Hace 11 horas
miércoles, septiembre 30, 2009
Los sudarios no tienen bolsillos, de Horace McCoy
-Vas a tratar de publicar la verdad, ¿no?
-No, no voy a intentarlo. Lo voy a hacer.
-¿Te has parado a pensar lo que pasará si le tocas las pelotas a la gente equivocada? Esto es un villorrio venido a más, lleno de mentes estrechas y de fachas que odian a cualquiera que trate de cambiar las cosas. Lo sé bien, conozco este tipo de ciudades.
-Yo también. Nací aquí.
-Te crucificarán.
-No, no voy a intentarlo. Lo voy a hacer.
-¿Te has parado a pensar lo que pasará si le tocas las pelotas a la gente equivocada? Esto es un villorrio venido a más, lleno de mentes estrechas y de fachas que odian a cualquiera que trate de cambiar las cosas. Lo sé bien, conozco este tipo de ciudades.
-Yo también. Nací aquí.
-Te crucificarán.
Big Bad Budd
I’ve seen the chains of St. Peter
and heard thunder form the sky
over the city of Rome.
A light rain falling now
and last night
I saw Kill Bill in Italian.
A lot o f grass grows now
below what was once
a wooden stage in the Coliseum.
Starving wild animals brought up
by pulleys to eat the wrongdoers.
A town guide told me Nero committed suicide
and in the newspaper today
………………...It said:
“Poets die earlier than normal people.”
Michael Madsen, The Complete Poetic Works. Vol. I: 1995-2005
and heard thunder form the sky
over the city of Rome.
A light rain falling now
and last night
I saw Kill Bill in Italian.
A lot o f grass grows now
below what was once
a wooden stage in the Coliseum.
Starving wild animals brought up
by pulleys to eat the wrongdoers.
A town guide told me Nero committed suicide
and in the newspaper today
………………...It said:
“Poets die earlier than normal people.”
Michael Madsen, The Complete Poetic Works. Vol. I: 1995-2005
Creatura nº 44
Aquí está la disección. Este número incluye entrevista con Ana Patricia Moya, a la que ya conocéis por la revista Groenlandia. Y "La receta del poeta", de mano del Kebran.
Tim Robbins y “1984”
Llevaba unas semanas preguntándome cómo adaptaría Tim Robbins un clásico de la literatura futurista del calibre de “1984”, novela extraordinaria de George Orwell sobre el recorte de la privacidad, los fascismos y El Gran Hermano. ¿Cómo se adapta un texto que tal vez requiera múltiples cámaras de televisión, escenarios grises y sofocantes de ciencia-ficción y demás entramado, que ya conocemos por el libro de Orwell y/o el filme de Michael Radford (recordemos: con John Hurt y Richard Burton)? La respuesta la tuve, por fin, el domingo pasado, donde asistí a un pase de la obra en el Teatro María Guerrero de Madrid. Dirección del actor y director Tim Robbins, al frente de “The Actor’s Gang”. Adaptación de Michael Gene Sullivan. Protagonizada por sólo seis actores, entre los que debo citar a Cameron Dye por su intenso trabajo y porque soporta el peso de la obra al interpretar al protagonista, Winston Smith. Esta versión empieza en el momento en que lo detienen por mantener relaciones sexuales con una mujer, desarrollar ideas propias y escribir cosas contrarias al régimen en su diario. El atrezzo es sencillo, pero funcional. A raíz del hallazgo del diario, los otros personajes tiran del hilo y recrean la historia de amor de Winston con Julia.
En los teatros puede suceder lo imprevisible. Y la otra noche sucedió. Dado que los actores hablan en inglés, proyectaron bandas de subtítulos en castellano. A mitad del primer acto, los subtítulos desaparecieron por un error técnico. Los actores no se enteraron y los del público no protestamos, pero era difícil coger los matices en otro idioma. No sé cuánto tiempo transcurrió así, hasta que una voz (en castellano) pidió disculpas al público: iban a interrumpir la obra hasta que solucionaran el fallo. Los actores, que no entendían lo que estaba pasando, no se salieron de sus personajes, se quedaron inmóviles hasta que la regidora salió a pedirles la retirada. Con dignidad, en silencio, salieron y aplaudimos. El fallo convirtió la representación en algo muy emotivo. Me explico: tras una parada de, no sé, tal vez quince o veinte minutos, la voz volvió a oírse. Dijo que se había solucionado el problema técnico y que los actores iban a representar de nuevo toda la parte que no habíamos entendido, es decir, desde la mitad del primer acto. Y salieron y lo hicieron exactamente igual, lo repitieron con el mismo entusiasmo y la misma intensidad. Trabajaron más que otra noche. Tuvieron el talento para retroceder unas cuantas páginas. A mí me pareció asombroso. Un esfuerzo que supimos valorar con aplausos y ovaciones de varios minutos al final de la obra.
Durante el rato de los aplausos, el mismísimo Tim Robbins salió a saludar porque las ovaciones no se acababan. Y nos pusimos en pie. Gritos de “bravo”, silbidos, más aplausos. Yo estaba en primera fila y juro que Tim Robbins se detuvo justo delante de mí, a un paso del borde del escenario. Se trata de un hombre gigantesco, no sé si medirá dos metros. Allí mismo, a un metro, estaba el director de “Pena de muerte”, el actor de “Cadena perpetua”, “El gran salto” y “Mystic River”, el tipo que está casado con una de las mejores y más atractivas actrices de Hollywood, Susan Sarandon. Yo, mitómano hasta la médula, pegué un bote cuando lo vi salir de entre bambalinas: campechano y sonriente, emocionado y agradecido, haciendo guiños de complicidad al público, mirándonos directamente a los ojos, con su estatura gigantesca de cineasta enorme, de hombre comprometido política y socialmente. Hizo reverencias, no dejó de sonreír, se le veía tan satisfecho y tan orgulloso como cuando ganó el Oscar. Un gran director, una gran obra y un broche mágico.
martes, septiembre 29, 2009
The Complete Poetic Works of Michael Madsen. Vol. I: 1995-2005
Fue David González quien me descubrió que Michael Madsen, además de actor, es poeta. Y un gran poeta, a mi entender. Tiene algunos premios y varios libros publicados. En cuanto lo supe, busqué por internet su obra completa, recopilada por el momento en este primer volumen. Fue hace casi un año y encontré ejemplares saldados en una librería de Miami. Este libro me costó 74 céntimos, quizá la mejor inversión de mi vida. El coste total, con gastos de envío, salió por unos 10 euros. He estado leyéndolo en inglés desde entonces. Ya no se pueden conseguir ejemplares, o ya no están tan baratos.
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Cada libro de Madsen está cuidado al milímetro. Incluye fotografías de él: rodando, con sus hijos, con su mujer, con su perro, disfrazado de algunos de sus personajes. Y prólogos de colegas cineastas: Dennis Hopper, Quentin Tarantino, David Carradine. Y las copias de algunos poemas tal y como fueron escritos a mano en hojas de hotel o en páginas de cuaderno. Porque Michael Madsen es, fundamentalmente, un poeta de la carretera. Como Jack Kerouac, una de sus influencias más evidentes. A Madsen también le han influido Sam Shepard, Jack London y Charles Bukowski, entre otros. Dado que es un actor, está viajando continuamente, y durante las esperas de los rodajes se dedica a escribir poemas: sobre la soledad, sobre sus ídolos del cine, sobre sus colegas de reparto, sobre su familia, sobre los lugares por los que pasa (París, Montreal, Toronto, Nueva York, Madrid, Austin, México, Bucarest...) Dedica muchos textos a actores, a los tipos duros que le han inspirado: Robert Mitchum, Charles Bronson, James Cagney o Clint Eastwood.
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Me ha gustado mucho. Necesita que lo editen en España, aunque quizá pierda bastante de la solemnidad de su escritura con la traducción. Aunque sea uno de los últimos y más auténticos duros del cine (ahí están sus papeles en Reservoir Dogs, el remake de La huida, Donnie Brasco, Kill Bill o Mulholland Falls), en los poemas abre su corazón: se trata de un tipo muy enamorado de su mujer, padre de numerosos hijos a los que adora, eje de una familia a la que siempre echa de menos cuando se va a los rodajes. No le importa rodar malas películas para mantener a su familia. La poesía es su alivio y su desquite: está en una tierra remota, solo, alejado de los suyos, participando en algún bodrio, aburriéndose en el motel, y entonces escribe un poema y se siente vivo. Los poemas de Michael Madsen simbolizan la carretera, el viaje, el lamento por los amigos muertos, la extrañeza de estar solo en lugares lejanos... He colgado ya varios poemas en este blog; mañana colgaré otro más.
Mañana, en Madrid
Presentación del nuevo libro de José Naveiras, El incendio y otros relatos: Hotel NH Embajada de Madrid (C/Santa Engracia 5, Alonso Martínez), 20:00 horas. Presenta Carlos Salem.
El corto y sus sacrificios
Me alegra ver el modo en que se apoya en Zamora a los jóvenes directores de la tierra que, poco a poco, con mucha ilusión y ganas, sorteando montones de escollos, van rodando sus cortometrajes y forjándose así una filmografía que debería llenar de orgullo a quienes hemos nacido allí. Al menos por el ánimo que le ponen. Aunque no esté presente en esas proyecciones, las sigo por el periódico y procuro leer las entrevistas con sus autores. Quienes están ayudando a que esos cortos se difundan son, principalmente, los dueños de Multicines Zamora, con proyecciones en la sala grande y dos pases hasta completar aforo; la entrada es gratuita. Lanzo la idea: alguien debería abrir una web o un blog en el que se fueran consignando todos los trabajos de estos directores zamoranos; no digo que cuelguen los cortos en internet, sino que la propia página se convierta en espacio de difusión y de punto de encuentro, con las biografías de los responsables y las fichas técnicas y artísticas de cada cortometraje.
El primer paso en una carrera cinematográfica debería ser dirigir un corto, o eso dicen algunos de los directores entrevistados por Stephen Lowenstein en sus dos tomos de “Mi primera película”; dicen que nadie debería dirigir un filme si antes no ha rodado, al menos, un corto, aunque sea amateur, aunque sea con la cámara de su padre, aunque sea tomando planos de los cumpleaños familiares. Rodar un corto es más difícil de lo que creemos. Hay que condensar las ideas en unos minutos, debes expresar mucho con lo mínimo. En este sentido, los cortometrajes no son muy diferentes de los microrrelatos. Luego está la gente que prefiere las novelas y los largometrajes y a la que no terminan de gustarle los microrrelatos y los cortometrajes porque prefieren más páginas, más minutos, más tramas, porque todo lo que sea breve les sabe a poco. Para gustos, los colores. Si resulta complicadísimo reunir al equipo y conseguir el dinero para levantar el corto, aún es más difícil (y caro) distribuirlo. En España no hay tradición sobre el cortometraje, y con esto quiero decir que el espectador medio no está acostumbrado a que le pongan un aperitivo antes de la película. En algunas salas de Madrid y Barcelona lo hacen: tras los trailers proyectan algún corto. Con el Fotogramas, a veces, regalan dvds que recopilan algunos de estos trabajos. Y deberíamos alegrarnos. Cuando yo era pequeño, el entrante que nos ofrecían era el NO-DO, casi siempre manipulado y casi siempre hecho para loar al régimen. Hoy tenemos los cortos, que son lo contrario: no nos los imponen y simbolizan la libertad y la democracia.
El viernes pasado estuve en Zamora, para asistir al estreno del corto “Sin título”, de LPR Productions. Estuve en el primer pase y la sala grande se petó. Fui, sobre todo, por amistad. No soy de esas personas a las que les da vergüenza apoyar públicamente a sus colegas. A mí no me duelen prendas en reconocer vínculos. Antes del corto vimos, de aderezo, un making of y un trailer. Vi muchas caras conocidas en la pantalla y por la sala. Los hermanos Mario y Pablo Crespo, a la cabeza del equipo en las labores de guión, dirección, producción artística, montaje y postproducción, nos hablaron de lo que íbamos a ver. Me satisfizo reencontrarme con los escenarios exteriores de “Sin título”: todo el entorno de La Marina, porque son los sitios en los que he vivido y me he criado. El corto contiene ecos del cine de Wong Kar-Wai y aúna poesía y reflexión filosófica. Mario se ha dejado la piel en esto y unos cuantos lo sabemos. Ahora toca detenerse y tomar aire. Entre el público había cineastas, artistas, políticos, etcétera. E incluso vinieron colegas de otras ciudades. Luego salimos a celebrarlo.
lunes, septiembre 28, 2009
Un hombre que duerme, de Georges Perec
Tras el éxito de Lo infraordinario, Enrique Redel (editor de Impedimenta) y Mercedes Cebrián (escritora y traductora) unen de nuevo sus fuerzas para rescatar otra joya del genial Georges Perec. En Un hombre que duerme encontramos a un estudiante que, a la manera de Bartleby, se sumerge en una especie de abulia que lo lleva a rechazar el contacto con amigos y familiares, a pulular por la ciudad (París) como un autómata, a dejar que el tiempo pase por encima de él mientras realiza actos en los que no se involucra: ir al cine, caminar, meterse en los cafés, jugar solitarios... Novela nihilista, sobre la soledad y la indiferencia de un hombre, escrita en segunda persona, es otro de los logros maestros de Perec. Un libro que no te debes perder. Un fragmento:
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Estás solo. Aprendes a andar como un hombre solo, a vagar, a callejear, a ver sin mirar, a mirar sin ver. Aprendes la transparencia, la inmovilidad, la inexistencia. Aprendes a ser una sombra y a mirar a los hombres como si fuesen piedras. Aprendes a quedarte sentado, a quedarte acostado, a quedarte de pie. Aprendes a masticar cada bocado, a encontrar el mismo sabor átono a cada pedazo de alimento que te llevas a la boca. Aprendes a mirar los cuadros expuestos en las galerías de pintura como si fueran trozos de pared, de techo, y las paredes, los techos, como si fuesen lienzos en los que sigues infatigable las decenas, los miles de caminos siempre recomenzados, laberintos inexorables, texto que nadie sabría descifrar, rostros en descomposición.
Selin: Semana de la Edición y la Literatura Independiente
A partir de hoy, 28 de septiembre, y hasta el día 4 de octubre, tendrán lugar en Blanca (Murcia) estas jornadas literarias. El programa es muy completo.
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EDITORIALES PARTICIPANTES: Alpha Decay, Candaya, Rey Lear, Ediciones del Viento, Menoscuarto, Páginas de Espuma, Salto de Página, Alfaqueque, Tres Fronteras, Tropo, Errata Naturae, Ya lo dijo Casimiro Parker, Escalera, El Olivo Azul, Siruela, 27 Letras, Artemisa, Editorial Machado, Lengua de Trapo, Editum (Universidad de Murcia), Maeva, Ahora. Ediciones de Bibliofilia, Corbalán, Diego Marín Editor, Editorial Fajardo el Bravo, Gollarín, Natursport, Nausícaä, CENDEAC.
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AUTORES PARTICIPANTES: Óscar Aguado, Juan Álvarez, José Angel Barrueco, Juan Bonilla, Ignacio Borgoñós, Jesús Cánovas, Eloy M. Cebrián, Lázaro Covadlo, Javier Das, Óscar Esquivias, Jesús Ferrero, Juan de Dios García, Hipólito G. Navarro, Alejandro Hernández, Ana Cristina Herreros, José Emilio Iniesta, Carlos Jiménez Arribas, Irene Jiménez, Fernando Larraz, Paco López Mengual, Lola López Mondéjar, Antonio Luque, Fulgencio Martínez, Javier Moreno, Manuel Moyano, Carlos Pardo, Katy Parra, Álvaro Peña, Ernesto Pérez Zúñiga, Llucia Ramis, Hilario J. Rodríguez, Joaquín Rodríguez, Enrique Rubio, Javier Sáez de Ibarra, Carlos Salem, Marta Sanz, Miguel Serrano.
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También estarán la Asociación de Cronistas Oficiales de la Región de Murcia y la Asociación de escritores de la Región de Murcia (AERMU).
Habrá teatro, música, talleres literarios, conferencias, coloquiso, tertulias, recitales, cuentacuentos... En los talleres de ilustración intervienen Juan Álvarez, Jorge G y Miguel Ángel Martín.
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Y el viernes, día 3, a las 22:00 h, "Desversados", recital de poesía de varios autores de Ya lo dijo Casimiro Parker: Carlos Salem, Óscar Aguado, Javier Das y un servidor.
Próximamente: El amor sigue sin ser contemporáneo
Fotogenia
Resulta asombroso que alguien con la cara tan destruida por las drogas y la mala vida como Chet Baker fuera, sin embargo, tan fotogénico. La semana pasada vi el documental “Let’s Get Lost”, de Bruce Webber, en torno al músico de jazz, y me sorprendió el modo en que, por decirlo de una manera quizá tópica pero efectiva, la cámara lo amaba. Es fascinante el poder del rostro de Chet Baker. También era poderosa su cara de joven, en esas fotos inolvidables en blanco y negro en las que gasta tupé, sujeta una trompeta o le cae un poco de flequillo sobre la frente. Pero sus facciones son más impactantes en los últimos años, poco antes de morir, al caer o tirarse desde una ventana de un edificio de Ámsterdam. Cuando este músico, en el documental mencionado, comparte plano con otras personas, les roba a éstas el protagonismo. Incluso cuando se le ve hablando con esfuerzo, medio ido por algún picotazo de jeringa reciente, con su manojo de arrugas y sus patillas y la expresión de dolor en los ojos y ese bigote que le hacía parecer un cruce entre Charles Bronson y Kris Kristofferson, como un pistolero retirado ya de los duelos, pero no de las tabernas, incluso así, es cuando Chet Baker más enamoraba a la cámara. A la entrada de la sala, en los Cines Verdi de Madrid, tienen además una exposición de fotografías grandes y en blanco y negro del cantante y trompetista.
Lo de Chet Baker no es, en absoluto, belleza. Es todo lo contrario, pues era un yonqui que se autodestruyó demasiado deprisa. Pero a la cámara le gustaba porque en sus ojos, en su puñado de rugosidades faciales, en su mandíbula que había sufrido la rotura y extracción posterior de todos los dientes tras una paliza, había experiencia, dolor, amargura y talento. Otro de los artistas que embrujaron a la cámara, de viejos más que de jóvenes, fue el escritor Samuel Beckett. Se trata de un tipo al que no me canso de mirar en las fotos. No sé si ha habido algún escritor con pelo blanco y arrugas más fotogénico que él. Tal vez. Ahora podemos ver su poder de atracción en unos carteles de publicidad que han instalado en el Metro, porque el año que viene representan en Madrid una de sus grandes obras, “Final de partida”, aunque a mí me gusta un poco más “Esperando a Godot”. No me cansa esto de observar fotos de Beckett. Con su pitillo en los labios. Con sus gafas redondas. Con su jersey de cuello alto. Sentado a la mesa de un café. Con su cabello indomable y medio de punta. Esa cara, esas facciones, esa mirada, son las de un viejo que sabe. También es cierto que el blanco y negro favorece más los rostros que el color. Incluso los políticos feos salen beneficiados cuando los retratan en blanco y negro. Pero lo de Baker y Beckett era otra cosa. Algo que algunos otros, con la edad, pierden. Por ejemplo, Marlon Brando ya no resultaba poderoso para la cámara en sus últimos años. Había perdido la fuerza de antaño. Quizá agotó su poder físico con su memorable papel en “Apocalypse Now”.
He hablado de la fotogenia de un músico y de un escritor, y ahora podría mencionar, por ejemplo, a un actor bastante fotogénico a sus años (casi 80 años de talento y sabiduría): Clint Eastwood. Tal vez sea, de los pocos que quedan del viejo Hollywood, quien resulte más atractivo para la cámara. Véase lo bien que da un tipo de su edad en los carteles de “Gran Torino”. Ha envejecido con estilo. Circulan por ahí algunas imágenes suyas, en blanco y negro, hechas en los últimos años, donde se refleja el poder magnético de sus facciones.
domingo, septiembre 27, 2009
Empieza la temporada
El verano me sirvió para desconectar de los recitales poéticos y las presentaciones literarias. ¿Se puede tener una sobredosis de fatiga por asistencia a varios actos semanales, a veces como espectador, a veces como participante? Yo la tuve. Ahora que julio y agosto terminaron y que estamos a punto de entrar en octubre, he vuelto a ese ruedo, el de los cafés y las tabernas de Madrid donde se mantiene viva y caliente la poesía. Prefiero escuchar un poema en un garito, la cerveza a mano, que pulular por los ateneos. Cuestión de gustos. Para regresar al hábito de los recitales, acudí la otra noche a un local de Lavapiés que, además, me quedaba a menos de dos minutos de casa. Fui a escuchar a mi colega Javier Das, que nos obsequió con poemas nuevos y antiguos, y algunos inéditos que ni siquiera yo había tenido oportunidad de leer; ah, y con un truco de magia con las cartas que sirvió de aperitivo para que echáramos unas risas.
Me gustó el garito. Uno de esos lugares de ambiente especial, muy bohemio. La escritora y poeta Sofía Castañón, que apareció allí por sorpresa, lo definió bien: parecía un local de los tiempos del modernismo y así se había quedado. El único problema es que las bebidas eran carísimas. Por eso, para no afear la cosa, no voy a nombrar el sitio. Pero la caña de cerveza salía a tres euros con cincuenta céntimos; la caña en vaso amplio, se entiende. A otros dos colegas poetas que estuvieron allí, compartiendo velada, Ángel Rodríguez y Javier Belinchón, les soplaron diez pavos por la suma de un gin tonic y un refresco. Quiero decir: esto puede ser aceptable en uno de esos garitos nocturnos donde cobran entrada y se estilan los precios pijos y demás, pero no en un local de mi barrio. He aquí otro de los inconvenientes: la política de precios de Lavapiés es muy inestable, en unos bares te cobran dos euros o menos por una caña y en otros te clavan tres euros con cincuenta e incluso cuatro. Se supone que es una zona tirando a pobre y que esos precios deberían ser altos en otros lugares, como el centro y por ahí. En fin, que nos quedamos con sed una vez se nos acabó la primera ronda de bebidas. Yo no dejé ni gota de mi cerveza, y por ese precio pensé incluso en lamer el vaso. No lo hice. Al acto acudió más gente de la prevista, incluidos algunos de mis amigos de Zamora. Pasaron por allí otros dos buenos compadres: el poeta Gsús Bonilla y el escritor Esteban Gutiérrez Gómez. Bonilla tiene preparado un gran poemario, de momento inédito, pero que debería salir cuanto antes: “Ovejas esquiladas, que temblaban de frío”. Esteban publicó hace unos meses una pieza narrativa de orfebre: “El colibrí blanco”. Por cierto, Sofía tiene ya en las librerías “La sombra de Peter Pan”, poemario en edición limitada y numerada, que aún no he comprado porque los libros de Ediciones del 4 de agosto no se encuentran fácilmente en Madrid. Saludé también a otro poeta: Abel Aparicio, leonés y leonesista.
Lo pasamos bien, disfrutamos gracias a la naturalidad de Javi y a sus poemas, que siempre nos llegan al corazón, lo enganchan y no lo sueltan. Que haga esta crónica apresurada no significa que vaya a escribir de todos los recitales a los que asista a partir de ahora, que empieza la temporada. Es sólo una manera de celebrarlo. Luego, al llegar a casa (pronto: en torno a las diez o así), vi una concentración multitudinaria de ciclistas en el barrio. No se escandalicen: iban vestidos. Lo anoto porque la última vez que allí hubo concentración de ciclistas llegaron todos desnudos y de ello dejé constancia en este periódico; desnudos de arriba abajo, en cueros vivos.
sábado, septiembre 26, 2009
Inglourious Basterds (guión), de Quentin Tarantino
Además de ver la película, leí el guión. Es importante leerlo porque redondea y matiza detalles de muchos de los personajes. Contiene varios fragmentos que Tarantino decidió rodar de otra manera (ej: en la granja del principio, en el guión, también está la madre; en la película no existe) o que simplemente eliminó del montaje (ej: algunos flashback que explican los orígenes de tal o cual personaje), y se habla mucho más de cine: referencias continuas a actores y a directores. En el montaje desapareció la historia de cómo Shosanna (Mélanie Laurent) conoce a la propietaria del cine y cómo ésta la acoge. La propietaria era Madame Mimieux, a la que interpretaba la morbosa Maggie Cheung. Dado que no sale en la película, cuelgo un fragmento de esta parte:
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MADAME MIMIEUX
Sólo por encender fuego en mi cine mereces algo mucho peor que ser metida en el vagón nazi de los judíos.
¿Sabe tu cabeza de chorlito cuál es la principal prioridad del dueño de un cine?
Evitar que el puto local arda hasta los cimientos, ¡esa es!
Tengo en mi colección más de trescientas cincuenta películas de treinta y cinco milímetros en copias de nitrato, que no sólo son inmediatamente inflamables sino también extremadamente inestables. Y si se les prendiera fuego arderían tres veces más rápido que el papel. Si eso ocurriera… ¡POOOF! …se acabó; no quedaría ni cine ni nada, y todos los que estuvieran dentro morirían abrasados. Si te vuelvo a ver encendiendo fuego en mi cine, no te entregaré, te mataré yo misma. Y los putos nazis me darán un pase para el toque de queda.
¿Me has entendido?
SHOSHANNA
Oui, madame.
Sólo por encender fuego en mi cine mereces algo mucho peor que ser metida en el vagón nazi de los judíos.
¿Sabe tu cabeza de chorlito cuál es la principal prioridad del dueño de un cine?
Evitar que el puto local arda hasta los cimientos, ¡esa es!
Tengo en mi colección más de trescientas cincuenta películas de treinta y cinco milímetros en copias de nitrato, que no sólo son inmediatamente inflamables sino también extremadamente inestables. Y si se les prendiera fuego arderían tres veces más rápido que el papel. Si eso ocurriera… ¡POOOF! …se acabó; no quedaría ni cine ni nada, y todos los que estuvieran dentro morirían abrasados. Si te vuelvo a ver encendiendo fuego en mi cine, no te entregaré, te mataré yo misma. Y los putos nazis me darán un pase para el toque de queda.
¿Me has entendido?
SHOSHANNA
Oui, madame.
Un western de guerra
Fui al cine a ver la última película de Quentin Tarantino, “Inglourious Basterds”, título escrito con erratas, aposta, y mal traducido aquí como “Malditos bastardos”. Para completar el disfrute, al día siguiente leí el guión, publicado por Mondadori. Tengo que repetir que soy un fanático de las obras escritas y/o dirigidas por Tarantino: le perdono todos sus pecados y deslices, sus excesos y locuras, y me tragaría incluso un filme suyo basado en las páginas amarillas. Se dice que su última obra es irregular. Cierto, pero no por ello resulta menos deslumbrante. Es mejor que “Death Proof” (propuesta que pocos entendieron, pues se trataba de un divertimento, de una peli de matinal de barrio), pero resulta algo inferior a “Kill Bill”. Con sus bastardos, Tarantino expone que, en el cine y también en la literatura (sus guiones son muy literarios, siempre predomina la palabra sobre la acción), todo es posible, que en la ficción hay libertad plena para cambiar las cosas y hasta la Historia. Por ello el clímax transcurre en una sala de cine antigua, que actúa como metáfora de esa libertad artística que confiere la ficción. Y, es obvio, como detonante literal del cambio de rumbo de la Historia. Con Tarantino conviene aceptar las reglas. Sus películas no intentan ser realistas, o lo son dentro de sus reglas, dentro de esa ficción. No recuerdo qué crítico señaló una vez que sus tramas sólo pueden suceder dentro de una pantalla. Nadie recicla como él. Es un genio.
En “Inglourious…” muestra de nuevo su entusiasmo por el celuloide. Primero, mediante sus guiños y homenajes: el título tomado de “Inglorious Bastards” (“Aquel maldito tren blindado”), una de mis películas favoritas de la infancia, carne de matinal y sesión doble; los créditos iniciales, punteados por la música de “El Álamo” de John Wayne; el principio, calcado a los spaghetti westerns, y sobre todo a la escena en que Henry Fonda y sus muchachos con guardapolvos llegan a la cabaña de una familia en “Hasta que llegó su hora”; las continuas referencias al cine alemán de la guerra; el plano de la puerta y su profundidad de campo, deudor de “Centauros del desierto”; la panda de bastardos estilo “Doce del patíbulo” o “Los violentos de Kelly”; la cicatriz del cuello de Brad Pitt, como si le hubieran intentado ahorcar, llaga idéntica a la de Clint Eastwood en “Cometieron dos errores”; la inspiración en películas como “El desafío de las águilas”; el original uso de la música de western en una cinta de guerra; el suspense a lo Hitchcock. Segundo: algunos de los personajes tienen que ver con el cine, así el proyeccionista, la dueña de la sala, el crítico de cine y soldado, la actriz y agente doble; como señala QT en una entrevista en Fotogramas, todo gira alrededor de una película y de su estreno, al que acudirá la plana mayor del Tercer Reich; y, en el guión, esos personajes hacen referencias continuas a actores y directores, habiéndose cortado en el montaje final parte de esas escenas, lo cual beneficia al ritmo del filme.
Con su narrativa episódica logra de manera brillante que los cinco capítulos que la forman tengan sus cruces de personajes y tramas. Cada capítulo tiene su punto álgido en un diálogo, en los duelos orales: el interrogatorio de Hans Landa al granjero y, luego, a otros personajes; la chica frente a Goebbels y otros nazis; el juego de cartas entre alemanes y aliados en una taberna; etcétera. El diálogo es el eje en torno al que gira todo y, a partir del cual, crecen y se ramifican las tensiones. El reparto es perfecto, pero destacan Mélanie Laurent, Michael Fassbender y Christoph Waltz, extraordinario actor que extrae todo el jugo posible a su personaje y lo llena de matices y de sorpresas. Esta gran película posee, al menos, cinco o seis secuencias magistrales.
viernes, septiembre 25, 2009
Hijos de Satanás
Este es el logo que Julia Velázquez, a la que conocí hace poco en León, se ha currado para nosotros, los miembros de Hank Over. En palabras de Vicente Muñoz Álvarez: será nuestro distintivo y bandera.
Hunger
Dado que no la estrenan en España y data del 2008, hay que buscar esta película por ahí. Y es lo que he hecho. Hunger (Hambre) ha sido dirigida por Steve McQueen, quien no guarda ningún parentesco con el gran actor de Bullit y Papillón. Es un filme irlandés sobre la huelga de hambre que hicieron unos presos del IRA en los años 80. Tiene algunas escenas bastante duras. Tiene un montón de premios y nominaciones. El protagonismo va pasando de uno de los funcionarios de la trena, cuya participación abarca el primer tramo del largometraje, a dos presos que comparten celda y, finalmente, a Bobby Sands (líder de la huelga en la cárcel). A Sands lo interpreta Michael Fassbender, un actorazo que también destaca en Inglourious Basterds (de la que ya hablaremos mañana). En Hunger predominan los silencios, las acciones. A medio metraje, McQueen inserta un plano secuencia fijo de dos hombres hablando; dura unos 17 minutos y eso hay pocos que consigan hacerlo. En suma, buena peli.
Apuntes romanos (y 3)
Españoles: paseando por las calles de Roma, entrando en sus restaurantes y visitando sus museos y sus iglesias, uno oye hablar continuamente a gente española, gente de paso o de visita; y por eso, y por algo especial que tiene la ciudad y por su aliento mediterráneo, uno se siente a gusto, como si pudiera quedarse allí a vivir sin haberlo planeado. Fellini (7): “La cultura en Roma no tiene nada de académico. Ni siquiera es museográfica, siendo la ciudad un enorme museo”. Panna Cotta: el flan de nata, recubierto de caramelo o de chocolate, según los gustos y las preferencias; una sola cucharada es como el beso de un ángel (femenino) en los labios; en una taberna me sirvieron el mío completamente helado, pero no dije nada y lo comí. Caravaggio: en la Iglesia de San Luigi dei Francesi, en un rincón, vi una capilla con tres cuadros magistrales de este artista, uno de mis favoritos, a saber, “San Mateo y el ángel”, “La Vocación de San Mateo” y “San Mateo mártir”, tan poderosos en el tratamiento de la luz y las sombras y los rasgos de los retratados que casi me postro para hacer una reverencia. Pasta y pizza: no se cansa uno de comer ambas de todas las maneras posibles, con salmón, con champiñones, con espinacas, con marisco, con panceta, con lo que sea; pasta fresca y preparada como sólo saben hacerla en Italia.
Mensaje: el que vimos escrito en una pizarra, a la puerta de un restaurante del Trastevere, que decía “We are against war and tourist menu”, o sea, “Estamos en contra de la guerra y del menú turístico”. Cúpula: la del Panteón, otro prodigio que se ha conservado intacto durante siglos, y bajo el que uno debe detenerse a observar el cielo y el modo en que la luz se filtra y alumbra el interior del edificio. Suciedad: la de las fachadas de las casas y de los edificios en general, tal vez debido al humo de los tubos de escape de los coches y de las motos. Huesos: los de 4.000 frailes capuchinos, que pueden verse en la Cripta de los Capuchinos de la Iglesia de Santa María Della Concezione, previo pago de un euro; algo indescriptible y tenebroso y lo más tétrico que he visto nunca, con cientos y cientos de calaveras, quijadas, clavículas, caderas, tibias y vértebras formando lámparas, torres, adornos y arcos (hay fotos en internet), con varios cadáveres momificados y vestidos con la túnica de los frailes, y con cruces en el suelo bajo el que hay enterrados más hombres, y con un esqueleto en el techo que sostiene una guadaña y un reloj de arena, construidos también con huesecillos; las salas oscuras donde prohíben fumar, hacer fotos, escribir en las paredes y tocar los huesos recuerdan a “Indiana Jones y el templo maldito”; y no falta una advertencia que dice “Como vosotros nosotros éramos, como nosotros vosotros seréis”. Fellini (8): “Roma es una ciudad terapéutica, que favorece la salud del espíritu y del cuerpo”.
Dvd: encuentro ediciones de Almodóvar y de muchas películas americanas, pero apenas hay rastro del spaghetti western, salvo las de Sergio Leone. Moisés: el de Miguel Ángel, en la Iglesia de San Pietro in Vincoli, obra maestra de equilibrio y composición; deslumbra porque tiene la magnificencia de un rey, la musculatura de un guerrero y la grandeza de un dios. Romanticismo: la ciudad es aún más romántica de lo que uno esperaba, es un poema en construcción. Fellini (9): “Es una ciudad hospital. Es como el tribunal de Kafka: te acoge cuando llegas y te deja irte cuando te vas”. Paciencia: la que poseen los lectores que hayan llegado hasta aquí, tras varios días de abrasarlos con mis impresiones; a ellos, a las personas con las que viajé y a Jorge García, van dedicadas estas columnas, aunque no sean las de Trajano o Marco Aurelio.
jueves, septiembre 24, 2009
Autorretrato, de Édouard Levé
En la mesa de novedades de la Librería Fuentetaja vi este libro y me llamó la atención. No me equivoqué. De entrada, unas pinceladas sobre el autor: nacido en París en 1965, pintor y más tarde fotógrafo y escritor, Édouard Levé se suicidó a los 42 años; tres días antes, había enviado a la editorial que publicaba sus obras su último libro: Suicidio. Levé era un tipo raro, capaz de quemar cientos de sus cuadros por problemas de espacio. Sus textos son siempre autobiográficos: Todo lo que escribo es verdad, pero ¿qué más da?
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En Autorretrato nos ofrece, a lo largo de 126 páginas sin un punto y aparte (pero muy, muy amenas y contundentes), su desnudez emocional y física. Nos habla de lo que le gusta y lo que no, de sus sentimientos, de cómo es su cuerpo, de sus hábitos, de su pasado, de lo que espera, de la muerte y sus primeros intentos de suicidio, de literatura, de mujeres y familiares... El origen podríamos encontrarlo en los Me acuerdo de Joe Brainard y Georges Perec, autores a los que cita entre sus favoritos. Pero Levé va más allá: además de sus recuerdos, están sus sentimientos y sus esperanzas. Es un libro inclasificable, que se goza de la primera a la última página, y ofrece pensamientos y observaciones que revelan la auténtica semblanza de un hombre mediante el flujo de las palabras. Uno de los mejores fragmentos es éste:
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Cada vez escribo menos a boli y más a ordenador. Compraba más discos con veinte años que ahora con cuarenta. Llevo Levi’s 501 desde que tenía catorce años, la idea me la dio un tebeo de un vaquero que leí en casa de mi abuela pero tuve que esperar cuatro años para encontrar unos iguales. Me costó mucho decirle a mi madre que la quería, esperé a tener treinta y cinco años. Mi madre me dijo que me quería cuando yo tenía treinta y nueve años, o me lo dijo antes pero se me ha olvidado. Le dije a mi padre que lo quería cuando pasé por una depresión a los treinta y cinco, contemplaba el suicidio, me parecía una lástima morirme sin habérselo dicho. No le he dicho a mi hermano que lo quiero. No le dije a mi abuela que la quería. Les he dicho a cinco mujeres que las quería, cosa que era cierta en cuatro de los casos. Alguna vez he hecho el amor con una mujer pensando en otra.
Carátulas de Watchmen. The Complete Story
Esta edición, en dvd y blue-ray, próximamente a la venta en USA, incluye el montaje del director y un montón de extras (entre ellos, los 12 episodios de Watchmen: The Complete Motion Comic), y además incorpora en la película el corto de animación Relatos del Navío Negro, que hace poco comentamos en este blog. Son ediciones de 4 y de 5 discos.
Apuntes romanos (2)
Fellini (4): “Roma no tiene necesidad de hacer cultura. Es cultura. Cultura prehistórica, histórica, etrusca, renacentista, barroca, moderna”. Librerías: en la ciudad encontré muchas y buenas librerías, con un culto preferente por varios de mis escritores favoritos, como John Fante, Raymond Carver, Charles Bukowski o David Foster Wallace; y libros inéditos en España de Fernanda Pivano, que murió en agosto. Campo dei Fiori: heladerías, bares, restaurantes, animación callejera, júbilo de los paseantes, mercadillo matutino de flores, frutas, quesos, pasta y verduras, el Cinema Farnese y la Librería Fahrenheit 451. Plaza Navona: con las gloriosas fuentes de Bernini, un lujo para el ojo, y una de las sedes del Instituto Cervantes y, junto a éste, la Librería Spagnola, con libros traducidos de mis compatriotas. La Fontana di Trevi: visita obligatoria de día y de noche; me impresiona la majestuosidad de las esculturas, el ruido atronador y relajante del agua fluyendo; en la memoria, el recuerdo inmortal de Mastroianni metiéndose en la fuente tras escuchar las palabras de Anita Ekberg (que había llevado un gatito sobre la cabeza): “Marcello, come here! Hurry up!”, porque descubrir esta “fontana” en Trevi es como encontrar oro a la vuelta de la esquina.
Café: bebida sagrada en Italia, con camareros que se niegan a servirlo frío o que tuercen el gesto si uno lo pide con hielo; allí el café es tan delicioso que uno lo utilizaría hasta para enjuagarse los ojos. El Vaticano: las interminables y fluidas colas de gente para entrar; las maravillas de la Plaza de San Pedro y la Basílica, “La Piedad” de Miguel Ángel, enésima obra maestra que uno no se cansa de mirar; la cúpula, las esculturas, la huella de Bernini, las tumbas y el pie de San Pedro, erosionado por los turistas que lo tocan al pasar. Fellini (5): “Pero de todos modos Roma es fascinante. Para mí es la ciudad ideal, si no la Jerusalén celestial. ¿En dónde puede encontrarse la luz de Roma? Basta con un rayo de sol entre dos palacios renacentistas, entre una flotilla de nubes vagantes, para que la ciudad se vista de nuevo y readquiera su encanto”. Los Museos Vaticanos: a catorce euros la entrada, donde recorremos varios kilómetros y donde me asombra el “Laoconte y sus hijos” y cómo estos se retuercen por el acoso de las serpientes, y la cantidad de bustos, columnas, esculturas, mapas, tapices, cuadros, bóvedas, y reliquias abundantes, para las que uno necesitaría semanas de contemplación lenta, y sobre todo la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, un prodigio artesano que parece hecho por los dioses, en una sala por la que circulan vigilantes ordenando silencio y pidiendo que no se hagan fotografías, y donde todos miramos hacia arriba y abrimos la boca, no tanto por la postura sino por la belleza de techos y paredes.
Plaza de España: escaleras repletas de gente que se sienta a observar el conjunto, a hacer fotos, a descansar; al lado está el Museo de Keats y Shelley. Trastevere: es vital deambular por esta zona, perderse por sus callejuelas, entrar en las librerías (como la Librería del Cinema), cenar en el famoso Ivo y ver la escultura de San Antonio, al que los fieles han rodeado de cientos de papelitos con peticiones. Fredo: café frío, pero sin hielo; en un restaurante, el camarero nos dijo que allí sólo lo servían caliente y, si queríamos café frío, que fuéramos a tomarlo a la taberna. “El padrino” y “Scarface”: son numerosas las referencias en forma de carteles, calendarios y otros souvenirs. Fellini (6): “¿Y el clima de Roma? Tan dulce, tan ventilado, tan refrigerante”. Vagabundos: un hombre sin manos, pidiendo; otro, metido en una fuente para lavar la ropa con gel; ese, sin dedos; todos contrastan con la riqueza del patrimonio artístico.
miércoles, septiembre 23, 2009
Portada de Un nudo en la garganta
Mi primera película: Toma 2, de Varios Autores. Edición de Stephen Lowenstein
En este segundo volumen, Lowenstein entrevista a menos directores: de los 20 del primer tomo pasa a 10. Al ser un libro de conversaciones, y además en torno al cine, se devora. Se lo recomiendo, además de a los cinéfilos, a todo aquel que haya rodado (o tenga previsto hacerlo) algún cortometraje o alguna película. Porque los autores que aparecen hablan de los sacrificios que uno debe hacer cuando se convierte en el capitán de ese barco en la tormenta que es un equipo de rodaje: el director tiene que asumir el mando, tomar cientos de decisiones, mantener el ánimo, dar la cara, afrontar los insomnios, convencer a quienes ponen el dinero, mantener la película en la cabeza, charlar con los actores...
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En el libro se conversa sobre óperas primas del calibre de Donnie Darko, Amores perros, La bestia del reino o American Beauty. Las dos entrevistas que más me han gustado quizá sean la primera y la última: las que mantiene con Richard Linklater y Sam Mendes, respectivamente. Con Linklater, porque es un ejemplo de cómo rodar sin tener un chavo (dicen que su filme Slacker es una guía muy útil para los independientes y primerizos). Con Mendes, porque cuenta los consejos que le dio Spielberg antes de rodar y porque es quien mejor explica lo duro y lo caótico que supone convertirse en director. Para ver los cineastas entrevistados, pinchar en la foto.
Un cuento en Al otro lado del espejo. Número 1
Ya está en la red (y pronto en papel) el nº 1 de la revista Al otro lado del espejo, en el que se puede leer mi cuento La deuda. Muchas gracias a los organizadores por invitarme. Comparto espacio con unos cuantos buenos amigos, así que dejo la lista de autores e ilustradores y, más abajo, los vínculos para leerla o descargarla:
AUTORES: Guy de Maupassant / Ricardo Piglia / Hipólito G. Navarro / Lorenzo Silva / Carlos Salem / David González / Ana Pérez Cañamares / Miguel Ángel Zapata / José Ángel Barrueco / Hasier Larretxea / J. Ramallo / Carlos Ardohaín / Escandar Algeet /Reyes Monje / Lola B. Gallardo / Marcos Vasconcellos / Carlos Ollero / Nacho Viñuela / Inés Martín / Carlos Frühebeck / Carmen Guzmán.
ILUSTRADORES: Lidia Litrán (portada) / Juanito Kalvellido / Leticia Vera / Ángel Rodríguez Robles / Ana Rodríguez Pastor / Beatriz Chaves / Lucía Barredo / José Naveiras /Alberto Rivas.
Apuntes romanos (1)
Roma: la Ciudad Eterna, a la que uno siempre querrá regresar. Fellini (1): “Roma es una ciudad para esperar el fin del mundo”. Hotel San Daniele Bundì: la extraña posada donde una alegre mujer y una taciturna anciana nos atendieron y nos alquilaron un apartamento para cuatro, a la vuelta de la esquina, en una calle rica en vespas, humedad y bullicio de trattorias. Legionarios: los hombres vestidos de soldados romanos, con espadas, cascos y capas y los brazos llenos de tatuajes, que posan con los turistas para una foto por la que cobran. Coliseo: me fascina esa mole de piedra, con siglos de sangre, ruinas y misterios, donde los hombres morían para entretener a los ciudadanos; la visita, hoy, cuesta unos doce euros. “El furor del dragón”: la película en la que Bruce Lee se enfrentaba a Chuck Norris entre los arcos del Coliseo, y mi primera referencia al poner los ojos en esa mole grandiosa, rodeada de viajeros y vendedores. “Gladiator”: Russell Crowe combatiendo contra otro gladiador mientras las fieras tratan de darle un zarpazo. Sol: el sol de la ciudad en septiembre, agresivo y molesto y que, sin embargo, proporciona una claridad irreal a las huellas del pasado. Mendigas: ancianas con las cabezas cubiertas con pañuelos, con estampas de Cristo o de la Virgen en las escudillas que utilizan para pedir limosna a la entrada del Metro, de las iglesias y de los museos, se encorvan casi besando el suelo; parecen rumanas.
La Boca de la Verdad: careto de mármol a la entrada de la Iglesia de Santa María de Cosmedin, donde la gente se hace fotos tras introducir la mano en esa boca, que noté grasienta y sucia al tacto debido a la abundancia de dedos que la palpan cada pocos segundos, y que aparecía en una escena de “Vacaciones en Roma”, referencia inexcusable en la ciudad, con los eternos Gregory Peck y Audrey Hepburn paseando en vespa. Teatro de Marcello: hermoso en su decadencia, pero lo observo en un momento de tanto cansancio (tras levantarme a las cinco de la madrugada y viajar en taxi, avión, autobús y metro y caminar por las calles) que no soy capaz de procesar una sola idea con sentido. Fellini (2): (refiriéndose a Roma): “Las calles destruidas, los monumentos enjaulados, las ruinas arqueológicas, la muchedumbre cosmopolita le dan un aspecto de estudio cinematográfico, de plató, de escenario desarmándose, de una ciudad que va a ser transportada y reconstruida en otro lado”. El Monumento a Víctor Manuel II: no suele gustar a los italianos y a mí no me place por la mezcla de estilos y el exceso de esculturas, pero me deslumbra el mármol bajo el sol de la tarde.
Tráfico: todo lo que te cuenten sobre la caótica circulación es cierto; para cruzar por un paso de cebra hay que pisarlo a las bravas, porque ningún conductor se detendrá voluntariamente para permitir que crucen los peatones; las vías son un flujo continuo y ensordecedor de coches, motos y vespas veloces. Largo de Torre Argentina: me admira esa plaza situada en un lugar céntrico, cerca de la Columna de Trajano, que reúne restos de varios templos republicanos, y que hoy es un lugar donde viven cientos de gatos abandonados; duermen entre las ruinas y están bien cuidados y alimentados merced a la caridad de algunas mujeres y a los donativos para su manutención; quienes venimos de fuera hacemos fotos y contemplamos la gracia felina entre las columnas, porque en esta ciudad el gato es, por fortuna, sagrado, e incluso sale en postales y calendarios. Fellini (3): “Roma es un planeta misterioso, que arrastra todo consigo, que se enriquece y se nutre con su propio derrumbe. Esta tendencia a la autodestrucción vuelve todavía más apocalíptica la escenografía arqueológica de la ciudad”.
martes, septiembre 22, 2009
Este viernes, en Zamora
Estreno del cortometraje de LPR Productions. Entrada gratuita, en Multicines Zamora. Pases: 22:00 h. y 22:30 h. En el blog de Mario Crespo pueden encontrarse más datos al respecto.
Let's Get Lost
Veinte años: ese es el tiempo que ha tardado en estrenarse en España este documental de Bruce Webber sobre el músico Chet Baker, y que ayer vi en una sala de los Cines Verdi de Madrid, en VOS. En Let's Get Lost desaparece el narrador, no hay voz en off que nos cuente la historia. Porque la historia la cuentan con las imágenes, con la música, con las declaraciones del propio Baker y de sus amigos y familiares. Chet Baker era muy fotogénico. Incluso con la cara torturada por la mala vida, poseía un rostro impactante, muy atractivo para las cámaras. En contraste con esas facciones de vaquero envejecido, estaba su voz de seda. Su música, sus letras. Esta es la historia de un hombre que fue a la deriva, desde el atractivo juvenil que enamoró a las mujeres a la presencia rotunda de un yonqui con trompeta. Este documento me ha ayudado a saber datos que ignoraba, como las dos historias que circulan sobre la manera en que Baker perdió todos sus dientes o su participación en varias películas.
Viajar
A mi entender, demasiada gente se gasta un pastón en terapias, en calmantes, en antidepresivos, en pastillas para dormir y en otros remedios de los que yo suelo escapar. Demasiada gente recurre a la farmacopea o a la charla con el psiquiatra para reparar su estado anímico. Y me temo que no siempre lo necesita. Me explico: me temo que no todos los que usan y abusan de las pastillas lo necesitan de verdad, que no todo el mundo tiene depresiones. No es lo mismo “estar deprimido” que “ser depresivo”. A lo primero estamos sometidos todos. A mí me daban depresiones temporales y pasajeras cada domingo, pensando en que al día siguiente había que ir a clase. Pero no es lo mismo que sufrir depresiones crónicas, esas depresiones que obligan a algunas personas a ingresar en hospitales, a sufrir tratamientos y a pasar largas temporadas en cama. No me refiero a ellos. Me refiero a nosotros, a tipos como yo. A los que nos quejamos de lo dura que es la vida y del estrés que padecemos hasta que nos vamos tres o cuatro días de vacaciones y, entonces, a la vuelta, por arte de magia, estamos curados. Mucha de la gente que gasta dinero en farmacias y en psiquiatras estaría mejor si destinara esas cantidades de talegos a viajar.
Viajar no es tan caro. Hay numerosas maneras de hacer un viaje, aunque sea al pueblo de tu tía, para curar el estado anímico cuando éste se encuentra en baja forma. Puedes alojarte en casa de algún pariente o de algún amigo. Puedes estar al tanto de las ofertas de vuelo. El caso es salir unos días de tu entorno. Escapar. Tomarte un respiro, ya sabes. He pasado el verano entero en Madrid, salvo las breves escapadas (Zamora, León, Sanabria, Orense) que supusieron una semana de aire fresco para no oír los llantos de los críos de los vecinos y escapar del bochorno madrileño. Acabo de llegar de otro viaje y esta vez me impuse no consultar el correo electrónico; me lo propuse unas horas después de bajar del avión, porque sabía que, atado a la bandeja de entrada del correo, al final uno no despega, no desconecta, no se alivia.
Así que pasé unos días fuera y me he liberado temporalmente de los quebraderos de cabeza, de la brasa vecinal y de las constantes llamadas de teléfono de las compañías que ocultan su número para venderme sus ofertas. He estado tres días en Roma, pero me han servido de mucho. Lo más destacable y sorprendente, lo que necesito contar ya, es que el último día, por la tarde, en Via dei Baullari, cerca de la Piazza Campo dei Fiori, vi venir a un peatón cuya cara me sonaba. Iba andando deprisa, como quien no quiere que le vean. Con gafas de sol, con gorra, con barba de dos días y un macuto al hombro. Era el actor Terence Hill. Uno de mis ídolos de la infancia, en esas películas de tortazos y disparos que hizo junto a Bud Spencer. Los andares de Terence Hill, de movimientos ágiles, rápidos (se puede comprobar en sus largometrajes), y el varonil mentón con hoyuelo, y la nariz afilada, son inconfundibles. Pasó justo a mi lado y me quedé con la boca abierta. Se conserva bien, a pesar de las canas y de las arrugas. A su paso, claro, los transeúntes giraban la cabeza o se detenían. Me hubiera gustado decirle que me diera de hostias, sólo por verlo actuar. Me hubiera gustado darle las gracias por hacerme reír tanto en la niñez. Durante los próximos tres días, y aun a riesgo de las quejas y las críticas, voy a hablar de Roma porque lo merece, porque es imposible condensarlo todo en un artículo, porque está llena de españoles, porque sé que, si alguien no la conoce y espera ir algún día, quizá mis anotaciones breves y apresuradas le valgan de algo. Sirva de advertencia para estos días: a quien le desagrade, que pase página.
lunes, septiembre 21, 2009
Próximamente: Chronic City
En octubre sale a la venta, en Estados Unidos, el nuevo libro de Jonathan Lethem. Esperemos que no tarden mucho en traducirlo en España.
Cartel de Blind Date
Remake (dirigido y protagonizado por Stanley Tucci) de la película del mismo título de Theo Van Gogh, director al que hace unos años mataron a tiros en las calles de Ámsterdam.
[Sin título]
Hay madres viejas
que han gritado
puesto platos, hecho coladas.
Ahora están ahí al lado
en la silla junto al hijo
al nieto sudoroso.
Hablan de cómo está el tiempo
se ríen apenas.
Suelen tener las piernas hinchadas
y camisas de colores
en el bolso llevan
gafas de cerca
caramelos para chupar, un pañuelo.
Ellas saben
que todas las tardes
Dios las mira
pero siguen
con la esponja en la mano
limpiando minuciosamente la mesa
hasta que se pone
celosa la luz.
Francesca Serragnoli, Campo de retama. 13 poetas italianos contemporáneos
que han gritado
puesto platos, hecho coladas.
Ahora están ahí al lado
en la silla junto al hijo
al nieto sudoroso.
Hablan de cómo está el tiempo
se ríen apenas.
Suelen tener las piernas hinchadas
y camisas de colores
en el bolso llevan
gafas de cerca
caramelos para chupar, un pañuelo.
Ellas saben
que todas las tardes
Dios las mira
pero siguen
con la esponja en la mano
limpiando minuciosamente la mesa
hasta que se pone
celosa la luz.
Francesca Serragnoli, Campo de retama. 13 poetas italianos contemporáneos
Rastreando sus obras
Terminé hace días la lectura del “Diccionario del suicidio”, de Carlos Janín, manual de historias que se abre con la definición del “Accidente laboral” y acaba con el suicidio en pareja (y pactado) del escritor Stefan Zweig. Tal y como dije, el libro invita a buscar las obras de otros autores. Juraría que un gran porcentaje de casos de suicidio se da entre poetas, o esa es la impresión que me ha dado el diccionario. Entre poetas, pensadores, gente que se estruja la cabeza. He ido anotando, página tras página, los libros que en principio me interesaban. Pero no se puede uno comprar ni leer todos, así que he hecho una selección. Casi a diario iba a las librerías y buscaba algunos de esos ejemplares, escritos por autores que se suicidaron y dejaron confesiones donde se rastrean las huellas de lo que luego hicieron. Merodeando por una librería, la casualidad quiso que descubriera una novedad: “Autorretrato”, de Édouard Levé, un artista polifacético (pintor, fotógrafo, escritor), quien se mató hace dos años, justo después de escribir un libro titulado “Suicidio”, de próxima publicación en la misma editorial. Levé no aparece en el diccionario. Ningún diccionario es exhaustivo y también lo afirma su autor en la “Introducción”. Siempre se irá ampliando porque existen los casos poco conocidos, los casos de los que no se tienen detalles, los casos recientes.
De muchos de esos libros citados, o al menos los que a mí me interesan, existe traducción en castellano. No son difíciles de encontrar. Sin embargo, uno de los que más me interesan no se ve por ahí, pero acabaré consiguiéndolo: un libro que compendia dos obras de teatro de la escritora inglesa Sarah Kane. Esta mujer estuvo muy obsesionada con el suicidio. Al final de la entrada que Carlos Janín le dedica, encontramos un síntoma inequívoco de su férrea voluntad de morir: “La autora, por su parte, para que no haya duda sobre sus intenciones, ingiere decenas de barbitúricos, se abre las venas y se ahorca”. Para que nada falle. Algunos lo intentan varias veces, y sólo lo logran tras varios intentos, como la escritora Virginia Woolf, que lo consiguió a la cuarta, en uno de los suicidios más célebres de la historia de la literatura: se internó en el río tras haber metido varias piedras en sus bolsillos. De numerosos pensadores, filósofos y escritores reseñados en el diccionario, podemos encontrar en las mesas de novedades bastantes títulos suyos: los de aquellos que vivieron el auge del nazismo, que soportaron el exilio, la quema de manuscritos por parte de los nazis o los campos de concentración. Son curiosos los casos de quienes se dan muerte después de haber salido de los campos de prisioneros, y no antes. Y muy tristes los casos en que el suicida tarda varios días en morir, soportando una agonía extrema, como Vincent Van Gogh; o en los que yerra el tiro, como Robespierre, que se destrozó la mandíbula y tuvo que esperar a que lo guillotinaran.
Uno de los suicidios que más me sorprendieron, desde que lo leí en un poema de Karmelo Iribarren, es el del actor George Sanders, genial intérprete de “Te querré siempre” y “Eva al desnudo”. Se mató en un hotel de Casteldefells. Estaba aburrido de vivir. Me alegra que no falte en el diccionario la mención al poeta Justo Alejo, nacido en Formariz de Sayago (Zamora), quien se arrojó desde un edificio de Madrid. Hay dos ramas del cine pródigas en suicidios y actitudes extremas que el autor no recoge: las trastiendas del porno y de las películas españolas protagonizadas por toxicómanos y delincuentes. Ahí hay mucho material, casos muy sórdidos. Del primero, recomiendo leer “El otro Hollywood”. Del segundo, “Quinquis dels 80”.
domingo, septiembre 20, 2009
Acoso a “las gambas”
La primera sorpresa de “District 9”, el debut de Neill Blomkamp tras la cámara, es que está ambientada en Sudáfrica, en concreto en Johannesburgo, donde nació el director. Cuando ya estábamos cansados de ver películas con extraterrestres eligiendo Nueva York, Los Ángeles o Washington para aterrizar, Blomkamp y su productor, el visionario Peter Jackson, cambian el escenario y la idea resulta positiva para el espectador. La segunda sorpresa es que, al contrario de lo que ocurre en “Tiburón” o “Alien”, aquí el director muestra desde el principio a sus criaturas; es entonces cuando uno se da cuenta: lo que más le interesa no es el aspecto de los alienígenas, sino su conducta y la del protagonista. Y aquí entra otra de las sorpresas: el protagonista es un personaje totalmente alejado de los patrones heroicos de Hollywood. Interpretado por el actor Sharlto Copley, es un agente al que ordenan pasar de la oficina a la acción; pero es un agente torpe, algo cobarde, cuyos gestos y actos durante la primera mitad de la película motivan la risa y la compasión. Es un papel en la línea del de Kurt Russell en “Golpe en la pequeña China”, o sea, el fulano experto en meter la pata. Cuando uno descubre que su personaje va a sufrir una transformación en varios aspectos, es cuando comprende la elección del actor y la creación de este agente.
Se nota en la pantalla que Blomkamp se inspira en montones de filmes, y a veces los homenajea: “Alien”, “Robocop”, “Enemigo mío”, “La mosca”, “Posesión infernal”, “Encuentros en la tercera fase”. No faltan un par de guiños a los videojuegos de acción en primera persona. “District 9” arranca a la manera de “Monstruoso (Cloverfield)” y “El proyecto de la Bruja de Blair”, pero con cámaras de la tele grabando el asunto, en una mezcla de falso documental y boletín del telediario. Cuando la acción se centra exclusivamente en el agente Wikus, desaparecen durante algún tiempo las grabaciones de televisión. En líneas generales, el argumento nos cuenta que una nave extraterrestre se detuvo sobre Johannesburgo unos 20 años atrás, y el gobierno se encargó de aislar a los alienígenas en una zona conocida con el nombre de “Distrito 9”, donde sobreviven entre chabolas y escombros, sometidos al hambre y a las condiciones de chantaje y mercado negro de los mercenarios. El agente Wikus tiene que informarles de su traslado a otra zona. Se trata de un desahucio. Y ahí arranca la película.
Aviso: este párrafo contiene algunos “spoilers”. Lo más interesante de “District 9”, aparte de la manera en que está rodada y de los giros de guión y las sorpresas, es su alegoría sobre el racismo y la xenofobia. Alguien ha citado el apartheid, y la trama no se aleja mucho del tema. Los aliens no llegan en son de guerra. Pero los hacinan en chabolas, en condiciones lamentables, y por la ciudad empiezan a pegar carteles y avisos de prohibiciones. “Prohibida la entrada a no-humanos”. “Este autobús es sólo para humanos”. Los alienígenas, dado su parecido físico con los crustáceos, empiezan a ser conocidos con un mote despectivo: “las gambas”. Durante el desahucio asesinan a unos cuantos. Son, en suma, proscritos. No son bienvenidos. Lo cual dice mucho sobre el carácter del ser humano. Pero entonces la trama da un giro porque el agente Wikus es infectado y empieza a mutar, a convertirse en uno de ellos (como en “La mosca”, con los desprendimientos que la mutación acarrea), a transformarse en un mestizo. Esta alegoría sobre los extranjeros, sobre otras razas, sobre quienes son diferentes o quienes mezclan su sangre con la de otros, es lo más impactante, para mí, de “District 9”. Sólo le reprocho el exceso de tiros de la última parte.
sábado, septiembre 19, 2009
Sacacuartos
La última vez que estuve en el edificio Fnac de Callao me detuve en la planta de discos y películas. Queríamos ver la caja de The Beatles. La famosa “The Beatles Stereo (Box Set)”, donde viene su discografía oficial remasterizada, además de unos cuantos documentales sobre cada disco. Esto es un auténtico lujo. Sólo el aspecto exterior es magnífico. Y saber que dentro están todas sus canciones oficiales en cd, y con el sonido potenciado y mejorado, hace que se le caiga a uno la baba. Literalmente. Hay un problema. Y no es baladí. La caja cuesta 264 euracos. Si eres socio de Fnac, te la dejan más o menos por 238 pavos. Aún así, es demasiado. No la compramos, claro. Sí, sí, ya sé que son The Beatles, que estas cosas no tienen precio, etcétera. Pero es una caja para ricos. Un lujo que no está al alcance de cualquiera. Una treta de la discográfica para sacarnos los cuartos ahora que estamos en crisis y que la gente se baja la música de internet o la escucha en Spotify, uno de los grandes inventos de los últimos tiempos. Me revienta que la música popular, la música que bailaban los hippies y compraban nuestros padres, quede relegada a un objeto de lujo sólo apto para ejecutivos. El pop pertenece al pueblo. Vista la caja y visto el precio, y descartada la posibilidad de comprar el “Box Set”, ¿crees que la gente no va a preferir tirar de la mula? A mí empieza a hartarme que, con la excusa de las remasterizaciones y de las ediciones para coleccionista en dvd y de las ediciones limitadas y demás inventos, traten de sacar el dinero a los fans de tal o cual banda, de tal o cual película.
Sigo por Fnac. Encuentro, por fin, la nueva novela de Nick Cave: “La muerte de Bunny Munro”. La compro justo el día en que sale a la venta porque con algunos libros me he vuelto un poco paranoico. Me explico: tardé en comprar el anterior libro de Cave, “Y el asno vio al ángel”, y cuando quise hacerme con una copia me tocó remover cielo y tierra para encontrarla. Me hice con un ejemplar. Entonces estaba prácticamente agotado. Poco después de comprarlo, empecé a ver por ahí más ejemplares, que es algo que me sucede a menudo. Ni siquiera he leído la primera novela. No tardaré en hacerlo. Algunos lectores me han dicho que la empezaron y no pudieron continuar, que era demasiado rara. Otros me han contado que les encanta. Nick Cave es un artista muy completo. Escuchen sus discos, empezando por las melodías crepusculares de las bandas sonoras que ha compuesto para el cine. La portada de “Bunny Munro” en Estados Unidos mostraba a una persona disfrazada de conejo blanco. Una portada en plan David Lynch. No me gustaba nada. En cambio, en España han puesto la pintura de Gustave Courbet “El origen del mundo”, aunque en blanco y negro. Mejora mucho. Y no suele ser habitual. Las cubiertas de los libros de EE.UU. suelen ser mejores que las cubiertas de las traducciones en España, donde suelen faltar el riesgo y la provocación y la originalidad. Me alegra que la portada de “Bunny Munro” en España sea una excepción.
También veo por allí una caja con varios largometrajes de Jean Renoir. Incluye varias películas, pero no “La regla del juego”. Ésta la venden aparte, en edición especial. La caja exclusiva de Renoir, con cuatro películas y sus primeras obras mudas, cuesta unos 20 euros. La edición de “La regla del juego”, que sólo trae una película y un par de documentales, cuesta más que la otra: 24 euros, aproximadamente. ¿Alguien lo entiende? Tampoco compro ninguna de ellas. Las buscaré en los videoclubes de alquiler de mi barrio, que están muy bien surtidos.
viernes, septiembre 18, 2009
Diccionario del suicidio, de Carlos Janín
ALEJO, Justo (Formariz, 1935 – Madrid, 1979). Como militar, aunque poeta y antifranquista, el autor de libros como El aroma del viento se echa a volar vestido de uniforme desde el madrileño edificio del Ministerio del Aire en la Moncloa el 11 de enero de 1979. Antes de suicidarse, se ha suscrito a la revista Clarín, y por eso el poeta, que a veces firma sus poemas como “Justo A. Lejos”, escribe: “Sólo una cosa quiero / antes de ver el fin: / y es recibir Clarín / en mi tumba espartana…”
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DEWAERE, Patrick, seudónimo de Patrick Bourdeau (Saint-Brieuc, 1947 – París, 1982). Nacido en una familia de actores, con solo cuatro años debuta en las pantallas francesas en 1951. Comienza actuando en el célebre Café de la Gate, de donde salen muchos de los mejores actores cómicos franceses de la década de 1970, como Coluche, Romain Bouteille, Miou-Miou, etc., y salta a la fama con su inolvidable papel en Los rompepelotas (Les valseuses, 1974), junto a Gérard Depardieu y Miou-Miou. Sin que se sepa muy bien por qué razón ni dejar ningún mensaje, el 16 de julio de 1982, tras acabar los ensayos de la película de Lelouch Édith et Marcel, vuelve a su domicilio parisiense del callejón del Vieux Moulin y, frente al espejo, se dispara en la boca con un rifle del calibre 22.
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TSVETÁYEVA, Marina (Moscú, 1892 – Yelábuga, 1941). Después de asistir a la muerte de su hija menor por inanición, la poeta abandona su patria en 1922 y se refugia primero en Berlín, luego en Praga y por último en París. Nostálgica de su país, regresa en 1939 a Moscú, donde se entera de que, víctimas del terror estalinista, su marido ha sido asesinado de un tiro en la nuca, su hija ha sido detenida y deportada a un campo de concentración y su hermana está internada en un campo de trabajo. Antes de morir, y gracias a la intervención de Borís Pasternak, amigo de ambas, tiene ocasión de conocer a su gran contemporánea, la poeta Anna Ajmátova, a la que lee y admira desde 1915. abocada al suicidio por la extrema miseria, el 31 de agosto de 1941 se ahorca en la localidad de Yelábuga, donde ha sido confinada.
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