viernes, diciembre 31, 2021

El gabinete de un aficionado, de Georges Perec

 

 

Unas semanas después de este incidente que la prensa, unánime, calificó de grotesco, pero que ensombreció considerablemente los últimos días de la exposición (la mayoría de los artistas retiraron sus telas en señal de solidaridad con el “coleccionista y el artista escarnecidos”, y la ceremonia de la entrega de premios hubo de anularse), apareció un extenso estudio sobre el cuadro de Kürz en una revista de estética un tanto confidencial, el Bulletin of the Ohio School of Arts. El autor, un tal Lester K. Nowak, titulaba su artículo “Art and Reflection”. “Toda obra es el espejo de otra”, adelantaba en su preámbulo: un número considerable de cuadros, si no todos, solo adquieren su verdadero significado en función de obras anteriores que se encuentran en él, sea simplemente reproducidas integral o parcialmente, o, de una manera mucho más alusiva, encriptadas. Desde esta perspectiva, convenía conceder una atención particular a este tipo de pinturas que comúnmente se llamaban “gabinetes de aficionado” (Kuntskammer) y cuya tradición, nacida en Amberes a finales del siglo XVI, se perpetuó sin decaer a través de las principales escuelas europeas hasta mediados del siglo XIX. Juntamente a la noción misma de museo y, por supuesto, de cuadro como valor mercantil, el principio inicial de los “gabinetes de aficionado” fundaba el acto de pintar en una “dinámica reflexiva” que sacaba sus fuerzas de la pintura ajena.


[Anagrama. Traducción de Menene Gras Balaguer] 

Cow: primer cartel

 


Joan Didion (1934 - 2021)

 


The Batman: nuevo cartel

 


En Aleteia: La vacuna contra el hambre

 

Aquí

Jean-Marc Vallée (1963 - 2021)

 


Doctor Strange in the Multiverse of Madness: primer cartel

 


Ágata Lys (1953 - 2021)

 


miércoles, diciembre 22, 2021

Jakob von Gunten, de Robert Walser

 

 

Me divierte ver un poquito furiosa a la gente que quiero. Nada me es más agradable que dar una imagen totalmente falsa de mí mismo a quienes ocupan un lugar en mi corazón. Tal vez sea injusto, pero también audaz y, por ende, decoroso. Por lo demás, en mi caso hay también cierta morbosidad, lo reconozco. Así, por ejemplo, cuando creo que es indeciblemente hermoso morir con el convencimiento, terrible, de haber ofendido a los que más quiero en el mundo, dejándoles las peores opiniones sobre mi persona. Es algo que nadie podrá comprender, o acaso sólo quien logre sentir, a través de la obstinación, el estremecimiento que produce la belleza.

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La prohibición de hacer algo resulta a veces tan atractiva que no se puede por menos que hacerlo. Por eso me agradan tanto las coacciones de cualquier tipo: consienten el placer de transgredir la ley. Si en este mundo no hubiera ningún mandamiento, ningún deber, me moriría, me consumiría, me anquilosaría de aburrimiento. Necesito vivir espoleado, forzado, sujeto a tutela. Es algo que me fascina. Al final soy yo, y nadie más que yo, quien decide.

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Es curioso el placer que siento al provocar estallidos de ira en los que ejercen el poder.

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En realidad, los que se esfuerzan por tener éxito en el mundo se asemejan terriblemente unos a otros. Todos tienen en común cierta afabilidad fugaz y evanescente, y es el desasosiego, creo yo, lo que domina a esa gente. Se desentienden rápidamente de las cosas y personas conocidas, sólo para poder atender, al minuto siguiente, aquellas novedades que también parecen exigir su atención. A nadie desprecian estas almas buenas; aunque sí, tal vez lo desprecien todo, pero no pueden dejarlo entrever por temor a cometer, de buenas a primeras, alguna imprudencia. Son amables por melancolía y simpáticos pos desasosiego. Y además cada cual quiere sentir estima por sí mismo.

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A menudo tengo la sensación de sufrir una derrota interior enorme.

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Usted ha sido para mí la salud corporal. Cuando leía un libro, era a usted a quien leía, no el libro: usted era el libro. De veras. De veras.


[DeBolsillo. Traducción de Juan José del Solar]


Trailer de The Northman

 

 

Aquí

Cartel de The Novice

 


Death on the Nile: 2 carteles

 



domingo, diciembre 19, 2021

Próximamente: Nikolái Gógol

 

 

De Vladimir Nabokov. En Anagrama.

Cartel de You Won't Be Alone

 


Gloria Jean Watkins aka bell hooks (1952 - 2021)

 


Cartel de Uncharted

 


miércoles, diciembre 15, 2021

Greenlights, de Matthew McConaughey

 

 

Esta no es una autobiografía tradicional. Sí, cuento historias del pasado, pero no tengo ningún interés en la nostalgia, el sentimentalismo o la reclusión que requieren muchas memorias. Tampoco es un libro de consejos. Aunque me gustan los predicadores, no estoy aquí para predicar ni para deciros lo que tenéis que hacer.
Esta es una obra de enfoque. Estoy aquí para compartir historias, conocimientos y filosofías que pueden entenderse objetivamente y, si lo deseas, adoptarse subjetivamente, ya sea transformando tu realidad o cambiando el modo en que la percibes.

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Soy una persona optimista por naturaleza, y el humor ha sido uno de mis grandes maestros. Me ha ayudado a lidiar con el dolor, la pérdida y la falta de confianza. No soy perfecto; no, piso mierda todo el rato y lo reconozco cuando lo hago. Pero he aprendido a quitármela de las botas y seguir adelante.

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Treinta y cinco años de darme cuenta, recordar, reconocer, reunir y anotar lo que me ha conmovido o excitado por el camino. Cómo ser justo. Cómo tener menos estrés. Cómo divertirme. Cómo hacer menos daño a las personas. Cómo hacerme menos daño. Cómo ser un buen hombre. Cómo conseguir lo que quiero. Cómo tener un sentido en la vida. Cómo ser más yo.

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A veces tienes que retroceder para poder avanzar. Y no me refiero a volver atrás para revivir cosas o perseguir fantasmas. Me refiero a retroceder para ver de dónde vienes, dónde has estado, cómo llegaste AQUÍ.

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[Mi madre] Siempre nos decía: “No entréis en un lugar como si quisierais comprarlo, entrad como si fuera vuestro”.

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No estamos aquí para tolerar nuestras diferencias, estamos aquí para aceptarlas.
No estamos aquí para celebrar nuestras semejanzas, estamos aquí para aplaudir nuestras distinciones.
No nacemos en las mismas circunstancias, o con las mismas habilidades, pero deberíamos tener las mismas oportunidades.
Como individuos, nos unimos en nuestros valores.
Celebrémoslo.

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A veces tenemos que dejar atrás lo que conocemos para averiguar lo que sabemos.

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¿Alguna vez te has quedado atrapado en una rutina? ¿Atascado en el carrusel de un mal hábito? Yo sí. Vamos a cometer errores, reconocerlos, enmendarlos y seguir adelante. La culpa y el remordimiento matan a muchos hombres antes de tiempo. Bájate del coche en marcha. Eres el autor del libro de tu vida. Pasa página.

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La muerte, una crisis familiar y los recién nacidos –el final de una vida, intentar mantener una vida y dar la bienvenida a una nueva– son las tres cosas que harán que tu suelo se tambalee, te aportarán claridad, te recordarán que eres mortal y, por tanto, te proporcionarán el coraje para vivir de una manera más sólida, fuerte y verdadera. Tres cosas que hacen que te preguntes: “¿Qué es lo que importa?”.
Tres cosas que hacen que te des cuenta de que
todo importa.

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Así que aquí estoy, con cincuenta años, mirando atrás para mirar hacia delante.  

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Todos tenemos cicatrices, y adquiriremos más. Así que antes que luchar contra el tiempo y desperdiciarlo, bailemos
con el tiempo y amorticémoslo, porque no vivimos más cuando intentamos no morir, vivimos más cuando estamos demasiado ocupados viviendo.  


[Libros Cúpula. Traducción de Eva Raventós]

Cartel de France

 


Cartel de A Journal for Jordan

 


Lina Wertmüller (1928 - 2021)

 


martes, diciembre 14, 2021

Nominaciones a los Globos de Oro 2022

 

 

Aquí



Próximamente: Siempre medianoche

 

 

De Jerry Stahl. En Malas Tierras.

Cartel de The Unbearable Weight of Massive Talent

 


Verónica Forqué (1955 - 2021)

 


Scream: cartel oficial

 


Anne Rice (1941 - 2021)​

 


sábado, diciembre 11, 2021

La biblioteca de los libros perdidos, de Stuart Kelly

 

 

Este libro de Stuart Kelly nos muestra un trabajo impresionante. Comparte título e intenciones con otro ensayo de Alexander Pechman que, por el momento, no he leído: no sé por qué, me atrajo más el de Kelly (quizá porque ya no es fácil de conseguir en las librerías de novedades). También circula por ahí Historia de los libros perdidos, de Giorgio Van Straten, que tampoco he leído.

La introducción del volumen de Stuart Kelly incluye esta frase (La historia entera de la literatura era también la historia de la pérdida de la literatura) que conecta, al final, con esta otra incluida en su conclusión (La pérdida no es una anomalía, ni una desviación o excepción. Es la norma. Es la regla. Es ineludible). Entre medias, nos ha metido en las vidas y en las pérdidas de un montón de escritores, en orden cronológico de nacimiento: Homero, Longino, Geoffrey Chaucer, Miguel de Cervantes, Jean Racine, Laurence Sterne, Jane Austen, Frank Norris, Bruno Schulz o Sylvia Plath, por citar sólo unos cuantos ejemplos de una nómina de alrededor de 80 nombres.

En esta historia de los libros que no llegaron a completarse hay de todo: desde los manuscritos cuya escritura quedó a medias porque a los autores les pilló la muerte hasta ésos que ni siquiera llegaron a escribirse pero de los que sus artífices hablaban en sus cartas como próximos proyectos, pasando por casos en los que sólo pudieron componer unos pocos poemas o unos pocos capítulos porque perdieron el original y, las más de las veces, no quisieron reconstruir de memoria lo perdido. Hay casos de incendios en bibliotecas, de originales robados o perdidos por un despiste, de obras censuradas y prohibidas, de cartas y diarios que los herederos prefirieron arrojar al fuego (en vez de desobedecer las últimas voluntades, como hizo Max Brod). Hay anécdotas increíbles y otras más o menos conocidas. Sólo se le podría reprochar algo que Sofía Rhei ya señaló en su reseña de 2007: que apenas aparezcan escritoras en la nómina, quizá porque (como señala ella) Kelly se ocupaba sobre todo de cumplimentar el canon oficial, mayoritariamente masculino.

Para acabar, esta reflexión del autor en las primeras páginas:

¿Perderse es acaso lo peor que puede pasarle a un libro? Un libro perdido es susceptible hasta cierto punto de satisfacer un deseo. El libro perdido, como la persona a la que nunca te atreviste a pedir un baile, se vuelve infinitamente más atractivo por la simple razón de que puede ser perfecto tan sólo en la imaginación.


[Ediciones Paidós. Traducciones de Miguel Candel y Marta Pino Moreno]

Trailer de Operation Fortune: Ruse de guerre

 

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Munich: The Edge of War: 2 carteles

 



Cartel de Ambulance

 


martes, diciembre 07, 2021

Que no te quiten la corona, de Yannick Haenel

 

 

En aquella época, yo estaba loco. En la maleta llevaba un guión de setecientas páginas sobre la vida de Melville: Herman Melville, el autor de Moby Dick, el mayor escritor estadounidense de todos los tiempos, aquel que al mandar al capitán Ahab en pos de la ballena blanca provocó un motín de dimensiones colosales y ofreció a través de sus libros torbellinos de profecías a las cuales yo me aferraba desde hacía años; Melville, cuya vida había sido una catástrofe perpetua, que no había hecho más que luchar sin descanso contra la idea del suicidio y que, tras haber vivido las más fabulosas aventuras en los mares del Sur y saboreado las mieles del éxito narrándolas, se había convertido a la literatura, es decir, a una concepción de la palabra como verdad, y había escrito Mardi, que nadie leyó, y luego Pierre o las ambigüedades, que nadie leyó, y luego El estafador y sus disfraces, que nadie leyó, antes de encerrarse los últimos diecinueve años de su vida en una oficina de aduanas de Nueva York y confesarle a su amigo Nathaniel Hawthorne: “Aunque escribiera los Evangelios de este siglo, moriría en la miseria”.

**


En el fondo, un escritor –un verdadero escritor (Melville, y también Kafka, me decía, o Lowry o Joyce: sí, Melville, Kafka, Lowry y Joyce, exactamente esos cuatro, y repetía sus nombres a mis amigos y a los productores con los que me cruzaba)– es alguien que consagra su vida a lo imposible. Alguien que tiene una experiencia fundamental con la palabra (que encuentra en la palabra una vía hacia lo imposible). Alguien a quien le ocurre algo que sólo sucede en la esfera de lo imposible. Y aunque ese algo sea imposible no por ello deja de ocurrirle: al contrario, le ocurre lo imposible porque su soledad (es decir, su experiencia con la palabra) es tal que pueden suceder ese tipo de cosas inconcebibles, y suceden a través de las frases, a través de los libros que escribe, frases y libros que, aunque parezcan estar hablando de otra cosa, no hacen más que hablar secretamente de eso.

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Cuando sobrevivimos al rito que nos aparta de los demás, nos enfrentamos al abismo.

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»El propio cine es un virus –dijo–: el cine representa la idea misma de virus, con sus imágenes planetarias, con los tráilers que pasan a la velocidad de la luz por las pantallas de nuestros ordenadores; en el fondo, ya no hay necesidad de rodar películas –dijo Pointel–, bastaría con los tráilers promocionales, que son realmente virales: no dejan de fabricar deseos, unos deseos que ya no son nuestros, sino los que la industria del cine ha decidido que tengamos; y por culpa de esas imágenes que confundimos con nuestros deseos, la gente acude a las salas o se engancha a internet.    



[Traducción de Pablo Martín Sánchez]

Nightmare Alley: nuevo cartel

 


Primeros minutos del día de mi cumpleaños

PRIMEROS MINUTOS DEL DÍA DE MI CUMPLEAÑOS,
27 de abril, por la noche y con el balcón
abierto. La noche en el aire ligera. Mañana
cumpleaños en el encierro. Cumpleaños con libros,
quizá con poemas. Con silencio, y en el silencio
lo que espero, el amor que aún no sé y todavía
tengo, del que estoy lleno. Hago aún poemas
por esto. En estos primeros minutos del día
de mi cumpleaños y con el balcón abierto
y mientras me llega de la noche el aire
fresco y ligero vuelvo a saber y decirme
esto. Y esto es, así se hace un poema.
Con un sentimiento que viene de adentro,
que es raíz y alza el vuelo y se dirige
al cielo, es en su noche estrella.


Santiago Montobbio, De infinito amor (Cuaderno del encierro)

Cartel de Morbius

 


sábado, diciembre 04, 2021

miércoles, diciembre 01, 2021

Las campanas no doblan por nadie, de Charles Bukowski

 

 

He conocido a bastantes escritores, artistas, editores, profesores, pintores, ninguno de los cuales era un hombre natural de veras, un individuo interesante. Tenían mejor aspecto sobre el papel o en pintura y, aunque es innegable que tiene su importancia, sigue siendo muy incómodo estar sentado frente a esas mismas criaturas y oírlas hablar o mirarlas a la cara. La semilla vital, si es que la hay, se perdió en la obra. En busca de diversión y satisfacción, de elegancia y admiración he tenido que ir a otra parte. Y entre el enjambre de hombres, todos tan semejantes, siempre se puede encontrar al loco a el santo original. Me he encontrado con unos cuantos pero os voy a hablar de unos pocos.

**

Pasamos por muchas batallas y muchas vueltas y revueltas. Yo me ganaba la vida como escritor, lo que suponía que no tenía mucho dinero pero sí mucho tiempo. Tiempo para pensar, tiempo para amar. Supongo que estaba enamorado de Nina. Aunque era 20 años mayor que ella.

**

-Creo que vamos a mudarnos a México –comentó Barry–, un buen escritor necesita soledad.
-Lo que necesita un buen escritor es dinero –repuse.
-Yo he vendido nueve novelas este año –dijo Barry. Barry escribía una novela al mes, todas en torno al incesto. Lo conocí justo después de que hubiera salido del psiquiátrico. Solía trabajar de canguro antes de hacerse un hueco en el mercado del incesto.

**

Me quedé a solas con Irene.
-Ay –dijo–, me encantan las puestas de sol, ¿a ti no?
-La verdad es que no.
-Eres un cínico, ¿verdad?
-Supongo que lo sería si dijera que me encantan las puestas de sol cuando no es cierto.
-Ah, no, entonces serías un hipócrita.
-Eres una listilla, ¿eh?
-He vivido lo mío.

**

-¿Has ido alguna vez a un concierto?
-Sí.
-¿Qué te pareció?
-Había un ambiente muy estirado y me sentaron detrás de una columna.
-No te gustan muchas cosas, ¿verdad?
-No precisamente.
-Bueno, a mí no me gustan algunas cosas que escribes.
-A mí tampoco me gustan algunas cosas que escribo.
-¿Lo has hecho ya?
-Que si he hecho, ¿qué?
-Follarte a mis hermanas.
-No.
-Lo harás.   


[Anagrama. Traducción de Eduardo Iriarte]

Drive My Car: 2 carteles

 



Santiago Montobbio: 3 poemas

JUEGAN LOS NIÑOS, LOS OIGO CORRER,
se apresuran. Es la vida. Es la vida
que juega quizá al escondite, y depende
de nuestro tino, de nuestra paciencia, de nuestro acierto
que nos la volvamos a encontrar.


*

ME DESPIERTO DE MADRUGADA, PERO AVANZADA YA
la noche. Tras un rato me levanto y veo
cómo va creciendo la luz y se levanta el día
desde el patio de manzana. Me inunda esta
luz que crece, el día que empieza. ¿Qué
traerá el día?, me pregunto, me puedo preguntar.
Los afanes, los trabajos, los cuidados, las angustias.
La limpieza, las lecturas, hábitos con que sobrellevar
el encierro y hábitos también que éste precisa.
Se levanta el día. Yo escribo un poema para decirlo.
Esperemos que no se pierda el mundo.

*

DICEN QUE DENTRO DE UN PAR DE SEMANAS PODRÉ SALIR.
Imagínate, cómo voy a aguantar estar yo un par de semanas
sin ver la bendita calle, dice este personaje de Galdós que se encuentra
enfermo, Plácido, muy compungido. Dice que nunca lo ha estado –enfermo.
La calle, la bendita calle a la que no poder ir y salir
se ve como una privación insufrible. Entonces, ahora.
La calle, la vida. Al aire libre.



Santiago Montobbio, De infinito amor (Cuaderno del encierro)

West Side Story: otros 2 carteles

 



sábado, noviembre 27, 2021

Mi último suspiro, de Luis Buñuel

 

Una vida sin memoria no sería vida, como una inteligencia sin posibilidad de expresarse no sería inteligencia. Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada.

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Si tuviera que enumerar todas las virtudes del alcohol, no acabaría nunca.

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Desde aquellos tiempos lejanos han ocurrido muchas cosas. En particular durante los últimos años, he comprobado la progresiva y, finalmente, total desaparición de mi instinto sexual, incluso en sueños. Me alegro, pues me parece haberme liberado de un tirano. Si se me apareciera Mefistófeles, para proponerme recobrar eso que se ha dado en llamar virilidad, le contestaría: “No, muchas gracias, no me interesa; pero fortaléceme el hígado y los pulmones, para que pueda seguir bebiendo y fumando”.

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Creo que el cine ejerce cierto poder hipnótico en el espectador. No hay más que mirar a la gente cuando sale a la calle, después de ver una película: callados, cabizbajos, ausentes. El público de teatro, de toros o de deporte, muestra mucha más energía y animación. La hipnosis cinematográfica, ligera e imperceptible, se debe sin duda, en primer lugar, a la oscuridad de la sala, pero también al cambio de planos y de luz y a los movimientos de la cámara, que debilitan el sentido crítico del espectador y ejercen sobre él una especie de fascinación y hasta de violación.

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Cuando pienso en él
[Dalí], pese a todos los recuerdos de nuestra juventud, pese a la admiración que todavía hoy me inspira una parte de su obra, me es imposible perdonarle su exhibicionismo ferozmente egocéntrico, su cínica adhesión al franquismo y, sobre todo, su odio declarado a la amistad.
Hace algunos años, yo declaré en una entrevista que, de todos modos, me gustaría tomar una copa de champán con él antes de morir. Él leyó la entrevista y dijo: “A mí también, pero no bebo”.

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Detesto el pedantismo y la jerga. A veces, he llorado de risa al leer ciertos artículos de los
Cahiers du Cinéma. En México, nombrado presidente honorario del Centro de Capacitación Cinematográfica, escuela superior de cine, soy invitado un día a visitar las instalaciones. Me presentan a cuatro o cinco profesores. Entre ellos, un joven correctamente vestido y que enrojece de timidez. Le pregunto qué enseña. Me responde: “La semiología de la imagen clónica”. Lo hubiera asesinado.

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El disfraz es una experiencia apasionante que recomiendo vivamente, pues permite ver otra vida.

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Me gusta el ruido de la lluvia. Lo recuerdo como uno de los ruidos más bellos del mundo. Ahora lo oigo con un aparato, pero no es el mismo ruido.
La lluvia hace a las grandes naciones.

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No me gustan los poseedores de la verdad, quienesquiera que sean. Me aburren y me dan miedo. Yo soy antifanático (fanáticamente).

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Me gustan las manías. Cultivo algunas, de las que a veces hablo aquí o allá. Las manías pueden ayudar a vivir. Compadezco a los hombres que no las tienen.

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Amo la soledad, a condición de que un amigo venga a hablarme de ella de vez en cuando.

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Solo y viejo, no puedo imaginar sino la catástrofe o el caos. Una u otro me parecen inevitables. Sé muy bien que, para los viejos, el sol era más cálido en la época lejana de su juventud. Sé también que hacia el final de cada milenio es costumbre anunciar el fin. Me parece, no obstante, que el siglo entero conduce a la desgracia. El mal ha ganado la vieja y tremenda lucha. Las fuerzas de destrucción y dislocación han vencido. El espíritu del hombre no ha realizado ningún progreso hacia la claridad. Quizá, incluso, ha retrocedido. Nos rodean la debilidad, el terror y la morbosidad. ¿De dónde surgirán los tesoros de bondad e inteligencia que podrían salvarnos algún día? Incluso el azar me parece importante.


[DeBolsillo. Traducción de Ana María de la Fuente]  

Ghostbusters: Afterlife: nuevo cartel

 


Stephen Sondheim (1930 - 2021)​

 


En Aleteia: Las obras destruidas de Orígenes de Alejandría

 

Aquí

Spider-Man: No Way Home: nuevo cartel