Todos tenemos algo de lo que avergonzarnos. En mi caso, de niño admiraba a Chuck Norris y aún me asusto al rememorarlo. Pero es que en Golpe por golpe, El tigre de San Francisco o Marcado para morir no era tan cutre como lo es ahora. O quizá fue síntoma de la niñez, que no ve los defectos de los héroes de cartón piedra.
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