lunes, enero 29, 2024

Todos los ojos, de Isobel English

 

Breve y muy extraña novela sobre una mujer que, durante un viaje a Ibiza (pero la Ibiza de los años 50), recuerda distintas relaciones de su pasado para tratar de comprenderse: la amistad y luego enemistad con su tía, los encuentros con un hombre mayor que ella y el noviazgo con un tipo más joven (con el que acaba casándose). La narración va alternando entre el pasado y el presente de Hatty con mucha sutileza, a veces uno incluso tarda en darse cuenta de los giros (sobre todo en ese paralelismo entre la estancia en España y la estancia en Francia). Por esto mismo, hay que prestar mucha atención durante la lectura. Dos extractos del comienzo:

Me he enterado hoy de que Cynthia murió el pasado viernes por la tarde en el hospital comarcal de Ipswich, justo después de tomarse una taza de té.
No esperaba que la noticia me afectara como lo ha hecho. De entrada me atrincheré en mis rencores, apretándolos contra mí, para al minuto siguiente sentir como si una gran ola acabara de estrellar de improviso en la costa y hubiera minado y horadado los cimientos mismos de mi vida.
De modo que eso es lo que pasa cuando se le muere alguien… a quienes albergan animosidades. La misteriosa desaparición los envuelve también a ellos y se quedan desasosegados con un nuevo puñado de problemas con el que vérselas…
…Hace seis años que vi por última vez a Cynthia, seis años desde que me liberé de cuajo de su reproche inquisitorial, de la sonrisa mínima y antipática que siempre acompañaba sus pullas más afiladas: la miel y la hiel bien mezcladas hasta conseguir una consistencia tan cremosa que se volvían inseparables. Debería, no obstante, haber reconocido las razones que lo alentaban; siempre he estado hablando de la verdadera llamada de la vocación, tanto en la época en que pretendía ser pianista como ahora, de nuevo, que intento recomponer las piezas de mi vida para empezar de cero con un marido al que tanto llevo en edad.

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Es curioso que nos llegue hoy la noticia, justo en la víspera de nuestra partida. Lo tenemos todo dispuesto para, mañana a primera hora, poner rumbo a Ibiza, la más agreste de las Baleares. Hace un año que nos casamos y desde entonces teníamos pendiente esta escapada. Pareciera ahora algo trascendental, un gesto de respeto involuntario y casi predestinado hacia una persona fallecida, pues fue Cynthia la primera que me habló de la isla, seguramente por la época en que la conocí, cuando rondaba mi decimo cuarto cumpleaños.



[Muñeca Infinita. Traducción de Julia Osuna]

Cartel de Bleeding Love

 


Monkey Man: primer cartel

 


jueves, enero 25, 2024

Nominaciones a los Oscar 2024

 

Lista completa: aquí.



En Aleteia: Fallen Leaves

 

Aquí

Road House: primer cartel

 


Norman Jewison (1926 - 2024)

 


lunes, enero 22, 2024

La administración del miedo, de Paul Virilio

 

Del prefacio de Bertrand Richard:

Caos climático, pánico bursátil, fobias alimentarias, pandemias, crack económico, ansiedad congénita, miedo existencial… El miedo, los miedos individuales y colectivos se suman y se refuerzan los unos a los otros, lo cual constituye la dinámica misma del miedo, y parece que caen en cascada sobre nuestro mundo. Alarmar, sobresaltar, poner en tensión. ¿No nos encontramos ante una permisividad en este terreno claramente excesiva y también muy representativa de nuestra época?
[…]
Toda la confianza en la razón y en la perfectibilidad del género humano ha ido sometiéndose de manera progresiva a un “principio de terror” que hace del miedo, desplazando a la fe, la piedra angular de nuestras actitudes frente a la existencia.

De las entrevistas con Paul Virilio:

Utilizo la expresión “administración del miedo” para referirme a dos conceptos. En primer lugar, el miedo hoy en día es un entorno, un medio, un mundo. Nos ocupa y nos preocupa. Antes, el miedo era un fenómeno relacionado con acontecimientos localizables, identificables y circunscritos en el tiempo: guerras, hambrunas, epidemias…
[…]
Pero administración del miedo también significa que los Estados se sienten tentados a hacer del miedo, de su difusión mediática, de su gestión, una política. Los Estados, que se han visto progresivamente despojados por la globalización de sus prerrogativas tradicionales (entre otras de las asociadas al Estado del bienestar), tienen que convencer a los ciudadanos de que son capaces de preservar su seguridad física.

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Y precisamente estoy convencido de que, al igual que la velocidad forjó el increíble dominio alemán sobre toda la Europa continental en 1940, el miedo y su administración se sustentan hoy en la increíble difusión de las tecnologías de la información y de las comunicaciones. Además, esos progresos tecnológicos están arropados por una auténtica propaganda.

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Bajo la ocupación, el miedo es un Estado, en el sentido de que es un poder público quien impone una realidad falsa y, al mismo tiempo, aterradora.

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Lo primero que percibe un niño en un adulto, sea quien sea, es un aura de autoridad a la que hay que someterse. Así, pues, de entrada desde la infancia la realidad se nos presentó como una falsificación. Eso me hace muy sensible a la situación actual de aceleración de la realidad. No se trata de una realidad “multiplicada” como dicen los virtualistas, sino de una realidad acelerada lo cual es enteramente distinto. Nos enfrentamos a algo que hace que el miedo se convierta en un elemento constitutivo de un modo de vida y de una manera de relacionarse con los fenómenos. Y también de una forma de relacionarse con el mundo, una relación falseada del ser-en-el-mundo.

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¿Cómo definir el desequilibrio del terror? Como la posibilidad que tiene un solo individuo de hacer tanto daño como el arma absoluta. Lo que caracteriza al terrorismo es, en sentido literal, la “producción del miedo”.


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Gracias a la velocidad absoluta de las ondas, se puede experimentar en todos los lugares del mundo el mismo sentimiento de terror en el mismo momento. No es una bomba local: explota en cada instante, con ocasión de un atentado, de una catástrofe natural, de un pánico sanitario, de un rumor malintencionado… Crea una verdadera “comunidad de emociones”, un comunismo de los afectos sucesor del comunismo de la “comunidad de intereses” compartidos por diferentes clases sociales. En todo ello hay algo nuevo que hace posible la sincronización de las emociones, algo cuya potencia supera la estandarización de la opinión pública característica de los medios de comunicación de masas de la segunda mitad del siglo XX.

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El presente está en cambio marcado por la aceleración de lo real: estamos tocando los límites de la instantaneidad, el límite de la reflexión y del tiempo propiamente humano.

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Las pantallas son el equivalente del parabrisas del coche: con la velocidad perdemos el sentido de la lateralidad lo cual nos ha convertido en minusválidos en nuestra percepción del mundo, de su riqueza, de su relieve, de su profundidad espacial.
[…] Y es que para sobrevivir hay que saber anticipar lo inesperado, porque lo inesperado nunca llega de frente.

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Lo que técnicamente llamamos compresión temporal es un acontecimiento que modifica de manera concreta la vida cotidiana de cada individuo y de toda la colectividad en el mismo instante. Ante semejante aceleración de la vida cotidiana, el miedo se ha convertido, en tiempos de paz, en un entorno. Habitamos un accidente planetario, el accidente de su instantaneidad, de su simultaneidad y de la interacción que ya ha triunfado sobre la actividad ordinaria.

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Vivimos bajo la presión de una ocupación permanente. Esta ocupación que nos vigila, nos tele-controla, nos sondea, nos pone a prueba, nos evalúa sin cesar y nos expone públicamente, está cada vez más presente y es cada vez más aceptada como una fatalidad, como un destino… La promoción del progreso quiere que siempre vayamos con retraso, ya sea como consecuencia de la banda ancha, del perfil de Facebook o de todos los mails pendientes de contestar. Todo el tiempo hay que estar poniéndose al día y de esta manera nos vamos convirtiendo en objetos/sujetos de un masoquismo cotidiano y de una tensión a la que nos sometemos voluntariamente.

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Vivimos en un ataque de ira permanente. Y, por añadidura, con la incapacidad de verbalizarlo, con una falta de dominio del lenguaje.


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La realidad nos ofrece abundantes ejemplos: la sincronización perfecta equivale a la inmovilidad. El sedentario contemporáneo se encuentra en cualquier sitio como si estuviera en casa gracias al teléfono móvil, y el nómada es el que no tiene lugar propio, el excluido. El desterrado. El exiliado de todo. Pero, al mismo tiempo, entre las masas de exiliados (mil millones de seres humanos se verán obligados a desplazarse en las próximas décadas) y los turistas está empezando a operarse una fusión. Los turistas están transformándose en los inmigrantes de esta inercia del móvil.



[Editorial Pasos Perdidos. Traducción de Salvador Pernas Riaño]    


Origin: 2º cartel

 


En Aleteia: La sociedad de la nieve

 

Aquí

Cartel de Red Right Hand

 


Soy fan, de Sheena Patel

 

Lo bueno de Soy fan es que se trata de una novela provocadora y muy original, consistente en capítulos breves escritos en un único párrafo alineado a la izquierda, como si fueran entradas de blog en las que una mujer habla de sus 2 obsesiones: el tipo rico y casado con el que ha puesto cuernos a su novio y una de las amantes ricas de ese tipo, todo a ello a través de su actividad de stalker de las redes sociales. La narradora vigila sus posts, analiza fotos y comentarios de los lectores, les sigue la pista y se mantiene al tanto de cuanto hacen... igual que una fan loca y peligrosa. Es una narración amena, divertida y actual.

Lo malo es que ese sometimiento narrativo a la actualidad (menciones continuas a Instagram, Facebook, etc) puede volverse en su contra dentro de unos años: ¿alguien recuerda hoy MySpace? Y que hacia al final se detecta un tono consistente en culpar al blanco heterosexual de todos los males de la historia, un tópico que ya cansa.



[Alpha Decay. Traducción de Regina López Muñoz]


One Life: 2 carteles

 



Cartel de Suncoast

 


martes, enero 16, 2024

Vivir bien es la mejor venganza, de Calvin Tomkins

 

Hacia 1914, de todos modos, Gerald había empezado a escribir cartas a Sara en un tono cada vez más personal, deslizando sutilmente en ellas, de vez en cuando, frases un tanto afectadas que dejaban un rastro de profunda melancolía. Admitía estar padeciendo frecuentes accesos de “tristeza” y depresión: “A veces me siento perseguido por los criados negros”, afirmó una vez. Le confesaba su desdén por los códigos sociales que impedían que un hombre pudiera hablar de libros, música o pintura con otro hombre, a riesgo de que lo consideraran un afeminado: “Me gustaría encontrar a alguien con quien, a medida que fuéramos intimando, pudiera hablar, sin esfuerzo aparente, y con espontánea franqueza, de cosas que se salieran un poco de lo más trillado”. De su vida hasta aquel momento, le dijo a Sara lo siguiente: “Para mí ha sido una vida de tan profunda e impostada irrealidad (algo de lo que solo me puedo culpar a ) que ahora lo único que quiero es llegar a la esencia de las cosas”.

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Por si altercados como este no fueran suficientes, a los Murphy les preocupaba todavía más el acelerado proceso de autodestrucción al que se estaban entregando los Fitzgerald. La producción literaria de Scott casi se había detenido. Aunque hablaba de la nueva novela que estaba escribiendo (el libro que, tras ocho años e incontables revisiones, se convertiría en
Suave es la noche), apenas parecía estar trabajando en ella. Fitzgerald no acabó ningún cuento entre febrero de 1926 y junio de 1927. Casi siempre estaba deprimido e inseguro acerca de su talento, y el alcohol se estaba convirtiendo en un problema cada vez más serio para él.

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Cuando se publicó
Suave es la noche, en 1934, la época, los lugares y las emociones que el libro evocaba eran ya algo muy remoto para los Murphy. Dick Diver no parecía tener mucho que ver con Gerald, y aunque Fitzgerald había entresacado muchos detalles, conversaciones e incidentes de la vida real, también se las arregló para dejar fuera la mayoría de los elementos de aquella experiencia europea que más importaban a los Murphy: la excitación del movimiento moderno en París, los buenos amigos, la sensual alegría de vivir en Cap d’Antibes. Y sin embargo, en una carta escrita desde los abismos del dolor, en agosto de 1935, Gerald le decía a Scott: “Ahora sé que lo que cuentas en Suave es la noche es real. Solo la parte inventada de nuestras vidas –la parte irreal– tiene cierto sentido, cierta belleza. Ahora es la vida misma la que ha irrumpido dejando un rastro de caos, heridas y destrucción”.



[Alpha Decay. Traducción de Carlos Losilla]

David J. Skal (1952 -2024)



Próximamente: La ley de los cerros

 

De Chris Offutt. En Sajalín Editores.

En Aleteia: The Holdovers (Los que se quedan)

 

Aquí

The Promised Land: nuevo cartel

 


Arenas Blancas, de Geoff Dyer

 

Geoff Dyer me parece uno de los autores contemporáneos más interesantes y también más originales. Su Zona, texto inclasificable en torno al Stalker de Tarkovski, debería ser lectura obligatoria de todo cinéfilo. También son muy buenos los ensayos de Pero hermoso y Yoga para los que pasan del yoga; y la novela Amor en Venecia, muerte en Benarés no está nada mal.

En Arenas Blancas, que salió hace algunos años, nos habla de varios viajes (para ver la obra de Robert Smithson, para explorar la Ciudad Prohibida de Pekín y el Campo de Relámpagos de Nuevo México, para seguir las huellas de Gauguin o las de Theodore Adorno en USA...), y en casi todos le embarga un poso de decepción. Nunca ve lo que esperaba. Y, no obstante, esos trayectos le sirven para hacer literatura y llenar la página de citas y de sabias reflexiones sobre el espacio, la memoria y el tiempo. Un fragmento:

En el curso de una escala aérea en el aeropuerto de Los Ángeles, entre dos vuelos de larga distancia de Londres a la Polinesia Francesa, adonde viajaba para escribir sobre Gauguin y el atractivo de lo exótico en conmemoración del centenario de su muerte, perdí mi principal fuente de información y referencia: la biografía del pintor escrita por David Sweetman. El pánico en el que me sumió esta pérdida aciaga, irreparable e inexplicable, fue remitiendo gradualmente, dando paso a un ánimo de húmeda resignación que amenazaba con empañar todo el viaje. Privado de esta obra esencial —y en ocasiones la pérdida es una forma de robo, incluso cuando es pura culpa del perjudicado—, dediqué gran parte del tiempo libre que pasé en Tahití a tratar de sacar algo bueno de dicha pérdida, anotando cuanto recordaba de la vida y la obra de Gauguin a partir de mis lecturas de Sweetman y otros historiadores del arte.



[Random House. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]

Ventura Pons (1945 - 2024)

 


Cartel de Back to Black

 


miércoles, enero 10, 2024

Del blog de Juan Francisco Ferré: Los campos del audiovisual: cine y metacine en 2023

 

Como es habitual por estas fechas, la lista de películas, series y documentales que más nos gustaron a unos cuantos durante el año anterior, servidas en el magnífico blog del escritor Juan Francisco Ferré. El link al post: aquí.

 


Glynis Johns (1923 - 2024)

 


Cartel de Sidonie au Japon

 


El visitante, de Stephen King

 


Éste es uno de los libros más potentes de Stephen King en los últimos años, sobre todo en su primera mitad, en la que adopta los modos de la novela policiaca y de suspense, con sospechosos, interrogatorios y el brutal asesinato de un niño, ya ocurrido cuando empezamos el libro. Es una novela mutante, que cambia de género en cuanto se incorpora a la trama Holly Gibney (uno de los personajes de la trilogía formada por Mr. Mercedes, Quien pierde paga y Fin de guardia, recién retomada en Holly, que salió hace poco a la venta) y entonces vira hacia lo sobrenatural. El visitante (The Outsider en inglés) salió traducido en 2018 y yo lo he leído en los días navideños, lo que denota el atraso que llevo con su obra. Aquí va un fragmento de uno de los interrogatorios del principio:

Inspector Anderson: ¿Diría que era una furgoneta comercial?

Ritz: Exacto. Sin ventanas, con doble puerta trasera. El tipo de furgoneta que utilizan las empresas pequeñas para el transporte. Puede que fuera una Econoline, pero no lo juraría.

Inspector Anderson: ¿Llevaba escrito el nombre de alguna empresa? ¿Como Aire Acondicionado Sam o Ventanas a Medida Bob? ¿Algo así?

Ritz: No, no. Nada de nada. Pero estaba sucia, eso sí se lo digo. Hacía mucho que no la lavaban. Y tenía los neumáticos embarrados, probablemente por la lluvia. Dave ha olfateado las ruedas y luego hemos continuado por uno de los caminos de grava entre los árboles. Al cabo de unos cuatrocientos metros, Dave ha empezado a ladrar y ha echado a correr entre los arbustos de la derecha. Ha sido cuando ha encontrado el rastro. Casi me arranca la correa de la mano. Yo intentaba obligarlo a volver a tirones, y él se resistía, no hacía más que sacudirse y escarbar en la tierra sin parar de ladrar. Así que lo he atado corto, uso una de esas correas retráctiles, van muy bien para eso, y he ido tras él. Ahora que ya no es un cachorro no hace mucho caso a las ardillas y las tamias, pero se me ha ocurrido que a lo mejor había olido un mapache. Me disponía a hacerlo volver quisiera o no, los perros tienen que saber quién manda, cuando he visto las primeras gotas de sangre. En la hoja de un abedul, a la altura del pecho, o sea, a un metro y medio del suelo más o menos, calculo. Había otra gota en otra hoja un poco más allá, y después, aún más allá, toda una salpicadura en unos arbustos. Todavía roja, reciente. Dave la ha olfateado, pero quería seguir adelante. Ah, antes de que me olvide, justo entonces he oído un motor detrás de mí. De no ser por lo ruidoso que era, como si tuviese el silenciador averiado, puede que ni me hubiera enterado. Retumbaba, no sé si me entiende.

Inspector Anderson: Ajá, sí.

Ritz: No puedo jurar que fuese la furgoneta blanca, y como no he vuelto por el mismo camino no sé si ya se había ido, pero casi seguro que sí. ¿Y sabe qué significa eso?

Inspector Anderson: Dígame qué cree usted que significa, Jon.

Ritz: Que es muy posible que ese hombre estuviera observándome. El asesino. Observándome entre los árboles. Se me pone la carne de gallina solo de pensarlo. Me refiero a ahora. En ese momento tenía toda la atención puesta en la sangre. Y en evitar que Dave me descoyuntara el brazo derecho de un tirón. Empezaba a estar asustado, y no me importa reconocerlo. No soy un hombretón y, aunque procuro mantenerme en forma, paso ya de los sesenta. Ni siquiera a los veinte era aficionado a las broncas. Pero tenía que ver qué pasaba allí. Podía haber alguien herido. 

 

[Plaza & Janés. Traducción de Carlos Milla Soler]

Cartel de Finalmente l'alba

 


Globos de Oro 2004

 

 

Lista completa: aquí.



Reedición de Las sombras de la vigilia

 

 

De Esteban Maldonado. En Open City.

Cartel de Mothers' Instinct

 


En Aleteia: Familia

 

Aquí

David Soul (1943 - 2024)

 


Próximamente: Baumgartner

 

De Paul Auster. En Seix Barral.

Challengers: primer cartel

 


La tormenta de hielo, de Rick Moody

 


Aún recuerdo la buena impresión que me dejó, a finales de los 90, la adaptación que hizo Ang Lee de esta novela de Rick Moody, que por fin he leído. Es un retrato despiadado de ciertas actitudes sociales a principios de los 70 y a través del comportamiento de 2 familias cuyos miembros, por unas u otras razones, acaban cayendo en tragedias, desengaños e infidelidades. Aunque tengo por casa casi toda la obra traducida de Moody (salvo América ocaso), he leído sólo uno de sus libros y textos sueltos.

En La tormenta de hielo se reveló ya como una especie de John Irving que va más al grano y se enrolla menos, cosa que se agradece. En el ritmo de la prosa, en detalles y actitudes de los personajes, en esa manera de intentar abarcar cada detalle de un personaje, le veo cierta influencia. Bastante buena, en suma. E ideal para leerla en vísperas de navidades, que es cuando yo la leí. 

 

[Editorial Debate. Traducción de Mariano Antolín Rato]

Tom Wilkinson (1948 - 2023)

 


En Aleteia: Historias de Navidad y su secuela

 

 

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Cartel de The Neon Highway

 


Lee Sun-kyun (1975 - 2023)

 


Cabrini: 2 carteles