jueves, marzo 30, 2023

Meditaciones de cine, de Quentin Tarantino

 

 

Tenía tantas ganas de leer Cinema Speculation, título original de este libro, que lo he dosificado para que me durase alrededor de un mes: leyendo en torno a un texto cada noche laborable. Además es un conjunto de ensayos que requieren una lectura lenta, sin prisas, porque, aunque el director analiza unas pocas películas, también es cierto que cita muchísimas obras y no todos hemos visto la suma de títulos citados (incluso aunque hayamos visto la mayoría, Tarantino nos lleva la delantera). Para recuperar unas cuantas películas (por ejemplo: Sisters, Rolling Thunder o Daisy Miller), me sirvió de ayuda el canal temático de Movistar titulado Universo Tarantino, aunque sólo duraba un mes y no me dio tiempo a ver todo su repertorio.

Como su título original indica, más que meditar Tarantino se dedica a especular. Por ejemplo: ¿cómo hubiera sido Taxi Driver de haberla dirigido Brian De Palma? Se recogen aquí análisis de largometrajes rodados en los años 70 (con dos excepciones: la primera y la última película del libro datan del 68 y del 81) porque Tarantino tiene predilección por el cine de esa década: ¿y qué cinéfilo en su sano juicio no? Fue una época totalmente opuesta a la que estamos viviendo ahora: había más libertad en las artes, en las opiniones, se rodaba cine comercial que hoy no se podría rodar. Incluso las películas flojas eran potentes, impactantes, con un pulso cinematográfico y un ritmo que se han perdido (o casi: sobreviven algunos maestros que tratan de hacerlas como entonces, y Tarantino es uno de ellos).

En esos análisis y especulaciones no se limita a alabar las películas elegidas. Señala tanto los aciertos como los errores (según su muy particular opinión, of course: no siempre está uno de acuerdo con sus veredictos). Lo esencial es que las ha escogido porque le impactaron lo suficiente para que dejasen huella en su propia obra. También porque son películas con las que sus directores dieron un giro: por utilizar a un personaje que hasta entonces era inusual, por contratar a un actor que dio otro enfoque al cine policiaco, porque el director aplicaba la comedia a una novela clásica y en teoría rígida, porque marcaron tendencia… La mayoría son duras, violentas, en torno a policías, a delincuentes, a hombres vengativos dispuestos a cualquier cosa con tal de saldar sus deudas, a presidiarios y a fugitivos.

Antes de los análisis comienza con un capítulo autobiográfico en el que señala su deuda con su madre, que le llevaba a los cines de barrio a ver películas muy diversas (tanto para todos los públicos como no aptas para menores), comenzando así su pasión y su adiestramiento. Y termina con otra deuda: la de un amigo de su madre, un hombre negro que le acompañó a los cines durante un año y medio. El conjunto de textos es espectacular porque Tarantino, además de controlar los ámbitos cinematográficos (cada capítulo está surtido de anécdotas históricas, de lecturas, de charlas y entrevistas con algunos de los cineastas mencionados), domina la narrativa, sabe cómo contar y cómo embrujarnos cada vez que empieza una frase. Así comienza:

A finales de los años sesenta y principios de los setenta, el Tiffany Theater contaba con un bien cultural inmueble por el que se distinguía de los demás grandes cines de Hollywood. Para empezar, no estaba situado en Hollywood Boulevard. A excepción del Cinerama Dome, de la cadena Pacific Theatres, que se alzaba imponente en la esquina de Sunset con Vine, las otras grandes salas de Hollywood se encontraban todas en el último refugio turístico del Viejo Hollywood: Hollywood Boulevard.

Por el día aún se veía pasear a los turistas por el bulevar, camino del Museo de Cera de Hollywood, mirándose los pies y leyendo los nombres en el Paseo de la Fama (“Mira, Marge, Eddie Cantor”). Hollywood Boulevard atraía a la gente por sus cines mundialmente famosos (el Grauman’s Chinese Theatre, el Egyptian, el Paramount, el Pantages, el Vogue). Sin embargo, cuando el sol se ponía y los turistas regresaban a sus Holiday Inn, Hollywood Boulevard quedaba en manos de la gente de la noche y se transformaba en
Hollyweird, “Hollyraro”.

En cambio, el Tiffany estaba en Sunset Boulevard y, para colmo, en Sunset Boulevard al oeste de La Brea, con lo que oficialmente pertenecía al Sunset Strip.


[…]

Los filmes contraculturales producidos entre 1968 y 1971, fueran buenos o no, eran apasionantes. Y tenían que verse con más gente, a ser posible todos colocados. Pronto el Tiffany se apartaría de ese ambiente, porque las películas alucinógenas realizadas a partir de 1972 eran más bien creaciones trasnochadas para un nicho de mercado.

Pero si el Tiffany tuvo un año especial, fue 1970.

Ese mismo año, cuando yo tenía siete, asistí por primera vez a una sesión en el Tiffany. Mi madre (Connie) y mi padrastro (Curt) me llevaron a un programa doble:
Joe, ciudadano americano, de John G. Avildsen, y ¿Dónde está papá?, de Carl Reiner.



[Reservoir Books. Traducción de Carlos Milla Soler]

En Aleteia: Living

 

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miércoles, marzo 29, 2023

Un hombre soltero, de Christopher Isherwood

 

 

Tiene el lamentable aspecto de un nadador o un corredor extenuado, y sin embargo ni se plantea detenerse. La criatura que contemplamos seguirá luchando hasta caer. No porque sea heroica, sino porque no concibe otra alternativa.

**

El supermercado aún está abierto; no cerrará hasta medianoche. Emite una luz radiante que ofrece amparo contra la soledad y las tinieblas. Uno podría pasar horas allí, a salvo de la inseguridad, meditando acerca de la gran oferta de comestibles. ¡Santo cielo, cuántos hay! Tantas marcas en envases relucientes que nos prometen algo delicioso. Los artículos de las estanterías nos llaman a gritos: ¡llévame!, ¡llévame!; y la mera competencia de sus reclamos puede hacernos creer que se nos desea, incluso que se nos ama. Pero ¡cuidado!, porque de vuelta en tu solitaria habitación descubrirás que el halagador duende de la publicidad te ha tomado el pelo; que lo que queda no es sino cartón, celofán y comida, y la decepción te quita el apetito.

**

La alternativa –es decir, volver a poner él mismo todas las cosas en su sitio– le parece uno de los trabajos de Hércules, pues ya ha caído sobre él la abrumadora desgana de la tristeza. La desgana que hace que uno se quede en la cama hasta ponerse enfermo.



[Acantilado. Traducción de María Belmonte]

Renfield: 2 trailers

 

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Asteroid City: primer cartel

 


Adiós a Berlín, de Christopher Isherwood

 

 

-¿En qué he cambiado?
-Es difícil de explicar… Parece como si no tuvieras energía ni ganas de llegar a ninguna parte. Eres tan diletante… Me molesta.
-Pues lo siento.
Pero mi pretendido tono frívolo sonó algo forzado. Sally contempló ceñuda sus diminutos zapatos negros.
-No debes olvidar que soy una mujer, Christopher. A todas las mujeres les gustan los hombres fuertes y decididos que luchan por sus objetivos. Una mujer quiere ser maternal con un hombre y proteger su lado débil, pero también debe tener un lado fuerte que ella pueda respetar… Si llegas a interesarte por una mujer, te aconsejo que no le permitas ver que careces de ambición. De lo contrario te despreciará.

**

-Nunca volveré a encontrar un caballero como usted, Herr Issyvoo… Siempre tan puntual en el alquiler… No acierto a comprender lo que le impulsa a marcharse de Berlín así, tan de repente…
No serviría de nada explicárselo o hablar de política. Ya se está adaptando a mi partida, como lo hará a cualquier nuevo régimen. Esta mañana la he oído hablar fervorosamente del Führer con la mujer del portero. Si alguien le recordara que votó a los comunistas en las elecciones del pasado noviembre, seguramente lo negaría ardientemente y con la mayor buena fe. Se limita a aclimatarse, como un animal que muda el pelaje en invierno de acuerdo con la ley natural. Miles de personas como Fräulein Schroeder están haciendo lo mismo. Después de todo, sea cual sea el gobierno que detente el poder, están condenadas a vivir en esta ciudad.




[Acantilado. Traducción de María Belmonte]


Air: nuevo cartel

 


Cartel de To Catch a Killer

 


viernes, marzo 24, 2023

Como un cielo en nosotros, de Jakuta Alikavazovic

 

 

Este libro breve (apenas 100 páginas) y fascinante forma parte de una colección francesa titulada “Ma Nuit au Musée” (es decir, “Mi noche en el museo”), donde hombres y mujeres enfocan su texto en torno a la experiencia de pasar una jornada nocturna en un museo de su elección. Jakuta Alikavazovic eligió el Louvre y preside su texto con una cita de David Markson de La amante de Wittgenstein, lo que nos indica de entrada buen gusto e inquietud por lo anómalo (me entenderán quienes hayan leído esa novela).

La noche sin dormir en aquel lugar, rodeada de cariátides y de pinturas célebres, da pie a reflexiones y servirá a la autora para indagar en lo artístico pero también en la relación con su padre, un hombre amante de los museos y oriundo de Yugoslavia que solía hacerle esta pregunta: “¿Y tú cómo te las ingeniarías para robar La Gioconda?”, y esto permite a la autora hablar de robos de cuadros célebres, de espectadores de huecos donde estuvieron las pinturas robadas, de esculturas clásicas y de artistas como Robert Smithson. Un libro para tratar de comprender el arte y a su padre y a sí misma. Unos extractos:  

La noche del 7 al 8 de marzo de 2020 la pasé sola en el Louvre. Sola y, al mismo tiempo, de todo menos sola.
En la sección de Antigüedades. En la sala de las Cariátides. Eso sí, a lo largo de la noche tuve que mover de sitio la cama plegable que había llevado, pues los lugares tienen alma, los lugares tienen vida, sobre todo a oscuras, y ocurre que precisamente los más visitados, los más recorridos, una vez vacíos, se despliegan y se vengan, a su manera, ahuyentando a quienes tienen la osadía de demorarse en ellos.
O tal vez esos lugares perciban que no tenemos la conciencia del todo tranquila. Que no tenemos el corazón del todo tranquilo.  

**

Me preguntó si era
la escritora, y esa pregunta todavía despierta en mí cierto orgullo, un orgullo del que me avergüenzo al instante, pues, aunque no siempre sabemos a ciencia cierta quién escribe en nuestro fuero interno, sí sabemos –al menos yo lo sé– quién se avergüenza. Solo una parte de nosotros puede escribir, solo una parte de nosotros puede estar orgullosa, pero la vergüenza la experimenta todo nuestro ser. La vergüenza nos une mucho más que cualquier otra cosa.  

**

Y era fácil ser infantil con mi padre. Todos los niños lo adoraban, pues era paciente, alegre y sabía cómo hablarles. Pero en realidad no era una cuestión de habla ni de lenguaje. Más bien sabía amoldarse al tiempo de los niños, el tiempo de la infancia, tan rico, tan lento, un tiempo tan largo que aún no sabemos exactamente qué es el tiempo: nos movemos por él igual que surcamos el aire que respiramos, sin la menor intuición de que algún día pueda abarcarse. Al comprender esa temporalidad única que la mayoría de nosotros perdemos más adelante, mi padre comprendía las alegrías y las tragedias, las acogía, las respetaba. Se ponía a la altura de los niños. Literalmente, por lo que a mí respecta. Cuando, rondando los cuarenta años, tuvo que operarse de los meniscos, culpó de su desgaste a la velocidad con la que solía correr antaño, a sus carreras desenfrenadas, a menudo descalzo por las carreteras de un país que yo apenas conozco. En cambio, a mí enseguida me vinieron a la mente los días que pasaba a mi lado. De rodillas. A mi altura. ¿Fue su infancia o fue la mía la que dañó los delicados y frágiles discos de sus rodillas?

**

Los museos nos han acostumbrado a la idea de que las obras de arte se han hecho para que las veamos. Que están hechas para la luz, para las miradas. Nuestra pasión por lo visible se ha convertido en una pasión por la visibilidad. Las pantallas –esas pantallas miniaturizadas hasta el punto de caber en nuestros bolsillos, en nuestras manos– han hecho por nuestros cuerpos y nuestras caras lo mismo que los museos han hecho por las obras de arte. Los hombres que, como mi padre, tienen secretos y los guardan casi parecen pertenecer a otro mundo. Es otra forma –temporal, moral, más que geográfica–de ser extranjero. Extranjero en una época en la que nuestro gusto por la exposición se ha desplazado hacia el exhibicionismo.




[Muñeca Infinita. Traducción de Vanesa García Cazorla]   

Cartel de Personality Crisis: One Night Only

 


En Aleteia: No tendréis mi odio

 

Aquí

Cartel de Champions

 


domingo, marzo 19, 2023

Abierto toda la noche, de Charles Bukowski

 

 

UN PERÍODO DE DESCANSO

yacía en su cama y era un gran
novelista, poeta y autor
de relatos.
a menudo le decían a las visitas que estaba
en un "período de descanso"
y las
despachaban.

fue a verlo una mujer
que era autora de relatos y
novelista.
la mujer escribió sobre su
visita
en un relato breve.
decía que la trató
con crueldad,
no agradeció la
visita.
que quizá no era
tan grande
después de todo.
en su relato
escribió que
"era un hombre muy
amargado".

luego él murió de tuberculosis
y el relato de la mujer
se publicó.

era D. H. Lawrence
y ella
ha sido
olvidada
con razón.

a los buitres rara vez se los bendice con
la inmortalidad.

**

CHINASKI

se parodia, se sentimentaliza.
está otra vez en un cuartito,
siempre en un cuartito, con la puerta cerrada,
dejando el mundo
fuera.
con más de 70 sigue intentando superar su infancia brutal
y nunca ha llegado a entender de verdad a
las mujeres.
su escritura es irregular
si bien potente
e incluso en sus mejores momentos se aprecia
cierta sensación de redundancia,
de nada nuevo.
lo han imitado hordas
de escritores
a los que su estilo sencillo les parece
atrayente.
ahora tiene una casa, piscina,
spa, un buen coche
y una esposa que le da
vitaminas.
es un recluso
y si lo abordas en el
hipódromo
lo más probable es que
pase de ti o te insulte.
sus únicas visitas por lo visto son
estrellas de cine,
directores y
entrevistadores.
cuando muera
quizá se le otorgue
un lugarcito
en el mundo de la literatura
donde permanecer enfurruñado a la
sombra de Céline, Hemingway, Jeffers
y Henry Miller.
Dios tenga en su gloria su alma
agnóstica y
alcohólica
y ahora pasemos
a cosas más
interesantes.



[Visor Libros. Traducción de Eduardo Iriarte]

Mission: Impossible - Dead Reckoning Part One: primer cartel

 


Dubravka Ugrešić (1949 - 2023)

 


En Aleteia: La voluntaria

 

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Lance Reddick (1962 - 2023)

 


Harold y Maude, de Colin Higgins

 

-Harold –dijo su madre, sentándose a su lado–. Escúchame. ¿Por qué quieres tirar toda tu vida por la borda?
-Solamente voy a pedirle que se case conmigo.
-Pero ¿qué sabes de ella? ¿De dónde viene? ¿Dónde la conociste?
-En un entierro.
-¡Estupendo! –exclamó la señora Chasen, y bebió un trago–. No solo voy a tener una nuera de ochenta años. ¡Voy a tener una enterradora! Harold. Por favor. Sé razonable. Piensa en lo que estás haciendo. ¿Qué va a decir la gente?
-Me trae sin cuidado lo que diga la gente.



[Capitán Swing. Traducción de Catalina Martínez Muñoz] 

lunes, marzo 13, 2023

Kenzaburō Ōe (1935 - 2023)

 


Lista de ganadores de los Oscar 2023

 

Aquí



Robert Blake (1933 - 2023)

 


viernes, marzo 10, 2023

Diálogo con mi sombra, de Pedro Juan Gutiérrez

 

 

En esa época surgió una idea fija dentro de mí: la literatura es algo sagrado. No es entretenimiento. No puede ser frívola. No se puede mancillar con tonterías. La literatura es el súmum del pensamiento, del arte, de la expresión humana.

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Un escritor verdadero, y creo que cualquier artista, tiene muchas preguntas y ninguna respuesta. Es así. Estás siempre lleno de dudas, de interrogantes, abrumado por lo que no sabes. Y cuesta mucho encontrar algunas respuestas para tranquilizar un poco el espíritu. Cuesta. Es un proceso doloroso, interminable, porque las preguntas y las dudas siguen brotando siempre, como un manantial incesante que jamás se agota.

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Un escritor nunca es un tipo respetuoso. Todo lo contrario. Eres alguien que trabaja con la realidad pero disfrazando, maquillando, exagerando, embelleciendo o empeorando esa realidad. No obstante, hay una línea, una frontera muy sutil. Cuando pones un pie al otro lado de esa frontera, hay algo que se dispara dentro de ti. Una alarma, una alerta que te dice:
Stop, my friend. No sigas más allá porque el costo va a ser grande para ti. No violes tu propia frontera porque te vas a buscar muchos problemas. Y así y todo lo haces y pasas la frontera y entras en el territorio de los locos, de la demencia.

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Desde que leí
Desayuno en Tiffany’s, me propuse escribir de ese modo, que no pareciera literatura. Que no se vieran las costuras del relato. Que todo parezca fluir de un modo espontáneo. Como si fuera alguien contando una historia oral, como sucedía por las noches en casa de mi abuela en el campo. Ese es siempre mi propósito.

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Soy minimalista y espartano. Y claro, eso lo llevo a lo que escribo. Así que me molesta el barroquismo. En esta época tan vertiginosa, tan cambiante, tan dinámica, me parece que debemos ser más ligeros. Decirlo todo. No dejar nada por decir. Pero hacerlo de un modo funcional y efectivo.

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Se ha perdido la capacidad de riesgo, la capacidad de asumir la literatura como un juego. No. Los editores no quieren arriesgar con un autor un poco “extraño”. Quieren ir al negocio seguro, con autores convencionales que no le compliquen la existencia al lector. Continuamente hablo con escritores que se quejan de esa censura que ejercen los editores grandes y medianos.

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El arte y la literatura, la ciencia, las disciplinas de humanidades, tienen que estar mucho más allá de las convenciones religiosas, sociales, políticas. Mucho más allá. Libertad de expresión total. El escritor que obedece todas esas leyes inventadas por otros solo está haciendo el juego a los mecanismos de control y represión. Actúa con miedo. O con interés mercantil. Quiere publicar en las editoriales más grandes, que pagan bastante y que son las más represivas y controladoras porque están muy atadas de manos con su ambición mercantil. Entonces ese escritor ya se queda a medias. Se autocensura. No se atreve.

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Algo decisivo en este proceso de erosión es internet y esa costumbre, que se incrementa continuamente, de leer solo textos pequeños, breves, muy rápido. Los jóvenes que están muy metidos en todo eso pierden capacidad de concentración para leer un libro, para leer textos largos. Dentro de diez o quince años ya será muy evidente que poca gente pueda leer libros, o dedicarse a tareas de larga concentración.

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El concepto de no quejarse es fundamental. Cuando te lamentas abres las puertas al fracaso, a la derrota.

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Nadie se imagina la fortaleza mental y espiritual que necesita un escritor para seguir adelante. Es un oficio tan solitario y tan individual que siempre estás al borde del abismo.

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La literatura siempre se refiere a gente desordenada, con sus vidas trastornadas por algún hecho específico o una situación, o una sucesión de hechos deplorables. Solo así se crea el conflicto y el antagonismo imprescindibles para hacer avanzar un relato.

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Creo que durante las últimas décadas se ha producido un exceso de literatura comercial. Literatura muy mala, de entretenimiento, que se ha vendido como churros. Y eso condiciona un gusto en los lectores. Un mal gusto. Y también condiciona a una enorme cantidad de escritores que se meten dentro de esa corriente comercial y no se atreven a escribir a fondo ni a experimentar ni a arriesgar. Tienen miedo a quedar fuera de los medios, a perder dinero, a salir de lo que ahora se llama mainstream. Ha sucedido lo mismo en el cine, en la música, en todo.

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Sigo escribiendo siempre, pero no tengo prisa en publicar. Ahora pienso un poco más antes de entregar al editor. Los tiempos de la locura ya pasaron. Hay que hacer como Juan Rulfo y Sabato. Escribir solo lo absolutamente imprescindible, lo que sale de las entrañas. No más. Resistir al vicio de escribir. No aburrir a los lectores con tonterías. No molestar. No llamar la atención. Resistirse al vicio de la escritura. No añadir más confusión al caos en que vivimos. Guardar silencio.
Claro, esto va completamente a la contra del espíritu de la época, que es un espíritu mercantil. Entonces cuando pasan dos o tres años y no publicas un libro y no sales en los medios, y no escribes chistecitos simpáticos en un blog, se supone que el público se olvidó de ti. Y todos se inquietan: ¿qué pasa contigo? ¿No vas a escribir más? ¿Eres un escritor acabado? ¿Estás bloqueado? Y no saben qué pensar. No entienden. No puedes estar escondido y tranquilo en la trastienda. No. Tienes que estar siempre en el mostrador, dando la cara a los clientes. Que te vean sonriente y saludable, diciendo cosas inteligentes y agudas, haciendo el payasito, vendiendo. Así que detesto esa actitud. Disfruto el silencio y la soledad. Trato de viajar lo menos posible y de cultivar la paz y el sosiego. Intuitivamente sé que escribiré unos cuantos libros más. De hecho, estoy en eso. Pero sin prisas.



[Anagrama]


Cartel de The Resurrection of Charles Manson

 


Tom Sizemore (1961 - 2023)

 


Carmen: primer cartel

 


Cartel de The Lost King

 


viernes, marzo 03, 2023

En Aleteia: After Yang (Despidiendo a Yang)

 

Aquí

Carta al padre y otros escritos, de Franz Kafka

 

De “Carta al padre”:

Queridísimo padre:
Hace poco me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe darte una respuesta, en parte precisamente por el miedo que te tengo, en parte porque para explicar los motivos de ese miedo necesito muchos pormenores que no puedo tener medianamente presentes cuando hablo. Y si intento aquí responderte por escrito, sólo será de un modo muy imperfecto, porque el miedo y sus secuelas me disminuyen frente a ti, incluso escribiendo, y porque la amplitud de la materia supera mi memoria y mi capacidad de raciocinio.

**

Para mí siempre fue incomprensible tu absoluta falta de sensibilidad para echar de ver qué dolor y qué vergüenza podías causarme con tus palabras y con tus juicios de valor, era como si no tuvieses conciencia alguna de tu poder. Por supuesto que yo también te he ofendido a ti con mis palabras, pero yo lo sabía siempre; me dolía, pero no podía dominarme, no podía morderme la lengua, me estaba ya arrepintiendo mientras decía la palabra. Pero tú te lanzabas sin más al ataque con tus palabras, nadie te daba lástima, ni al decirlas ni después de haberlas dicho; uno estaba completamente indefenso frente a ti.


De “Fragmentos de cuadernos y hojas sueltas”:

¿Quién es? ¿Quién camina bajo los árboles del malecón? ¿Quién está completamente perdido? ¿Quién no puede ya salvarse? ¿De quién es la tumba donde crece la hierba? Sueños han llegado, han venido bajando el río, escalan la pared del malecón sirviéndose de una escalerilla. Nos quedamos parados, hablamos con ellos, saben muchas cosas, pero lo que no saben es de dónde vienen. El aire es tibio en esta tarde de otoño. Se dirigen al río y alzan los brazos. ¿Por qué alzan los brazos en lugar de abrazarnos con ellos?

**

Bajo cada intención yace agazapada la enfermedad, como debajo de la hoja del árbol. Si te inclinas para verla y ella se siente descubierta, aparece de un salto, la maldad delgada y silenciosa, y en lugar de que la aplastes, lo que quiere es que la fecundes.

**

De acuerdo con mi carácter, yo sólo puedo aceptar un mandato que no me haya dado nadie. No puedo vivir sino en esa contradicción, siempre y sólo en contradicción. Pero eso seguramente vale para todos, pues viviendo se muere, muriendo se vive.

**

17 de septiembre de 1920. Sólo hay meta, no hay camino. Lo que llamamos camino es vacilación.

-Continuamente estás hablando de la muerte y no te mueres.
-Y sin embargo voy a morir. Estoy diciendo mi canto final. El canto de unos es más largo, el canto de otros es más corto. Pero la diferencia nunca pasa de unas pocas palabras.


**

La vida es un continuo desviar, que ni siquiera nos permite reflexionar y preguntarnos de qué nos desvía.

**


Yo lucho; nadie lo sabe; algunos lo adivinan, eso es inevitable; pero saber, no lo sabe nadie. Cumplo mis deberes cotidianos, me pueden criticar por ser un poco distraído, pero no mucho. Todo el mundo lucha, evidentemente, pero yo más que los demás; la mayoría de la gente lucha como durmiendo, como cuando en medio del sueño se mueve la mano para ahuyentar una visión, pero yo he dado un paso al frente y lucho empleando concienzuda y escrupulosamente todas mis fuerzas. ¿Por qué me he separado de la masa, ruidosa en sí, pero en este aspecto angustiosamente silenciosa? ¿Por qué he atraído la atención hacia mí? ¿Por qué soy ahora el número uno en la lista del enemigo? No lo sé. Otra vida no me pareció digna de ser vivida. La historia militar llama a tales personas soldados natos. Y sin embargo no es así, yo no espero alcanzar la victoria y no me gusta combatir por combatir, sino porque es lo único que hay que hacer. En este sentido, sin embargo, me gusta más de lo que soy capaz de disfrutar, me causa más deleite del que puedo regalar, y tal vez yo sucumba no a consecuencia del combate sino de ese deleite.

**

Escribir como forma de oración.




[Alianza Editorial. Traducción de Carmen Gauger]  


Peter Pan & Wendy: 2 carteles

 



Próximamente: El libro de los días

 

De Patti Smith. En Lumen.

Cartel de Haunted Mansion

 


Cartel de Wildflower

 


lunes, febrero 27, 2023

Obra completa, de Lois Pereiro

 

 

Hace muchos años que tengo los dos libros de Lois Pereiro que publicó la editorial (ya desaparecida) Libros del Silencio. En su momento leí uno de ellos, justo el que se incorporó a esta Obra completa: el poemario Poesía última de amor y enfermedad. Semanas atrás di con el primero en mi biblioteca y me decidí a leerlo entero. Con prólogo de Pere Gimferrer e introducción de Xosé Manuel Pereiro, éste es el índice de obras que lo componen:

–Poemas para una loia
–Poemas 1981-1991
–Poesía última de amor y enfermedad
–Náufragos del paraíso
–Modesta proposición para renunciar a hacer girar la rueda hidráulica de una cíclica historia universal de la infamia
–Conversación ultramarina


A saber: poemarios, una novela inacabada, ensayos y un diario (Conversación ultramarina) que, para mí, es lo mejor del libro. Y de este texto van unas cuantas citas:

Hoy despierto bajo el peso del insomnio de estas últimas noches. La vida es como una bestia en peligro.

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Pienso sobrevivir, pero a base de sudor, lágrimas e indiferencia al mundo si nadie me ayuda a evitarlo.

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Y mañana temprano tengo que ir al médico para que me diga con un interés que no le quiero negar que si me porto bien y no me salgo de los límites puedo vivir muchos años, como les dijo a docenas de pacientes antes que a mí.

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Cuando no puedo estar con quien amo, intento amar a quien está conmigo.

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Viviré sin miedos. Acepto todo lo que me ofrecen; soy un ser en exposición en la tienda de las vivencias. Ya no rechazo nada. No despreciaré a nadie. Estoy en el mundo y sigo siendo yo mismo. ¡Vade retro, sombras de otro pasado!

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Apártate de la euforia. Sé elegante en eso. Deja que el tiempo envejezca tus sensaciones, como el buen vino, y profundice en lo que amas, y en aquellos en los que ahora tú debes ayudar: es tu turno.

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Aprender a vivir con las cicatrices que me dejen las heridas que vendrán…

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En la consulta, en el cementerio de coches adonde vamos todos en busca de piezas de recambio. A veces las encontramos y otras veces no. Yo sólo quiero que me quiten estos faros amarillos. Me sacan sangre y el viernes ya veremos. Paso por delante de un chaval custodiado por dos polis. Tiene una irónica expresión de desafío; y a mí, por un momento, me gustaría estar en su lugar para poder poner esa expresión.
Y digo yo, ¿será grave o sólo será mortal? Admito apuestas…

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Ya en el hospital, un día ajetreado: rayos X, tres médicos (mujeres, como es lógico) van viniendo una detrás de otra a verme. (“Mis niñas”, como llama el Dr. Pedreira a sus MIR.) “¿Años?”, me pregunta la jovencita de cara aplicada. “Treinta y siete”. “¿Profesión?”. “Traductor”, respondo yo, por no decir “enfermo”… “Me habían dicho que eras poeta”, dice con timidez. “Pero de eso no se vive, ¿verdad?”, dice la jefa de servicio. Eso es.

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Sólo quiero saber cuánto tiempo, más o menos, y cómo. Sea cirrosis, cáncer de hígado, o “combustión espontánea”, o nada más que lo que ya sabía; es que necesito saber el tiempo del que dispongo para poder calcular bien las páginas de mi testamento en que os lego mi alma a quienes me queréis, de mi póstuma furia amorosa y literaria ante el mundo.

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Me encanta ver a alguien alegre en un hospital; por el motivo que sea. Deberían contratar animadores por días, encantadores de serpientes que al final pasasen el plato, ese tipo de cosas capaces de salvar vidas nubladas.




[Libros del Silencio. Traducción de Daniel Salgado]

Cartel de Juniper

 


Trailer de Tetris

 

Aquí

Cartel de Rare Objects

 


viernes, febrero 24, 2023

Panther y Museo del Fuego, de Jen Craig

 

Llevo mucho tiempo soñando con un avance así, pensé al salir de mi piso de Glebe aquel lunes por la mañana, camino de una cafetería de Crown Street donde había quedado con la hermana, Pamela, para devolverle el manuscrito de Panthers y Museo del Fuego supuestamente sin haberlo leído, como ella había insistido por teléfono sólo dos días después de habérmelo dado. Llevo años haciendo poco más que maniobrar para lograr este avance.  

**

Yo había querido ser escritora. Me había pasado años sin hacer nada aparte de intentar escribir y fracasar en el intento; a lo máximo que había llegado era a publicar un par de relatos insípidos en las revistas más recónditas y desconocidas del mundo, y sin embargo no informé a Pamela de ello mientras ella seguía hurgando, ni había tenido ganas de contárselo a Raf la noche anterior aun cuando le había repetido las preguntas de Pamela por mis actividades literarias. Cuanto más me preguntaba Pamela por mis actividades literarias, más segura estaba yo de que tenía que saber algo de lo que yo siempre había querido hacer y en cuyo logro había fracasado estrepitosamente.

**

La gente siempre asume que las vidas de los demás no difieren de cómo las conocieron, por más que hayan pasado años desde la última vez que se vieron o hablaron. Ves a alguien que conociste en el pasado e inmediatamente asumes que conoces todo lo que se puede conocer de esa persona. El mero hecho de que esa persona sea reconocible y, claro está, los sentimientos y recuerdos asociados –o los supuestos sentimientos y recuerdos– bastan para inducirnos a pensar que conocemos la realidad de esa persona.

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Creo conexiones cuando camino, pensaba mientras me acercaba al final del túnel, y las conexiones inesperadas y fortuitas que surgen entre un hilo de ideas y otro siempre me levantan el ánimo, y sin embargo las conexiones que moldeo en mi cerebro mediante el ritmo inevitablemente repetitivo de mis pasos bien podrían no concordar con la realidad, no ser ciertas, pensaba, o intentaba pensar, fuera de las peculiares condiciones ambulatorias de mi mente; como por ejemplo ahora, me dije tras decidir entrar en el establecimiento de prensa de la estación.

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[…] todo lo que experimentas acaba incluido en lo que escribes, pensaba, aun si todo lo que escribes es una completa invención.




[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]


Cartel de The Pope's Exorcist

 


En Aleteia: A Quiet Girl

 

Aquí

miércoles, febrero 22, 2023

Confesiones verdaderas, de John Gregory Dunne

 

 

Lo que Tom Spellacy recordaría más adelante es que empezó como cualquier otro 187. Uno de los doscientos doce de aquel año. Uno de los diecinueve de aquel mes. Uno de los dos de aquel día de abril. El otro homicidio, el que nadie recordó nunca, fue el asesinato de un negro en Central Avenue. Los periódicos, sin embargo, nunca se molestaban en reseñar los 187 de los morenos. Con una chica de color, aunque estuviera cortada por la mitad, lo primero que dirían los diarios era “una prostituta” y lo segundo, “olvídenla”. Sobre todo el Express. Si era solo una negra, a tomar por culo.

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La oficina se vació, los teléfonos no sonaban, el teletipo guardaba silencio salvo por algún traqueteo ocasional. Un código 8 en el 57 de West Place. Un 415 en el 2700 de Hoover. Un 211 en Arlington. Un 447 en Devonshire. Abrió los archivadores y se llevó las carpetas de manila a su cubículo. Los fluorescentes teñían los endebles tabiques de un verde más enfermizo si cabe que el diurno. Extendió la primera pila de carpetas en su escritorio y amontonó las demás en el suelo, donde se inclinaron bajo su peso: informes de interrogatorios, evaluaciones psiquiátricas, listados telefónicos, investigaciones de campo, confesiones, declaraciones, informes de guardia, informes de final de patrulla, hojas amarillas, registros de huellas dactilares, informes de incidencias, informes de arrestos, fotografías, registros de chivatazos, archivos de pistas, carpetas de modus operandi, ficheros de apodos, testigos, sospechosos, informadores, chivatos, papel, papel y más papel. El enfoque sistémico. La búsqueda de un patrón definido.

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El lenguaje de los informes resultaba relajante, tan anónimo que eliminaba la personalidad. Sospechoso. Perpetrador. Vehículo. Detenido. Arma. Vigilancia. Residencia. Caucásico. Varón. Mujer. El asesino era un varón fornido que odiaba a las mujeres, decía el primer psiquiatra policial. La asesina era una mujer fornida que odiaba a las mujeres, decía el segundo psiquiatra policial. El asesino era impotente. El asesino era potente. Siguió leyendo. El asesino era un enano. El asesino era un gemelo. Pidió café.



[Random House. Traducción de Gabriel Dols Gallardo]

Air: 2º cartel

 


Boston Strangler: primer cartel

 


Stella Stevens (1938 - 2023)

 


viernes, febrero 17, 2023

Flores extrañas, de Donal Ryan

 

 

Tras Corazón giratorio, Un año en la vida de Johnsey Cunliffe y La única certeza, todos ellos publicados por Sajalín, Flores extrañas es el cuarto libro de Donal Ryan traducido en España. Resulta difícil hablar de esta novela evitando los spoilers porque cada capítulo se centra en uno o más personajes distintos, todos pertenecientes a tres generaciones familiares. Ryan ha contado en alguna entrevista que escribió el primer borrador sumido en una niebla de dolor porque acababa de morir su padre. Leyéndola tuve la impresión de que había bastante poso autobiográfico en sus páginas y él mismo lo confirma: dice que es su libro más personal, y algo de la distancia entre las diversas clases sociales de sus personajes, que él vivió, está reflejado en el libro.

Pero podemos hablar del principio, en el que un matrimonio irlandés vive en uno de esos pueblos como el que hemos visto en la estupenda película The Banshees of Inisherin: uno de esos lugares donde se dan la mano la sencillez, los rumores, el ahogo de los sitios pequeños y una buena cantidad de secretos. Porque los secretos conforman uno de los ejes de la novela.

Moll, la única hija de ese matrimonio, desaparece un día y no vuelven a verla. Saben que ha sido por decisión propia, que nadie la forzó ni la secuestraron. Por ejemplo, hubo un conductor que la vio subir a su autobús. Nadie se imagina por qué se fue ni dónde demonios se ha metido. Cinco años después regresa a casa. Cuenta algunas invenciones. Y poco a poco irá abriéndose a sus padres, y capítulo a capítulo iremos descubriendo las verdades y los secretos. Por qué se marchó, qué hizo, dónde ha vivido y con quién… A lo largo de sus capítulos, esta chispa que pone en marcha la trama le sirve a Ryan para introducir varios temas: el exilio, la pérdida, el racismo, la devoción católica de los irlandeses… Admirable de principio a fin, es una novela que deja un poso entrañable y que comienza así:     

Toda la luz abandonó los ojos de Paddy Gladney cuando su hija desapareció; toda la alegría se alejó de su corazón. Su vida siempre había estado llena de paz. Antes de que Moll se marchara, todas las mañanas Paddy se montaba en su bicicleta y recorría la parroquia para repartir el correo y, por las tardes, reunía el ganado y echaba pienso a los animales de la granja donde trabajaba como encargado, y examinaba las vallas y las puertas y los huecos que había entre ellas, mientras su mujer, Kit, se ocupaba de mantener limpia y ordenada la pequeña casa que compartían, y de llevar las cuentas de algunos comercios del pueblo, y su hija, su única hija, iba al colegio a aprender la lección. Y todas las noches, los tres juntos, antes de irse a la cama, se arrodillaban y rezaban el rosario.



[Sajalín Editores. Traducción de Ana Crespo]

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