannibal


Plaza & Janés está a punto de publicar la última entrega de Thomas Harris sobre El Caníbal. Ya saben, una precuela, en la que nos desvela los orígenes del mítico personaje. Como el mundo editorial suele ir a la zaga del cine, la foto de al lado será la portada del libro en español (se trata del cartel de la película).
Sin embargo, tengo mis dudas. He leído los otros tres libros sobre Hannibal Lecter y su calidad ha ido disminuyendo. El mejor, no lo duden, es el primero: El Dragón Rojo, una maravilla. En El silencio de los corderos, aunque no es tan redondo como el anterior, Harris supo aprovechar el filón Lecter, confiriéndole más protagonismo y dándonos una novela apasionante. Al tercero, Hannibal, a pesar de engancharnos con sus tramas entre Europa y Estados Unidos, se le notaban las costuras: era más bien un guión para Ridley Scott que una novela. El cuarto libro, Hannibal: El origen del mal, va por el mismo camino: Harris lo escribió para que lo adaptasen al cine. Por eso tengo mis sospechas. Pero lo leeré, desde luego: no quiero juzgar antes de sumergirme en sus páginas.
[Nota: en El Lector Sin Prisas puedes leer ya mi nueva reseña, sobre Personajes desesperados, novela de Paula Fox]

Telefónica e internet (La Opinión)

Añoro los tiempos en los que, viviendo en Zamora, disfrutaba de conexión a internet por cable. La empresa era Retecal, que luego pasó a llamarse Ono. A mí me funcionaba de maravilla. Si alguna vez se producía una incidencia, uno llamaba por teléfono y se la solucionaban en el día, o bien se acercaba andando hasta la sucursal de la ciudad, en la calle Leopoldo Alas Clarín, para contarles el problema. Un par de personas, por aquel entonces, me revelaron sus padecimientos con Retecal: a ellas el servicio les iba de pena. Pero insisto: mi conexión no solía presentar problemas, disfrutaba de la velocidad adecuada y apenas sufría cortes. Fue una lástima que, al venir a Madrid, tuviese que olvidarme de Ono. Ahora, en cambio, creo que ya disponen del servicio en esta ciudad, aunque el barrio en el que vivo no está cableado.
Así que, nada más aterrizar en Madrid, contraté los servicios de Telefónica. Es una decisión de la que me arrepiento casi a diario, y digo “casi” porque sólo lo olvido cuando me voy a pasar un fin de semana a Zamora y no afronto los fallos y cortes continuos de conexión que padezco. El año pasado, o quizá fuera el anterior, logré que un técnico viniese a averiguar por qué sufro esos cortes de red. Se presentó un chaval majete e hizo pruebas por aquí y por allá y su conclusión fue que, si quería evitarme pagar un pastón por un arreglo de un error que ni siquiera él sabía diagnosticar, encendiera y apagara el router después de cada corte de conexión. También me preguntó si solía utilizar las redes de intercambio P2P. Le respondí que sí, las utilizaba. Y me explicó que el router de Telefónica está habilitado para colgarse, para cortar la conexión, en cuanto uno se ha descargado cierto número de megas. Esto lo he leído, además, en varios foros donde otros usuarios de Telefónica sufren idéntico tormento. Un tormento nada divertido, ya que en el fondo es una variante de la estafa: mientras apoquinas tu cuota al mes, el servicio es defectuoso.
La semana pasada fue de mal en peor. La conexión no sólo se cortaba con la misma frecuencia de siempre, sino que los cortes duraban entre una hora y una hora y media. Por si el culpable fuera uno de estos programas de intercambio de archivos, lo desconecté. Lleva desconectado desde el viernes. Tampoco eso hizo efecto. Reinicié el ordenador, apagué y encendí el router, le pasé antivirus y antiespías y antibichos, pedí prestado un teléfono para conectarlo al cable y comprobar, así, que el cable y la red estaban en perfectas condiciones. Llamamos por teléfono al servicio técnico. Si alguien ha tenido la mala suerte de llamar a uno de estos números, sabrá lo que ocurre: tardan en responder, te ponen en espera, una voz grabada pregunta si te han solucionado la avería incluso cuando ni siquiera nadie ha respondido al teléfono y, cuando por fin te atienden, nunca se alcanza una solución. Mientras tanto, por cada llamada, cobran un riñón. Tras explicar las averías, nos dijeron que un fulano, un técnico, nos llamaría antes de cuarenta y ocho horas para acordar la fecha y hora del arreglo. Misteriosamente, desde el lunes por la mañana la red va mejor, se corta menos, pero aun así continúa interrumpiéndose el servicio cuando le da la gana. Mientras escribo esto (lunes por la tarde), sigo esperando la llamada de ese técnico que lo iba a solucionar en menos de cuarenta y ocho horas. A estas alturas ya han transcurrido más de cincuenta horas. He pensado en llamar de nuevo, pero me temo que volveremos a lo mismo: otra espera de cuarenta y ocho horas para nada. No tardaré en prescindir de sus servicios, aunque me temo que escapar de Telefónica será otra aventura kafkiana.

martes, enero 30, 2007

El desafío


Hoy, 30 de enero. A las 19:30 horas. Sala Astragal de Gijón (C/ Manuel Llaneza, 68)

Citas. 28



La última pregunta del entrevistador fue: "¿Qué es lo que más desea en esta vida?" Céline se volvió hacia él lentamente y respondió: "Lo único que quiero es que me dejen en paz".

Sam Shepard, Cruzando el paraíso

Pulp Cómic


Que ningún amante de las viñetas se pierda este blog: Pulp Cómic. En uno de sus últimos post nos cuentan la aparición, en Planeta Cómics, de los tebeos de La Sombra (aunque parece que no publicarán todos los que son). Planeta también es la responsable de publicar este año algunas adaptaciones al cómic de las novelas de Neil Gaiman.

Premios Goya (La Opinión)

Parece que la ceremonia de los Premios Goya ha recuperado un poco su credibilidad, lo cual habrá disgustado a los cronistas y lacayos de la derecha. De los errores se aprende, y este festival de reparto de premios se ha llevado tantos palos durante un tiempo que ya no podía rebajar más su desprestigio. He visto algunas de las ceremonias, y cada año se volvían más patéticas: caspa, chistes rancios, tedio absoluto, etcétera. Como tampoco me fiaba de la de este año, la vi a ratos, pero no la escuché, o sólo escuché los discursos que, a priori, más me interesaban: los de Juan Diego, Penélope Cruz, Guillermo del Toro y alguno más. Me senté a leer un libro, con mis tapones de caucho bien incrustados en los oídos. De vez en cuando levantaba la vista para observar cómo iba la cosa, y para echarle el ojo al tropel de actrices guapas que desfilaron por el escenario o estaban sentadas entre el público. Cuando algo me interesaba, me quitaba los tapones para oírlo. Entre lo que vi, y lo poco que oí, y lo que he recabado en la prensa, intuyo que han mejorado. En parte gracias al presentador, José Corbacho, y a la acertada elección de los presentadores de los premios, que incluyeron a un escritor, Ray Loriga, cuya prosa admiro.
Es curioso ver uno de estos espectáculos y sólo oír lo que a uno le interesa. Sin el auxilio del sonido, en seguida se vislumbra si las imágenes y el montaje son un suplicio o si el conjunto gana en dinamismo. Por ejemplo: un espectáculo flamenco y el discurso de la presidenta de la Academia. Duraron demasiado. Se hicieron eternos. El resto estuvo bien. Aunque sigo sin comprender algunas cosas: el injusto olvido de “Ficción”, una de las mejores películas del año pasado, con una interpretación memorable de Eduard Fernández (ni siquiera lo nominaron por “Alatriste”, cuando su trabajo supera con creces al del nominado Juan Echanove). O el varapalo a “Salvador” y “Alatriste”, que se han ido casi de vacío a pesar de las numerosas nominaciones. O que inviten a uno de los peores actores de la historia (Dani Martín) y, para colmo, salga a dar un premio. O que no nominasen los cortometrajes españoles que sí han nominado a los Oscar. Me cuesta comprender, también, por qué se galardona ahora a Guillermo del Toro cuando en otra ceremonia de los Goya se pasó olímpicamente de él y de su espléndida (aunque no tan redonda como “El laberinto del fauno”) “El espinazo del diablo”, o sea, la primera parte de su trilogía que aúna guerra civil y fantástico: en aquella ocasión sólo recibió dos nominaciones, al diseño de vestuario y a los mejores efectos especiales. Sospecho que todo obedece a una razón: en los Goya se mira primero, con lupa, lo que hacen en el extranjero. Si afuera aplauden a ciertos autores, nosotros también lo haremos.
Que retransmitiesen la ceremonia en diferido ha supuesto un arma de doble filo: se ha aligerado la duración del evento, pero hemos podido comprobar el poder de Internet, que le ha ganado la partida a la tele; al parecer, mucha gente ha preferido navegar por la red para enterarse antes de los premios. Y es que los espectáculos en diferido no poseen la misma emoción. En cuanto a la gente que desfiló por el escenario, ya lo hemos dicho: se apostó, en su mayoría, por caras jóvenes y atractivas. Es una apuesta por el glamour en la que no pueden entrar los antiguos iconos de la caspa del cine español. Conviene matizarlo. Mejor ver a Verbeke, Loriga, Nimri, Etura, Noriega o Emma Suárez que a Imanol Arias, José Luis López Vázquez y Chus Lampreave, que son buenos intérpretes pero carecen de lo que llaman glamour.

lunes, enero 29, 2007

Portadas exquisitas


The South Dakota Guide Book, poemario de Charles Baxter. Inédito en España.

Biblioteca Breve


Mi colega Juan Manuel de Prada acaba de obtener el Premio Biblioteca Breve con la novela El séptimo velo. No es una sorpresa: en El País ya desvelaron, el sábado, quién iba a ganar el premio. Enhorabuena.

Stephen King


Aprovechando que el compañero Alvy Singer me pregunta más abajo si he recomendado en este blog algo de Stephen King (sí: aquí está el link), voy a comentar un par de cosas sobre su obra y a colgar mi lista de amados/odiados.

Llevo leyendo a King desde que era un crío. A pesar de sus detractores. A pesar de las críticas que tuve que soportar en la infancia y en la adolescencia e incluso hoy. Me reprocharon siempre que era "un escritor de best-sellers". No lo niego. King tampoco. Pero es un escritor de best-sellers muy, muy macabros. Y lo macabro me apasiona. Es de los pocos autores capaces de hurdir tramas tan crueles y repletas de suspense como las de It o Misery, o de escribir libros alejados de la ficción que resultan muy útiles para comprender el cine y la literatura de terror, como los imprescindibles Mientras escribo y Danza macabra. Como a todo "kingmaniaco", en los últimos años me ha decepcionado mucho: tochos con demasiada paja, personajes blandengues, poco miedo... Por fortuna, ha habido excepciones: Todo es eventual o Corazones en la Atlántida son muy recomendables. Esto me ha empujado, en la última etapa del autor, a no interesarme por algunas novelas (ni siquiera he comprado Buick 8: un coche perverso, El cazador de sueños o La chica que amaba a Tom Gordon, entre otras). De vez en cuando, de esta cosecha sale algo bueno, como Desesperación. La última, por cierto (Cell) me ha vuelto a decepcionar. Sí, es una gamberrada con zombies que bebe mucho de George Romero y de Zack Snider, pero todos los personajes acaban echando la lagrimita o profiriendo despedidas sentimentales, con lo cual el libro acaba pareciendo más una telenovela que una historia de terror. Pero King siempre me entretiene y me despeja. Después de leer a Joyce, o a Faulkner, o a Cervantes, autores que me encantan, leo siempre alguno de King.

Vayamos con la lista. La he divido en tres partes. No incluyo la saga de La Torre Oscura porque no la he terminado aún, pero de momento está entre los libros buenos. Y no están algunas novelas de culto porque, sencillamente, aún no las he leído: Cujo, El Talismán, Los ojos del dragón... Allá va:

AL ALTAR:

It
Carrie
La zona muerta
El umbral de la noche
El resplandor
Mientras escribo
Las cuatro estaciones
Desesperación
La larga marcha
El fugitivo
La danza de la muerte
Christine
Cementerio de animales
El misterio de Salem’s Lot
Misery
La mitad oscura
Todo es eventual
Corazones en la Atlántida
Danza macabra

ZONA INTERMEDIA:

El pasillo de la muerte
Posesión
La niebla
Rabia
La tienda
Un saco de huesos

A LA BASURA:


Cell
El juego de Gerald
Dolores Claiborne
Carretera maldita
Colorado Kid
La expedición
Las 2 después de medianoche
Historias fantásticas

[Nota: recomiendo visitar esta web: Insomnia]

Un vigilante (La Opinión)

Uno de los pocos días navideños en los que estuve en Madrid fuimos a un centro comercial que queda junto a la zona de El Rastro. Por razones que no vienen al caso, tuvimos que preguntarle al vigilante de seguridad que había, en una de las dos entradas del edificio, por la ubicación de un mercado. Siempre pensé que los vigilantes de seguridad de las empresas deben ser tíos altos y fuertes o, al menos, deben cumplir una serie de exigencias: unas mínimas condiciones físicas y psicológicas. Es lo que he imaginado y es lo que, hasta aquel día, me he encontrado en supermercados, grandes superficies, centros comerciales, museos y edificios burocráticos. Conozco a personas que trabajan o trabajaron como guardias de seguridad. Y, sean más o menos fuertes, todos cumplen una condición: disponen de una mente ágil y de una perspicacia que viene bien para detectar a los ladronzuelos y a los que buscan problemas. Quiere decir esto que, si quieres mantener la seguridad en un supermercado o en un edificio burocrático, el tipo que pones en la puerta, pertrechado de porra y esposas, debería ser un hombre de acción con mente ágil. Alguien que, si el jaleo llama a la puerta, sepa solucionar la papeleta. Para eso les pagan y para eso se han preparado.
Eso es lo que yo creía. Hasta aquella tarde en que hablamos con el vigilante de un centro comercial madrileño. Para que, quienes leen esto en Zamora, se hagan una idea del tamaño del edificio, éste era más o menos como el centro comercial Eroski. El vigilante era un tipo probablemente más joven que yo. Sin ninguna preparación física. Lo cual, sin embargo, ya digo que no me parece esencial si el hombre, llegada la hora de detectar intrusos y repartir bacalao, sabe arreglárselas. Porque no se trata de correr cuando se avecinan nubarrones, sino de plantar cara y utilizar el mal genio y el brazo. El problema era que aquel chaval no estaba del todo en sus cabales. No, no era retrasado. Quizá fuese uno de esos individuos poco ágiles de mente de los que solemos decir que “les falta un verano”. El clásico muchacho que, en mi infancia, se llevaba las galletas en el colegio. Un bendito, pero sin capacidad para defenderse. En resumen: la clase de persona que no se debe poner a vigilar el rebaño, porque luego no podrá hacer frente a los lobos. Éramos tres personas y, cuando le preguntamos por dónde se iba al mercadillo, empezó a ponerse nervioso y casi diría que a sudar. Nos señaló la dirección. Y, cuando empezamos a andar, cambió de idea y dijo que él mismo nos acompañaría hasta el ascensor. Una vez allí, y mientras esperábamos a que bajara el ascensor, nos dio más explicaciones. Hasta el punto que comenzó a liarse, y nos dio la espalda para dibujar, con ayuda de las manos, el mapa que teníamos que seguir una vez llegados al piso superior. Que un vigilante te dé la espalda es un error. Podíamos haberle quitado la porra y sacudirle con ella en el cogote. Mientras, de espaldas, explicaba que nos tocaría torcer por aquí y por allá, los tres nos miramos. Sin necesidad de palabras, las tres miradas significaban una cosa: a este fulano le falta un tornillo. Como sus explicaciones no le parecieron satisfactorias, dijo: “Bueno, anda, esperad, que subo yo con vosotros. Os acompaño hasta allí”.
Un vigilante ducho en tropiezos, sudores, dudas y problemas para explicarse. En cuanto se fue, nos preguntamos: ¿Cómo han contratado a este muchacho para que vigile el recinto? Tengo mi propia respuesta, y sólo así se podría explicar la elección de un tipo con trazas del George McFly de “Regreso al futuro”: enchufe. Es como proteger una casa de los ladrones con un perro sin dientes.

domingo, enero 28, 2007

Portadas exquisitas



The Lost, novela de Jack Ketchum. Inédita en España.

Figuras de cera (La Opinión)

Semana tras semana voy aplazando una visita al Museo de Cera. Cuando era niño me llevaron a verlo tras un viaje de Zamora a Madrid. Lo que no recuerdo con exactitud es si fui con mis abuelos o en una excursión del Colegio Arias Gonzalo. Tanto mis abuelos como los profesores me trajeron unas cuantas veces a Madrid, así que no es raro que confunda esas excursiones. Lo que sí recuerdo con mucha exactitud, en cambio, es la impresión que las figuras de dicho Museo de Cera dejaron en mí. A ello influiría, supongo, la visión del clásico “Los crímenes del museo de cera”, por la que se paseaban el gran Vincent Price y el no menos grande Charles Bronson, en el papel de criado mudo. Los recovecos de aquel sitio me pusieron los pelos de punta y, al salir, me llevé un programa de mano en el que mostraban fotos de algunas de las figuras representadas. Los personajes inspirados en célebres homicidas me parecían terroríficos. Creo que se me erizaban los pelos de la nuca al verlos allí dentro, manejando cuchillos de cocina o convertidos en víctimas de las torturas de la Inquisición.
Las razones para el aplazamiento de esa visita, ahora que ya me asoman canas en el cabello y en la barba, son dos. En primer lugar que, comentando una tarde el tema con la gente de mi entorno, alguien dijo que el Museo de Cera no era lo que yo creía, sino que las figuras eran cutres y, salvando la sección de terror, daban pena y risa. Que la mayoría de las caras se parecían a las de los famosos como un huevo a una castaña. Y que, probablemente, la impresión infantil que había guardado en mi memoria se desvanecería al contacto con la realidad, ahora que ya tiene uno los pies sobre la tierra y es un poco menos soñador y fantasioso (pero sólo un poco menos). Pensé en esos momentos que hemos idealizado en la infancia y luego, al probar su sabor años después, se desvanecen, nos parecen artificiales y cutres: monumentos que ya no son tan espectaculares, películas que creímos una maravilla y cuya revisión nos demuestra que sólo eran subproductos, paisajes que merman demasiado cuando crecemos nosotros… En segundo lugar que, por la entrada individual para un adulto, soplan quince euros. Y quince euros por ver fantoches (me refiero a que estén mal hechos, no a los personajes representados) es un precio excesivo. Pero la visita la cumpliré una tarde de estas. Si las buenas impresiones se desploman en cuanto entre, me quedará la fortuna de reírme un rato. Como cuando reviso las películas malas de kung fu de los setenta, que aún se me antojan un festival de diversión saludable y actores pésimos.
Tras aquella conversación en la que me dijeron que el Museo de Cera no es lo que creía, entré en la página web del mismo. Quería ver las fotos. Comentemos algunas. Hay un James Dean que se parece más al Madelman que al legendario actor. Superman es un chiste con capa y, aunque digan que se inspira en Christopher Reeve, le veo más similitudes con George Reeves, el tipo que hizo la serie sobre el personaje. Han hecho a un Harry Potter con más pinta de muñeco del tiro al blanco de los caballitos que de mago adolescente. Y Einstein… Digamos que el Einstein representado me recuerda a los vagabundos alcohólicos de mi barrio. Tienen otros más logrados, como Picasso y Dalí, o así se discierne en las fotografías. Supongo que lo mejor continúa siendo la sección de terror, a la que, junto a los célebres asesinos españoles, han incorporado iconos de la ficción de los nuevos tiempos, como Freddy Kruger. En las fotos, los crímenes me siguen impresionando. No obstante, quiero volver a visitarlo en persona. Lo haré un día de estos.

sábado, enero 27, 2007

1408


1408, incluido en el libro Todo es eventual: 14 relatos oscuros, es uno de los cuentos más sobrecogedores de Stephen King. Lo leí hace años. Trata de un tipo que se mete en habitaciones de hotel presuntamente encantadas para demostrar que el tema de los fantasmas es una patraña. El cuento se divide en dos partes: en una, conversa con el director de un hotel sobre los atroces sucesos de la habitación 1408; en la otra, se aloja en la 1408 para probar si suceden fenómenos sobrenaturales. El talento de King en ese cuento consiste en dar más miedo en la primera parte que en la segunda, es decir, en las historias macabras que el director le cuenta al protagonista. De tal modo que, antes de acompañarlo al cuarto, ya estamos temblando.
Acaban de rodar una película inspirada en ese relato (una especie de variante de El resplandor). Me temo que el terror se concentrará en la segunda mitad y no en la primera, donde el poder reside en las palabras del director. No obstante, a priori no tiene mala pinta. Me entusiasman las películas de miedo y, además, el reparto es espléndido: John Cusack y Samuel L. Jackson. El trailer, aquí.

Citas. 27



A medida que transcurren los años, todo hombre está obligado a sobrellevar la creciente carga de su memoria.

Jorge Luis Borges, La memoria de Shakespeare

La maldición de los cómicos (La Opinión)

Eddie Murphy ha dicho, en una entrevista: “No entiendo por qué la crítica no se toma en serio a los actores cómicos. Es mucho más difícil hacer comedia que drama”. Esa es la lacra que a los cómicos les toca soportar durante su carrera. No sólo los cómicos americanos, también los de otras nacionalidades. Eddie Murphy vuelve a estar de moda porque lo han nominado como actor secundario al Oscar y porque ya le dieron el Globo por ese papel. El actor no ha parado de trabajar (como Sylvester Stallone) en los noventa, pero sólo iban a verlo los críos porque ahí, en esa vía de entretenimiento, el cine infantil, es donde había encontrado su mina de oro. También apareció en algunas olvidables cintas de acción. Que vuelva por la puerta grande es una buena noticia para quienes íbamos a ver sus películas en los años ochenta. Ha tenido que recurrir a un papel dramático (y secundario) para resucitar ante el público adulto.
Leí hace poco un libro que compendiaba diálogos, citas célebres, morcillas, cartas y artículos del maestro de la comedia Groucho Marx, y apunté una sentencia que me pareció acertada y viene a completar la declaración de Murphy sobre el ninguneo de los críticos hacia los comediantes. Decía así: “Estimados y queridos lectores, ahora les voy a explicar cuál es la maldición de mi oficio. Cuando uno se dedica a la comicidad la gente espera que uno siempre esté dispuesto a la chacota”. Igual que Groucho, muchos cómicos son esclavos de su oficio y de su talento para hacer reír. En dicho libro, “El abc de Groucho Marx”, se cuenta que la mujer del actor estaba harta de que su marido interpretase siempre el mismo papel ante los invitados: durante las cenas en la casa de ambos, los comensales aguardaban a que Groucho les contase unos cuantos chistes y dejara caer su retahíla de ingeniosidades. Marx, por supuesto, no quería decepcionarlos, e iba soltando gracejos y agudezas que su esposa había escuchado cientos de veces. A ella ya no le hacían gracia. Pero Groucho, como él apuntaba en el artículo, estaba bajo la maldición de su oficio. Lo cual significa que el público espera siempre un chiste, incluso aunque no estés trabajando. Me he fijado en que, cuando entrevistan a los cómicos actuales españoles (pensemos, por ejemplo, en el famoso Neng o en el elenco de La Hora Chanante), suelen quejarse de lo mismo: están un poco cansados de que el mundo espere de ellos un gracejo o la representación de su papel en la tele, ya sea en la calle o en las fiestas a las que acuden. Luego reconocen que, aunque les toque cargar con ese peso, en el fondo lo soportan y están satisfechos de sus personajes.
Lo cual me recuerda a uno de los episodios más divertidos de “Friends”: aquel en el que aparece un tipo con chupa de cuero al que los seis protagonistas veneran, y al que han bautizado como “Bob el divertido”. Cada vez que Bob entra en el plano, esperan de él un chiste e incluso le animan a que diga algo gracioso. Poco después descubren que Bob no es gracioso por naturaleza, sino que, cuando bromea, es porque siempre está bebido. Es un alcohólico, y es su sometimiento continuo a la bebida lo que le convierte en gracioso. Sin alcohol no hay chistes y sin chistes no lo soportan. Pero, volviendo al principio, es típica la reticencia de la crítica y de los jurados ante los papeles de comedia. Como si dijesen que la comedia no es seria. Y a mí me parece una cosa seria, un oficio algo trágico (por esa maldición que apuntaba Groucho y porque es muy difícil hacer reír al personal). Comparen los Globos con los Oscar: en estos últimos sólo nominan a los actores que previamente han sido nominados en la categoría de drama en los Globos. A los comediantes los ningunean.

viernes, enero 26, 2007

Fechas de presentación


Vicente Muñoz Álvarez nos ha enviado un correo con las primeras fechas de presentación del libro:

Estimados amigos y hermanos: las fechas y lugares definitivos para las 3 primeras presentaciones de Tripulantes. Nuevas Aventuras de Vinalia Trippers (Eclipsados, 2007) son las siguientes:

-Zaragoza. Día 9 de febrero a las 20:30 h en el Café Desafinado.

-Madrid. Día 10 de febrero a las 22:00 h en La Casa de Los Jacintos. Arganzuela, 11. Metro Latina o Puerta de Toledo.

-León. Día 16 de febrero a las 21:30 en el CCAN. Puerta Castillo, 10.2º.

Habrá música en directo, lecturas, performances y la proyección del cortometraje Tripulantes, de Nacho Abad, que acompaña al libro. Una gran fiesta para celebrar el 10º aniversario de Vinalia Trippers. Estáis todos invitados. La siguiente fase de presentaciones tal vez pase por vuestra ciudad... Muchos abrazos y pura vida. V.

Proyectos de Global Rhythm Press


Ayer vi, en la web de la editorial española Global Rhythm Press, los proyectos que anuncian para este año. Anoto los más sabrosos, aunque se pueden ver todos aquí y aquí.
-Bob Dylan: parece que en febrero saldrá su esperadísimo Letras: 1962-2001, en edición bilingüe (supongo que es la misma que Rodrigo Fresán traduce desde hace años, y que incluye apuntes y comentarios en cada canción). También aparecerá el Vol. II de sus Crónicas. Y la reedición de su primer texto, Tarántula (esta noticia la he leído en El Cultural). Además del libro de Jonathan Cott, Bob Dylan: las mejores entrevistas.
-Eric Clapton: Global va a publicar su Autobiografía.
-Robert Crumb: se edita su Memoria ilustrada: la autobiografía de Robert Crumb, escrita en colaboración con Peter Poplaski.
-Joe Boyd: el legendario productor, de quien la editorial traduce Bicicletas blancas: haciendo música en los 60.
-Lester Bangs: es curioso que salga un libro de Bangs (en la foto), porque el mes pasado estuve buscando sus crónicas y no estaban traducidas en España. Al final, me bajé de la mula el que ahora van a publicar. No lo leí, sólo pretendía echarle un vistazo. Es un volumen de culto: Reacciones psicóticas y estiércol para el carburador. Bangs, que murió joven y se forjó una leyenda, ha sido considerado siempre como el mejor crítico de rock de todos los tiempos. Reacciones... compendia algunas de sus crónicas musicales, que incluyen a John Coltrane, Jethro Tull, David Bowie, Lou Reed, The Clash o Iggy Pop. Recordemos que, en la película Casi famosos, Bangs estaba interpretado por Philip Seymour Hoffman.

Metro: un funcionamiento pésimo (La Opinión)

Llevo advirtiéndolo un tiempo, y los titulares y las encuestas empiezan a darme la razón, por fin: el metro madrileño funciona cada día peor. El metro se ha convertido en una patata vieja y medio podrida que a ratos va a pilas. Puede que en alguna época fuese el mejor servicio de metro del mundo, pero eso ha pasado a la historia. Por fortuna, soy uno de los pocos zamoranos emigrantes que no tiene que coger el metro a diario. A ellos les toca padecerlo, al menos, un par de veces por jornada laboral. Utilizo este medio de transporte, pero no con la misma asiduidad de quienes van a la oficina. Y cada vez que lo utilizo se producen retrasos o fallos o averías. La realidad del metro es una suma de lo que uno vive, de lo que le cuentan todos esos trabajadores, de las encuestas y foros de los ciudadanos y de lo que uno lee en los titulares. No voy a entrar en el funcionamiento pésimo que he observado desde hace meses en las líneas que tomo, ni tampoco en las anécdotas que me han contado varias personas, porque eso ya lo hicimos. Hoy quiero traer aquí un puñado de titulares de unos cinco periódicos, para que algunos se lo piensen dos veces antes de tacharme de pesimista, exagerado y otras lindezas del estilo.
Anoto aquí esos titulares, recogidos de El País, Abc, El Mundo, La Razón y 20 Minutos: “PSOE y UGT piden medidas urgentes ante los reiterados fallos del metro”, “La segunda avería de metro en 12 horas afecta a cuatro estaciones de la línea 7”, “Rebelión en el metro”, “Una nueva avería vuelve a parar la línea 6 de metro un día después de iniciarse las medidas de mejora”, “Un trabajador marroquí muere en las obras del metro de Coslada”, “Demasiadas averías en el metro”, “La Asamblea rechaza celebrar un pleno sobre las averías del metro”, “Los viajeros impiden un atraco a punta de navaja en un vagón de la línea 6”, “Ante las críticas por las averías, Metro se plantea poner personal en los andenes para evitar los problemas”, “Las averías en el metro suben un diez por ciento, según los consumidores”, “Interrumpida durante más de una hora y media la línea 5 de metro entre las estaciones de Carabanchel y Campamento”, “La Policía disuelve un motín de viajeros que protestaban por una avería en el metro”. Pero basta ya: no quiero aburrirles. Todos estos titulares pertenecen a enero de este año, y ni siquiera ha terminado el mes.
Por si esto fuera poco, en uno de los citados periódicos han puesto a disposición de los internautas una serie de encuestas, que sirven no sólo para medir el cabreo de los pasajeros, sino también para que hagamos recuento de otras incidencias y fallos. Encabezan una de ellas con esta información: “El metro de Madrid ha sufrido en los últimos meses varias importantes averías, que han afectado a miles de usuarios”. Repetiremos: miles de usuarios. Significa que no soy el único viajero cabreado de la ciudad. En una de las encuestas se refleja, no obstante, que hay dos o tres líneas que no suelen presentar problemas y funcionan a la perfección. Son las excepciones. En cuanto a los sucesos más preocupantes, en El Mundo señalan cinco, en los últimos meses: “Motín de viajeros en Conde de Casal”, “Tres horas sin metro entre Lucero y Oporto”, “Pasajeros andando por las vías de Ópera tras una avería”, “Un apagón deja sin luz al centro de Madrid y provoca paros en cinco líneas del metro” y “Cientos de pasajeros atrapados en la línea 6. Tres atendidos por el Samur”. Ahora, con estos datos, piensen en la gente que, por estas averías, llega tarde a currar, o padece cierta claustrofobia, o enferma, o se pierde una entrevista de trabajo.

jueves, enero 25, 2007

Portadas exquisitas


Only Revolutions: A Novel, de Mark Z. Danielewski. Inédito en España. [Aconsejo visitar la web del libro]

Libro: Tómatelo con calma, de Warren Miller


Aunque escrita mucho antes, podríamos afirmar que esta es la versión "black people" de Rebeldes (The Outsiders), novela de Susan E. Hinton y película de Francis Coppola (ambas me entusiasmaban). Warren Miller, escritor blanco, cuenta las vicisitudes de Duke Custis, un chaval negro de catorce años cuya máxima aspiración es comprarse una pistola para hacerse un nombre en Harlem. Él pertenece a la banda de los Cocodrilos, eternos rivales de los Lobos. Los primeros son afros; los segundos, puertorriqueños. Para reunir el dinero, Duke se convertirá en camello diario y chapero ocasional. Como sucedía en otra colaboración de Hinton/Coppola, La ley de la calle (Rumble Fish), las bandas comienzan a debilitarse en cuanto sus líderes se chutan heroína y se convierten en yonquis: "Cuando la droga deje de correr, las bandas volverán a la calle"; algo así decían en el filme de Coppola.
Esta novela de Miller fue convertida en una película de culto, como se puede leer en el artículo de abajo. El trabajo del autor es espléndido, ya que fue capaz de introducirse en un mundo que le era ajeno, las calles por las que sólo pululaban negros, y reflejar la jerga de aquellos tiempos; el libro fue escrito a finales de los 50. Me lo leí ayer, de una sentada.

Cuatro o cinco autores olvidados (La Opinión)

Ciertos días parezco un detective de libros. Uno de esos tipos que se dedican a husmear en las librerías de su ciudad, en los cajones de saldos, en la red y hasta debajo de las piedras para satisfacer las ansias de un cliente caprichoso. Sólo que el único cliente soy yo mismo y no cobro por el trabajo. El horario de las casetas de la Cuesta de Claudio Moyano varía según el humor de sus libreros y el clima de la ciudad. Aunque uno de ellos me puso al tanto de los horarios de mañana y tarde, abren cuando quieren. Suelo ceñirme a esos horarios y nunca están todas las casetas abiertas. He vuelto por allí. Esta vez no quería indagar en el muestrario de las barracas, sino en esas pilas y cajones que los libreros colocan fuera, encima de las mesas provisionales. Mi objetivo consistía en dejarme la vista leyendo los títulos de los libros que venden a un euro. Hay joyas a ese precio, de segunda mano. Créanme cuando lo digo.
Me atrajo un viejo libro de Alfaguara, publicado en los ochenta: “Tómatelo con calma” (no confundir con la novela de Elmore Leonard). Su autor: un tal Warren Miller, a quien tampoco debemos confundir con un célebre esquiador de idéntico nombre. Me sedujo el argumento, sobre las pandillas de negros de Harlem en los años cincuenta. El protagonista es un adolescente. Leí algún fragmento y me recordó a “Ciudad de Dios” y a “Los boys”. Cuando llegué a casa, introduje en Google el nombre del autor. Pero era como si el libro no hubiera existido en España. Descatalogado. Todas las noticias al respecto tuve que leerlas en inglés: Miller fue un exitoso autor, consagrado con esta novela (“The Cool World”, en el original), al que llamaban el escritor blanco de la literatura negra. Murió en el sesenta y seis, de cáncer. Poco antes, Shirley Clarke dirigió una película de culto sobre dicho libro. Las pesquisas en torno a este autor me condujeron a otro tipo que cultiva un estilo similar: Piri Thomas, un dominicano célebre por su libro autobiográfico sobre la delincuencia callejera y las temporadas a la sombra, titulado “Down These Mean Streets”. El libro fue prohibido en algunas bibliotecas y alcanzó un éxito arrollador. Incluso se han rodado un par de documentales sobre Thomas, poeta y escritor. En América Latina lo tradujeron así: “Por estas calles bravas”. A España jamás ha llegado. Es incomprensible.
Dejándome los ojos por estos cajones y ejemplares apilados, encontré otras rarezas. “Disturbio en julio”, una novela de Erskine Caldwell. Caldwell es otro de esos autores editados en los cincuenta y sesenta. En los últimos años sólo han reeditado una novela suya, la estupenda “El camino del tabaco”, que tomé prestada hace tiempo de la Biblioteca Pública de Zamora. Un libro desgarrador, en la línea de las historias rurales que escribía William Faulkner. Desde entonces, he estado buscando otros libros de Caldwell. Aquel me costó, también, un euro. Al igual que “La ciudad queda lejos”, una novela de Nelson Algren, de quien empiezo ahora a buscar y leer su obra gracias al consejo de un colega poeta. Quizá les suene Algren por el libro “Cartas a Nelson Algren”, de Simone de Beauvoir. Estuvieron liados y el volumen (lo tengo desde hace años, pero aún no lo he leído) revela esta relación y los ambientes tan distintos en los que se movían ambos. Algo más me costó el último libro. Tres euros. Aún así, una ganga: “El arrecife del escorpión”, de Charles Williams. Un autor de novela negra cuyas obras suele recomendar Hernán Migoya, responsable de un ensayo sobre este escritor. “Calma total” se inspira en uno de sus libros. En la primera página de mi edición alguien ha escrito a mano lo siguiente: “Una joya”.

miércoles, enero 24, 2007

Libro: La selva de neón, de Nelson Algren


David González me recomendó a este autor, y este libro en particular. Dado que sus recomendaciones siempre son certeras, lo busqué hasta conseguir un ejemplar en una librería de viejo.
La selva de neón (he colgado la portada americana, ya que la española es demasiado cutre y bochornosa para mostrarla aquí, al menos la de la primera edición del 63, que es la que tengo) reúne nueve cuentos de Nelson Algren, de quien Magda nos recordaba el otro día que mantuvo una relación sentimental y epistolar con Simone de Beauvoir. Son relatos protagonizados por los perdedores de los bajos fondos de Chicago: alcohólicos, boxeadores en declive, presidiarios, prostitutas, ladronzuelos y asesinos. Sólo por leer cuentos como La casa de los hermanos o La carcajada del croupier, vale la pena hacerse con el libro. En el primero, un hombre encarcelado añora su hogar, hasta que sale de prisión y va en busca de su pasado y su familia. En el segundo, un boxeador acaba de obtener su paga, pero termina enredándose en borracheras y apuestas de juego. En un par de relatos, Algren describe combates de boxeo. Y su talento es tan grande que nos emocionamos, igual que si estuviéramos viendo Rocky, Toro salvaje o Million Dollar Baby. Es notable su destreza para recrear situaciones, personajes y estados de ánimo con pocos elementos.
Sin embargo, me he llevado una pequeña decepción. Tras la lectura del libro, entré en Amazon: en el índice de la ficha de la edición americana consta que se incluyen 24 relatos y una entrevista con Algren.
Me dijo David que no entendía cómo un autor de este calibre, que fue admirado incluso por Hemingway y de cuya novela El hombre del brazo de oro se rodó una película protagonizada por Frank Sinatra, no estaba reeditado en España. Tampoco yo lo entiendo. Deberían traducir otra vez sus obras, y publicar sus libros en condiciones, sin cortes. Espero que algún editor apueste por Algren.

Fallece Ryszard Kapuscinski


Esta noticia nos ha cogido por sorpresa. Aún recuerdo la lectura del magnífico libro Ébano. Extraído de El País:
El escritor y periodista polaco Ryszard Kapuscinski ha fallecido en Varsovia a los 75 años. Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003, era uno de los grandes maestros del periodismo moderno y el autor polaco más traducido y publicado en el extranjero. El escritor, que sufría una grave enfermedad, fue sometido a una complicada operación el pasado sábado. (...)
En su dilatada carrera presenció 27 revoluciones, vivió 12 frentes de guerra y fue condenado cuatro veces a ser fusilado. Harto de la censura polaca, a partir de la década de los 80 empezó a colaborar con periódicos y revistas internacionales, como The New York Times o Frankfurter Allgemeine Zeitung, a la vez que se introducía de lleno en el campo literario a través del gran reportaje. [Seguir leyendo]
[Nota: en El Lector Sin Prisas puedes leer ya mi nueva reseña, sobre Travesía nocturna, diario de Clément Rosset]

Los nuevos inviernos (La Opinión)

Salimos a la terraza, a tomar el aire y ver cómo aterrizaban los aviones en el aeropuerto. Estábamos en casa de unos amigos. Habíamos ido de visita y, tras un rato de charla, nos dio por salir al exterior. Contemplamos el espectáculo de los aviones bajando a la tierra. Apunté que ese descenso era más vistoso, o más espectacular, por la noche, cuando de lejos sólo se disciernen las luces de sus alas. Siempre preferiré mirar cómo vuela un avión a subirme dentro. En cuanto estoy a bordo y uno de estos bichos despega, me entran sudores fríos, se me encoge el estómago y el agrio veneno del pánico va dejando sus posos por mi cuerpo. Lo de volar es para los pájaros. Y para Superman, por supuesto. Mientras observábamos estos aterrizajes reparé en que habíamos salido a la terraza en camiseta de manga corta. No teníamos frío. Estábamos, además, en un octavo piso, creo. En pleno enero, en el ático de un edificio por donde cruzan los vientos (es una zona con pocos edificios altos y tiene cerca la carretera), a media tarde, que es cuando se supone que empieza a refrescar, y habíamos salido con los brazos al aire, en camiseta, y no teníamos frío.
A pesar de haberse anunciado un descenso de las temperaturas, allí estábamos. Como si fuera verano. O, mejor, una de esas mustias tardes de principios de septiembre en las que uno no puede bañarse en la piscina, pero sí salir a la calle vestido como en agosto, o, si acaso, con una chaqueta de entretiempo anudada a la cintura, para cuando anochezca. Comenté el poco frío que estaba haciendo, pese a las advertencias de los partes meteorológicos, y se habló de una noticia que, al parecer, habían dado en algún canal de televisión: la fauna y la flora andan revueltas por este clima cálido y atípico; los osos están abandonando la costumbre de hibernar; las playas catalanas están invadidas por las medusas, que no suelen abundar en invierno; ciertas aves han mudado, poco a poco, sus hábitos de emigración y otras costumbres; las ranas de Canadá no han podido hibernar y, según un estudio, esto podría debilitarlas para la primavera, e incluso afectar a su reproducción; etcétera. Ese es, en parte, el panorama. Desolador. Consecuencias del cambio climático, que está logrando que gran parte del año sea una especie de primavera extraña. Algunas tardes salgo a la calle, forrado con el jersey de cuello alto, las botas, el abrigo y demás, y a los pocos minutos ya estoy achicharrado, sudando. Para mí es aún más extraño en Madrid, pues siempre hace menos frío que en mi ciudad. En Zamora he soportado otoños e inviernos crudísimos, en los que tragaba dosis dobles de frío por mi manía de pasear por el casco viejo durante las tardes de los días laborables, ya nos azotaran las heladas, las lluvias o las nieblas. Por eso no termino de acostumbrarme. Aunque mi parte egoísta lo agradece: insisto en que he soportado demasiadas heladas en años anteriores, deambulando por ahí, y ahora me gusta salir a la calle y no tener los dedos tiesos y las mejillas congeladas. El invierno ya no es lo que era, no hay duda. Son los nuevos inviernos: calor y deshielo.
La semana pasada vi en un blog algo que me deprimió. Habían puesto un enlace a una página alemana en la que se demostraba cómo eran antes los inviernos y cómo son ahora, mediante fotografías comparativas de los mismos parajes (parques, aldeas, campos, playas, calles), hechas hoy y antaño. Ahora predominan los verdes y la ausencia de hielo. En las antiguas fotos, los paisajes se veían nevados, predominaba el hielo, la nieve, el vapor congelado en las bocas de los ciudadanos. Espero que hoy haga ese frío que anunciaban. Porque vamos de culo.

martes, enero 23, 2007

Nominaciones a los Oscar


¡Enhorabuena a Penélope Cruz (Volver)!
Y también a toda la presencia hispana de estas nominaciones: Javier Fesser y Luis Manso (Binta y la gran idea); Borja Cobeaga (Éramos pocos); Guillermo del Toro, Javier Navarrete y Guillermo Navarro (El laberinto del fauno); Alfonso Cuarón (Hijos de los hombres); Guillermo Arriaga, Adriana Barraza, Gustavo Santaolalla y Alejandro González Iñárritu (Babel), entre otros. Este es, sin duda, un año importante para el llamado cine latino.
Para ver las nominaciones, pinchar aquí.

Agregador Cultural


Esta mañana se presentó el Agregador Cultural en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. Copio y pego:

Poco a poco, algunas editoriales van viendo cómo Internet se está convirtiendo de forma imparable en uno de los principales canales de información y opinión de sus lectores.
Para las editoriales es importante estar al tanto de las conversaciones que tienen lugar en la Red, ya que les permite conocer de primera mano las opiniones e impresiones que tienen los lectores sobre sus libros. Muchos profesionales del sector del libro no se animan a testar estas herramientas porque no saben por dónde empezar, cómo evaluar la eficacia de estas herramientas, quién es quién en la Red y cómo seguir las conversaciones que tienen lugar en estos medios.
Con el fin de facilitar esta tarea a las editoriales, el
Grupo Dosdoce y el Grupo Evoluziona han creado un agregador cultural con 50 blogs especializados que habitualmente publican reseñas de libros o elaboran artículos de opinión sobre temas relacionados con el sector del libro.

[Nota: mi sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que en estos primeros 50 blogs aparece el mío, Escrito en el viento (o The Kankel, como lo han designado), y también El Lector Sin Prisas, blog en el que colaboro junto a González y Sanguino. Gracias desde aquí a Dosdoce y al Grupo Evoluziona. Mi enfermedad literaria, al menos, va obteniendo sus frutos]

Tess Gallagher visitará España


Bartleby Editores nos envía una grata noticia. Copio y pego:
Nos complace informaros que la poeta, narradora, ensayista y traductora norteamericana Tess Gallagher, viuda de Raymond Carver, ha confirmado su asistencia a los actos de "La Noche de los Libros" que se celebrará el próximo día 23 de abril en Madrid. Gallagher ha sido invitada por La Fábrica, organizadora de los diferentes actos que tendrán lugar esa tarde-noche en la ciudad alrededor del mundo de los libros.
[Nota: Bartleby publicó en 2006 un gran libro de Tess: El puente que cruza la luna. Este año traducirán una selección de su Amplitude: New and Selected Poems; además, tienen previsto editar la poesía completa de Sylvia Plath, el Repair: Poems de C. K. Williams (Premio Pulitzer) y sendos poemarios de Billy Collins y Lukas Modisson. Los esperamos con ansia]

Libro: Mi testamento, de María Antonieta de Austria


María Antonieta, de Sofia Coppola, me aburrió (lo cual no significa que la película sea mala: Coppola tiene oficio y cumple sus propósitos). Después me regalaron este libro, pero su interés es mucho mayor que el que suscita el filme. Reúne varios textos de enorme valor documental, hasta ahora inéditos en España: la Requisitoria del fiscal Fouquier-Tinville, en la que se vierten las acusaciones sobre la reina; el testamento (supuestamente apócrifo) redactado por ella, y que se divide en tres partes, a saber, María Antonieta al diablo. Epístola a su padrino, Disposiciones últimas de la viuda de Capeto, y Confesión última de María Antonieta; el último texto es El testamento de María Antonieta, una pieza breve y, esta sí, auténtica, en la que se dirige a su cuñada, antes de probar el filo de la guillotina. Todo ello bien aderezado con notas e introducciones del editor, Max Lacruz.
[Nota: este libro se presentará en Madrid, en la Librería Marcial Pons, el miércoles 31 de enero, a las 19:30 h. Al debate asistirán Luis Alberto de Cuenca, Rosa Mª Capel Martínez, José Cepeda Gómez, Guadalupe Gómez-Ferrer y uno de los editores de Funambulista, Enrique Redel]

Vetusta Morla (La Opinión)

Gracias a las recomendaciones de un par de amigos zamoranos, el viernes pasado fuimos a ver el directo acústico de un grupo de pop-rock llamado Vetusta Morla. Tocaban en un café de Madrid y acudí a escucharlos sin saber nada de ellos. No sabía si cantaban en inglés o en español (lo hacen en español), ni sabía si eran poco o muy famosos (son muy famosos en el circuito de música independiente), ni cuál era su estilo o cuántas personas formaban la banda. Mi única información era que, de momento, han grabado algunas maquetas o demos. Y que varios de mis amigos los idolatraban, sobre todo quienes trabajan en la música y están tocando en varios grupos de Madrid y Zamora. No obstante, a veces me gusta acudir a conciertos de bandas a las que nunca antes he oído. Un grupo es más puro, más auténtico, en los directos, y verlos en el escenario es una adecuada carta de presentación. Además, si no me gustaban no tenía demasiado que perder: la entrada sólo costaba seis euros y, presentándola en la barra, te servían una caña de cerveza.
Del grupo de colegas que fuimos, sólo dos o tres de ellos conocían la trayectoria del grupo. Los demás, cuando iban por la segunda canción, coincidimos en que su calidad es aplastante. Sobre el escenario, seis músicos despliegan su magia. Entre todos tocan un montón de instrumentos. Alguien me recordó que el nombre, Vetusta Morla, proviene de la novela de Michael Ende, “La historia interminable”: Morla es la anciana tortuga que vive en El Pantano de la Tristeza y a la que el protagonista, Atreyu, acude en busca de respuestas. “La historia interminable” fue un clásico de mi infancia. La banda la forman: Pucho (voz), David García “El Indio” (batería), Jorge González (percusión), Guillermo Galván (guitarra), Juan Manuel Latorre (guitarra) y Álvaro Baglietto (bajo). Se formaron en Tres Cantos, hace ya algo más de ocho años. Recogen influencias del pop británico y de la percusión latina. Han ganado algunos premios y suelen tocar en garitos y salas madrileñas, pero también han actuado en lugares como Valladolid, Pontevedra, Tarifa e incluso en Mantua y en Beirut, donde participaron en el Festival Anti Crisis. Quizá algún día toquen en Zamora; si fuera así, procuren no perdérselos. En su página web pueden descargarse los temas de “La cuadratura del círculo”, grabados en Los Conciertos de Radio 3. Sin embargo, puedo jurar que aún suenan mejor en directo que en una grabación. En YouTube hay algunos videoclips y grabaciones de su andadura por las salas madrileñas.
Vetusta Morla es una banda con mucha fuerza, con temas dotados de armonía y letras líricas y consistentes, con músicos muy compenetrados en el escenario. La energía que desprenden es contagiosa, y también el ritmo. Una vez que uno escucha las primeras canciones no se explica por qué aún no han grabado un disco para una discográfica de las grandes. Y lo cierto es que tienen numerosos seguidores. Acaso sean los misterios del panorama musical de la actualidad, obsesionado por hacer caja rápida con todos esos cantantes de diseño, salidos de escuelas y concursos como si fueran clones construidos en una fábrica de juguetes. A los músicos de verdad les toca sufrir y sudar lo suyo, tocando en pueblos y en bares pequeños, fogueándose durante años hasta que encuentran una oportunidad. El garito donde tocaron el viernes (y el sábado) por la noche se llama Café La Palma. Estaba lleno. Recomiendo escuchar su maqueta “Mira”, donde se encuentran temas como “La gravedad” o “La marea”.

lunes, enero 22, 2007

Libro: Moteros tranquilos, toros salvajes, de Peter Biskind


Apasionante. Esa es una de las palabras para describir este libro, subtitulado La generación que cambió Hollywood. El título original es Easy Riders, Raging Bulls, en alusión a dos películas básicas de la revolución de los nuevos cineastas que surgieron a finales de los sesenta: Easy Rider (Buscando mi destino) y Toro salvaje. Biskind se ha entrevistado con media industria, y construye un libro que se devora desde la primera línea.
Ningún cinéfilo debería perdérselo, porque su autor nos habla de los entresijos de los rodajes, de cuánto cambió, por ejemplo, El padrino, desde su idea original hasta su estreno. Y nos habla de los directores que cambiaron el cine en los años setenta: Altman, Lucas, Coppola, Ashby, Spielberg, Friedkin, Bogdanovich, Cimino, Malick, Scorsese, Schrader, y de películas como M.A.S.H., La guerra de las galaxias, Apocalypse Now, Tiburón, El exorcista, Malas calles o La puerta del cielo. Directores que conocieron éxitos brutales (French Connection, La última película, Taxi Driver) y fracasos estrepitosos (THX 1138, Corazonada, Popeye, Carga maldita, 1941), y productores, guionistas y directores que se introdujeron en una tela de araña hecha de drogas, sexo, alcohol, poder, traiciones, suicidios y asesinatos. Apasionante, repito. Un libro de cabecera. Dentro de un par de semanas me pondré con el otro ensayo de Biskind, Sexo, mentiras y Hollywood, sobre el cine independiente de los noventa.

La dieta de entonces (La Opinión)

Me pregunto, últimamente, cómo no caí desfallecido en los tiempos en que vivía y estudiaba en Salamanca, a raíz de la pobre alimentación con la que iba subsistiendo. Mi alimentación era digna de un superviviente sin nada en los bolsillos que viviera solo en un apartamento de soltero. Obedecía a dos razones: una, que si gastaba todo el dinero de la semana en comida, me tocaba renunciar al libro semanal que solía comprarme y, así, procuraba tirar adelante con lo indispensable; dos, que no sabía preparar demasiados platos. Conocía las cuatro recetas del estudiante, a saber: arroz cocido, macarrones con tomate, verdura hervida y las habituales fritangas de huevos, patatas, salchichas y panceta. Mientras me sometía, semana tras semana, a esta dieta, mis colegas de piso se preparaban jugosos y alimenticios cocidos, paellas y estofados. Uno de los primeros años decidí alimentarme mejor. Entré en una carnicería y le pedí al dependiente unos cuantos filetes de ternera. Iba decidido a endosarme las necesarias proteínas para los próximos días. Cuando el hombre me cobró el pedido, descubrí que apenas me quedaba ya una peseta para el resto de la semana. Y estábamos a lunes. Fue la primera y la última vez que compré carne en mis tiempos de estudiante. Regresé obediente al arroz y a los macarrones.
Por otra parte, dado que regresaba a casa, en Zamora, con una periodicidad de quince días, la alimentación no me preocupaba demasiado: ya comería bien en esos fines de semana alternativos. La cuestión era aprovechar los platos caseros y apretarme el cinturón en la estancia salmantina. Creo que nunca he comido peor. Para colmo, durante el primer año, cuando aún no tenía piso y hacía ese insoportable trayecto entre Zamora y Salamanca en el autobús, a diario y metiéndome unos madrugones aborrecibles, muchos días me tocaba comer cerca de la universidad, porque nos habían endosado clases por la mañana y por la tarde. Ya he contado alguna vez que la dieta barata de los comedores universitarios me dejó el estómago hecho puré. Es lo lógico cuando comes de ollas cocinadas para regimientos y te endosan toneladas de sebo. Tocara lo que tocase, los platos siempre brillaban de grasaza. No lo dudo: el servicio de cocina habrá mejorado desde entonces, pero lo que a mí me tocó fue un infierno, un rancho pegajoso que me dejaba, antes de tomar el postre, con una bola en el estómago, igual que si hubiera engullido un amasijo de trapos untados en brea. Cuando empecé a vivir allí, y por tanto a cocinar, no es que me convirtiera precisamente en un chef, pero mis escasas recetas no contenían esa sobredosis de aceites de girasol y de condimentos varios. Jamás renuncié, claro, a comprarme un libro cada semana, o cada dos semanas. Creo que se me puso el rostro famélico de los hambrientos.
Después de la universidad las cosas cambiaron. Y sobre todo ahora, en Madrid, donde trato de aprender recetas nuevas con paciencia e ilusión. A veces, incluso me invento los platos, por experimentar. He de decir, en mi beneficio, que esos experimentos han concluido, por ahora, con éxito. Ya no son los tiempos de Salamanca, en los que podía alimentarme bien cada quince días. Ahora sólo regreso una vez al mes. Así que, por la cuenta que me trae, cada día me pongo un mandil (metafórico) y manejo los fogones. Lo curioso es que mis amigos siempre me miran con sorna: “¿Cocinas tú, en serio?”. No es la primera vez que en mi entorno desconfían de mis posibilidades. Cuando acabé la maldita carrera, en cinco años, mis colegas dijeron: “Nunca creímos que lo conseguirías”. Yo pensaba lo mismo.

domingo, enero 21, 2007

Portadas exquisitas


Created in Darkness by Troubled Americans: The Best of McSweeney's, Humor Category, antología de textos de varios autores, reunidos bajo los auspicios de Dave Eggers. Inédito en España.

Citas. 26


Toda amistad entre hombres es esencialmente quijotesca: sólo perdura mientras ambos amigos están dispuestos a limpiar el casco de batalla, subirse al burro y cabalgar detrás del otro en pos de una dudosa aventura y una ilusoria gloria.
Michael Chabon, Chicos prodigiosos

Motes (La Opinión)

Alguien del Partido Popular dice que se está banalizando la violencia escolar en España y que la imposición de motes debería estar incluida en la categoría de agresiones psicológicas. No pasa un día sin que algún político del ámbito nacional suelte una chorrada. Me da igual si son de derechas o de izquierdas: estoy harto de escuchar en televisión a unos y a otros. Siempre que un político asoma la cara en la tele, me apresuro a cambiar de canal. Incluso prefiero tragarme el marujeo o un culebrón. Lo que ocurre es que uno lee muchos periódicos y, al final, entre la baraja de titulares, no puede evitar tropezarse con declaraciones como la que apuntaba al principio.
Lo de los motes es, prácticamente, un deporte. Un deporte nacional. O internacional, si me apuran. No conozco a nadie sin mote. Desde que era un crío, me han puesto tantos motes que he perdido la cuenta. En el colegio, en el instituto, en la universidad, en la pandilla de amigos, entre los conocidos, en los entornos laborales, entre los familiares, en casa y hasta en los bares. La última vez que me dio por consignar los motes que me colgaron, creo que pasaban de veinte o treinta. El mismo número (o es posible que muchos más) de motes con los que yo he ido bautizando a familiares, amigos, enemigos, profesores, alumnos, novias, conocidos y desconocidos. Me basta ver, circulando por la calle, a un tipo al que jamás había visto en mi vida para ponerle un mote. Lo que sucede con los motes, claro, es que unos gustan y otros desagradan. En mi pandilla, asignar motes es un ejercicio semanal, y no exagero. Día a día nos vamos bautizando unos a otros con los motes más ridículos y agresivos. Pero sólo unos pocos logran cuajar. En los pueblos no existe familia sin apodo colectivo ni vecino sin mote individual. Es cierto que, en el colegio, la imposición de motes es una prueba difícil de superar. Es un trago, en la mayoría de las ocasiones, tan amargo como una cucharada de hiel. Pero considerarlo una “agresión psicológica” se me antoja un despropósito. Si empezamos así, amén del lenguaje políticamente correcto que le gusta endosarnos al Partido Socialista, vamos a terminar convertidos en payasos de una sociedad artificial, donde todo esté prohibido y penado. La novela de “1984” está más presente de lo que creemos. Que el futuro será negro es una carta a la que jugaron los artífices de la ciencia ficción, y me temo que no se equivocaban.
Es una prueba difícil de superar que, siendo un crío que debe ir a diario al colegio, te adjudiquen motes. La mejor defensa es poner tú otros tantos. Así, al menos, he funcionado yo siempre. Si alguien te cuelga un mote, cuélgale tú a él dos o tres. Pero, en la infancia, me dirán qué aspecto no es traumático. Todo es traumático, o al menos lo fue en mi infancia. Los propios maestros ponían motes a los alumnos menos aplicados; yo vivía aterrado por la estricta dieta casera y medicinal de inyecciones, supositorios y Vicks VapoRub (ese horrible ungüento con el que nos embadurnaban el pecho antes de dormirnos, cuando teníamos resfriados); no era raro tropezarse con matones en el patio del colegio; las noticias sangrientas le dejaban a uno sumido en terrores nocturnos; las pesadillas solían ser frecuentes por cualquier causa; el desprecio de algún familiar o el grito de un padre nos dejaban hechos trizas para varios días; el menú también era una tortura, pues cuando uno es niño sólo le gustan tres o cuatro platos, y no siempre muy saludables; descubrir las mentiras navideñas tampoco ayudaba demasiado. En la infancia uno no levanta cabeza. Y tampoco luego. Pero un mote no es una agresión, sino el material diario con el que nos toca vivir.

sábado, enero 20, 2007

Más de 50 autores e ilustradores



He tomado el banner del blog Crónicas para decorar un vacío. (Gracias)

El concierto de anoche



Anoche, gracias al consejo de un colega, fui a ver en el Café La Palma a este grupo español: Vetusta Morla. Aún estoy flipando con su calidad. Y ni siquiera tienen disco, sólo una o dos maquetas. Van a pegar muy fuerte. La próxima semana hablaré de ellos en un artículo.

Portadas exquisitas


Eating Naked: Stories, libro de cuentos de Stephen Dobyns, traducido por Circe como Comiendo desnudos.

Crimen rural (La Opinión)

En cada pueblo suele haber una o dos personas que no se andan con chiquitas. Si hay contratiempos, a veces los problemas se resuelven a la antigua usanza: escopeta de dos caños y una perdigonada para atajarlos. Esto no es sólo literatura de los libros, a menudo violentos, de Camilo José Cela y Miguel Delibes; también lo encontramos en las noticias. Cada vez con menos frecuencia, por fortuna. Cuando el tiempo pasa y las aguas se amansan, entonces se hacen películas, series televisivas, documentales y crónicas periodísticas sobre los crímenes rurales. No los voy a enumerar, están en la memoria de todos.
Sigo con cierta fascinación esa novela en marcha que es el asesinato del alcalde de Fago, un pueblecito cautivador, a juzgar por las fotos que he visto de sus calles y de las fachadas de sus casas. Un pueblo de Huesca donde, lógicamente, están hasta las narices de soportar la invasión de los medios. Porque los medios son así: en cuanto pase el revuelo y se resuelva el crimen (o no se resuelva nunca, como sucede con tantos casos de crímenes sin resolver en mi tierra, en mi ciudad), se largarán para siempre y Fago volverá a ser lo que era, un pueblo recluido en sí mismo y casi olvidado por el mundo. Esto, no obstante, sucede en todas partes. En el documental “Bowling for Columbine”, que sigue la masacre de esos dos estudiantes adolescentes, resentidos y solitarios, que regresaron a clase con un arsenal y se liaron a tiros con profesores y alumnos, nos cuentan cómo un apacible pueblo es invadido por los reporteros, por las cámaras de televisión, por los modernos equipos y las furgonetas donde se almacenan, por los entrevistadores que acosan a sus habitantes y no los dejan en paz hasta que se evapora el interés informativo y la noticia pasa de moda. Al alcalde de Fago lo encontraron en un barranco, con varios tiros en el cuerpo. Dicen que había recibido amenazas y tuvo que soportar diversos inconvenientes: cuentan en la prensa que una vez le dejaron sin líquido de frenos en el coche, que le pincharon los neumáticos, que le amenazaron mediante correos electrónicos anónimos. No le demos más vueltas: hay alcaldes que se la juegan en los pueblos. Miren, si no, el alcalde de Peque, al que casi linchan. Nunca estuve de acuerdo con sus descabelladas ideas: pero, de ahí a hacerle la vida imposible, hay un trecho y una línea que nunca debemos cruzar. Leo en un periódico esto, relativo a Fago: “La mayoría de los vecinos, hartos de repetir una y otra vez las mismas cosas, han optado por recluirse en sus casas y cada vez son más reacios a responder a las preguntas de los reporteros”. Y no me extraña. Ya digo que esto sucede con frecuencia: aldeas de las que nadie se acuerda y que luego, por una polémica, un asesinato u otros asuntos turbios, terminan convertidas en el eje de las noticias, y aparecen en todas partes, desde los informativos hasta los programas de cotilleo, sin olvidarnos de la vertiente amarilla.
Los crímenes rurales me parecen más terroríficos que los urbanos. Porque los pueblos cuentan con pocos habitantes y se conocen entre ellos. En la gran ciudad, quizá nunca te hayas cruzado antes con tu asesino; en un pueblo, quizá hayas compartido un chato con él en la cantina de la plaza. De aquí se ha sacado siempre mucha literatura y mucho cine (perdonen que insista: son mis temas favoritos), pero ya apenas interesan. Hoy sólo queremos novelas y películas sobre asesinatos templarios. Dos de los mejores filmes españoles de los últimos años, por cierto, contienen crímenes rurales: “La vida que te espera” y “La noche de los girasoles”.

viernes, enero 19, 2007

J. T. Leroy


Mondadori publica este mes lo último de J. T. Leroy, El final de Harold, la historia de un niño adicto a la heroína. Aún no he leído ninguno de sus otros libros traducidos en España, ni Sarah ni El corazón es un mentiroso. Hace poco hubo un escándalo: se destapó que Leroy no había vivido todas las descarnadas aventuras callejeras que contaba en sus libros, y que no era un chaval precoz y travestido, sino una mujer de treinta y tantos. Lo cierto es que a mí, personalmente, me da igual si sus historias son autobiográficas o inventadas. Lo que me interesa es que sepa contarlas y escriba bien, aunque supongo que, al ser vendidas como autobiográficas y luego demostrarse que no lo son, perderán cierto valor documental. Un día de estos tendré que pasarme por las librerías y echar un vistazo a las obras de Leroy, ya que reconozco que aún no he leído ni una línea. Leroy cuenta (o contaba) con el apoyo de Asia Argento, Tom Waits, Gus Van Sant y Dave Eggers. Este último escribe el prólogo de El final de Harold, y a mí me merece mucho respeto.

Citas. 25



Cuando uno ya ha pasado de los treinta y vive con la mujer que ha elegido, tiene que comprometerse o arriesgarse a perderla para siempre.
Julio Llamazares, El cielo de Madrid

Imposturas (La Opinión)

Si se han fijado, cuando entrevistan a los actores, actrices y directores, y estos hablan de su último proyecto, siempre les preguntan por las relaciones con el resto del equipo. A los directores, si les gustó trabajar con los actores fichados para su última obra. A los propios actores, si se llevaron bien con sus colegas de reparto y si volverían a trabajar con el director. Esto también se aprecia en los diarios de rodaje y en los llamado “making of” de los contenidos extras de los dvd. Cuando les preguntan, tanto los directores como los actores sólo hablan maravillas de los demás. Oímos frases del estilo a “Es el mejor director con el que he trabajado”, “Hubo un ambiente muy distendido en el plató. Congeniamos en seguida” y “Ella es la más grande las actrices. Viéndola actuar, a uno le cuesta estar a su altura”. Una tarde, viendo una de estas entrevistas, alguien me dijo que no se creía que todo Hollywood se llevara bien entre sí, y que le escamaba que siempre dijeran lo mismo, tanto los actores como los directores. Dado que trato de ser ingenuo respecto al Séptimo Arte, creo que dije algo así como que no era raro, que unos y otros se morían por trabajar juntos y bla bla bla.
Descubro estos días que quien me comentó aquello tenía razón. Los contratos de los miembros más importantes (de cara al negocio) del cine, que son los actores, las actrices y los directores, por lo general estipulan que deben promocionar la película. No se entendería que se insultaran, y revelaran lo mal que lo han pasado y lo mucho que han discutido, mientras nos venden el producto. De modo que hacen de tripas corazón, y tratan de decirle al mundo que el rodaje ha ido sobre ruedas. Lo descubro gracias a uno de los dos libros de ensayos y entrevistas publicados en España por Anagrama y bajo la autoría del norteamericano Peter Biskind. Había oído hablar maravillas de ambas obras: “Moteros tranquilos, toros salvajes” y “Sexo, mentiras y Hollywood”. De momento, estoy con el primero, y, casi literalmente, me lo estoy merendando. Ya nos avisó un periodista de un diario americano: “Un libro apasionante y una verdadera rareza, pone todos los entresijos de Hollywood al descubierto, y lo leemos boquiabiertos, engullendo un escándalo tras otro a tal velocidad que corremos el riesgo de ahogarnos”. El segundo ha sido muy alabado por Quentin Tarantino, quien dijo que no podía soltar de las manos su ejemplar. El primero desvela los entresijos de los rodajes de las películas de los años setenta, cuando las cosas cambiaron y se apostó por otros aires (nuevos directores, nuevos actores y guiones y personajes más arriesgados). El segundo mete su bisturí en las entrañas del cine independiente. Los ensayos de Biskind no son esa suma de cotilleos y rumores que podemos encontrar en otros manuales al uso. Lo suyo es una investigación profunda, pura y dura, consistente en hablar con la gente del negocio. Horas y horas de entrevistas y cientos de personajes entrevistados.
Sólo llevo doscientas cincuenta páginas (tiene seiscientas sesenta y siete), pero ya me han quedado claras muchas de las imposturas de Hollywood. En las entrevistas de promoción, a las que aludía al principio, todos mienten. Porque el libro descubre cómo el personal acaba a tiros. Productores enfrentados con directores. Directores enemistados con actores. Actores persiguiendo a actrices. Matrimonios rotos. Portazos, enfados y discusiones. Puntos de vista opuestos. Sexo, dinero, poder, droga. Que luego salgan de los estudios maravillas como “El padrino” o “La última película” es poco menos que un milagro. Biskind, además, nos enseña las debilidades de cada uno, y eso es admirable. Demuestra que las estrellas son humanas.

jueves, enero 18, 2007

Portadas exquisitas


Down and Dirty Pictures: Miramax, Sundance, and the Rise of Independent Film, libro de ensayos de Peter Biskind, traducido por Anagrama como Sexo, mentiras y Hollywood. Miramax, Sundance y el cine independiente.

Desconfianza (La Opinión)

Tomando unas cañas me contó un amigo la anécdota que había vivido en la calle. Caminaba por una acera y, de lejos, al fondo, vio cómo una mujer parecía preguntar algo a un transeúnte. La mujer llevaba algo en la mano. Pero el transeúnte no quiso detenerse. Hizo uno de esos gestos de alejamiento, que todos practicamos en la calle cuando se nos acerca un vendedor de relojes o una chica con un bloc para hacernos una encuesta: consiste en mover la mano, como si espantáramos a una mosca, y tal vez en decir que no, que no nos interesa, que tenemos prisa. La mujer trató de preguntar a otra persona. Según mi amigo se acercaba al lugar donde ella permanecía, creyó entender que necesitaba ayuda. Que estaba preguntando algo, pero nadie se paraba. Por fin, él llegó a su altura. Cuando la mujer se dirigió a él, mi colega se detuvo. A escuchar. Ella, muy amable, dijo: “Perdone, tengo una moneda de dos euros y necesito suelto para la máquina de la ORA. ¿Tendría cambio?” Mi colega se sorprendió. Todo el mundo había salido por piernas cuando ella se acercaba. No vestía mal, no mostraba síntomas de padecer nada contagioso ni de ser una atracadora. Era una mujer como usted o como yo, o como mi amigo: alguien metido en un aprieto porque no disponía de cambio. Mi amigo le dijo: “No faltaría más. Y, si es necesario, le presto el dinero”. Después de contárnoslo, apuntaba: “Me pareció increíble la desconfianza de la gente. Una pobre mujer que ni siquiera está pidiendo que le des dinero. Sólo pedía un favor. Cambio. Algo tan sencillo como eso”.
Este amigo del que hablo trabaja, además, en la radio. Antes estaba en Alicante, y ahora lo han trasladado a Madrid. En un especial radiofónico de Navidades se le ocurrió poner en práctica una idea, algo parecido al “Siente un pobre a su mesa”. Llamaba por teléfono desde la emisora, y escogía números al azar. A quien respondiese al teléfono le contaba una historia inventada: decía ser un individuo solitario, que se había pasado muchos años cenando solo en Nochebuena, y que, como no tenía a nadie, ni amigos ni familiares, se le había ocurrido llamar a alguien al azar y pedirle que le invitara a cenar con su gente. Para sentirse menos solo. Dado que él interpreta con mucha eficacia este tipo de papeles, las personas al otro lado del teléfono picaban el anzuelo. Pero ponían excusas, o le mandaban a paseo, o le decían que quién se creía que era. Nadie puso su granito de arena para eso que llamamos ser solidario. “Mucha Nochebuena y mucha felicidad y bondad y todo eso, pero nadie es capaz de ayudar al prójimo”, me dijo. Tras cada llamada, les aclaraba que se trataba de una broma para un especial de la radio. Entonces se relajaban: ya no había compromiso.
Estas dos anécdotas, en las que interviene el mismo amigo, revelan de manera muy clara cómo somos. En qué nos hemos convertido. Al personal le gusta, en estos tiempos, ir con la bandera de la solidaridad y lo políticamente correcto, trata de cambiar el lenguaje y manifestar que ya no debemos hablar de ciegos, sino de “discapacitados visuales”, ni decir gordos, sino “fuertes”, ni nombrar a los negros y a los blancos, sino llamarlos “afroamericanos” y “subsaharianos” y “caucásicos”, pero, a la hora de la verdad, aquí nadie se moja. Todo es palabrería vana, poses de cara a la galería y cartas a los directores de los periódicos demostrando lo correcto que es uno con el prójimo. Por culpa del miedo y la inseguridad y, sobre todo, la desconfianza, nos hemos convertido en esa clase de personas. No me excluyo. En ocasiones (no siempre, por fortuna) he huido de quien, en la calle, se me acercaba, tal vez a pedirme un favor.