viernes, diciembre 21, 2018

No solo morir, de Ted Lewis


Pensad en un hombre como yo y el amor. Un carnicero ama. Le rebana la garganta a un animal, lo descuartiza, se lava la sangre de la piel, vuelve a casa, se va a la cama con su mujer y la hace gritar de pasión. El hombre que obligó a reconstruir Hiroshima amaba y era amado, y no me refiero necesariamente al piloto ni al soldado que abrió las compuertas para lanzar la bomba. El tipo que puso la bomba en el restaurante Abercorn sería capaz de consolar a su hijo si este volviese a casa con una rascada en la rodilla. Todo el mundo ama. Todo el mundo reflexiona, reflexiona sobre sí mismo. Y yo he reflexionado sobre por qué tuvo que ser Jean y no cualquier otra. Y como todo el mundo, podría hacer una lista de las cosas que explican mi obsesión, y al igual que la de todo el mundo, seguiría siendo una simple lista; el total, distinto al de una simple suma.

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-Después de lo que nos dijo el contable –le expliqué–, no tiene pinta de ser el escamoteo que les permitimos. Así que tenemos que pensar en las probabilidades y tomar una decisión. Más que nada por la cantidad de dinero, yo sugeriría que comenzáramos por los de arriba, por los últimos en recoger el dinero antes de traerlo aquí. En todo caso, eso es lo que opina el contable.
Mickey se quedó pensativo.
-¿De verdad cree que lo intentarían? Me refiero a Hales, Wilson, Chapman y Warren. Ganan mucha pasta. ¿Cree que arriesgarían lo que ya tienen? ¿Que se arriesgarían a lo que les puede pasar si los pillamos?
-El dinero tiene un extraño efecto en la gente, Mickey –le dije–. Un efecto corruptor. A veces hace que se comporten de una manera muy rara.


[Sajalín Editores. Traducción de Damià Alou]