lunes, enero 23, 2012

El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq


En Lunar Park Bret Easton Ellis, tras unas admirables páginas autobiográficas, daba un giro hacia la autoficción que desembocaba en una novela de fantasmas con toques de Stephen King, lo cual terminaba por restarle credibilidad, ofreciendo un producto final que, a mi juicio, era fallido. En Verano J. M. Coetzee se introduce a sí mismo como el hombre ya muerto del que hablan otros; pero su estructura narrativa y su destreza son tales que uno comulga con lo contado en ese libro, de algún modo entra en el juego que no pudo aceptar en el caso de Lunar Park. Operación parecida es la que ha emprendido Houellebecq en esta nueva y premiada novela, introduciéndose a sí mismo como uno de los personajes (pero no el protagonista), en medio de una trama sobre arte y mercado vista a través de un narrador en tercera persona. Y yo también he entrado en el juego, igual que entré en Verano. De algún modo ambos narradores te atrapan, te convencen, te crees sus hábiles ficciones y sus inverosímiles autoficciones.

Si bien El mapa y el territorio no es una de esas obras de Houellebecq en las que uno toma tantas notas, la trama, la descripción de los personajes y sus inquietudes acaban por convencer. El mapa es más interesante que el territorio es la frase del libro de la que surge todo, como si quisiera decirnos que la literatura es más sugerente que la realidad que retrata. En sus páginas encontramos los temas clave de su obra: el pesimismo, la decadencia, el declive de la humanidad, la sociedad de consumo, el capitalismo, la ansiedad por el regreso a la naturaleza, el sexo… Su visión siempre quema, o al menos suele herir. En El mapa y el territorio es fundamental la influencia de William Morris (citado a menudo en la novela) y su libro Noticias de ninguna parte (no citado en la novela), que pregonaba una utopía sobre la necesidad de volver al entorno rural y abandonar las máquinas y la sociedad que trabaja exclusivamente por dinero. Houellebecq llega a conclusiones parecidas. Extractos:

¿Qué es lo que define a un hombre? ¿Cuál es la primera pregunta que se le hace a un hombre cuando quieres informarte de su estado? En algunas sociedades le preguntan primero si está casado, si tiene hijos; en las nuestras, se le pregunta en primer lugar su profesión. Lo que define ante todo al hombre occidental es el puesto que ocupa en el proceso de producción, y no su estatuto de reproductor.

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En literatura, en música, es totalmente imposible cambiar de rumbo, te lincharían, te lo aseguro. Por otro lado, si haces siempre lo mismo te acusan de repetirte y de estar en declive, pero si cambias te acusan de ser un entrometido incoherente.

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Houellebecq le había dicho, al rememorar su carrera narrativa, que siempre se puede tomar notas, tratar de llenar renglones de frases, pero para emprender la escritura de una novela hay que esperar a que todo se vuelva compacto, irrefutable, hay que esperar a que aparezca un auténtico núcleo de necesidad. Había añadido que uno mismo nunca decide la escritura de un libro; un libro, según él, era como un bloque de hormigón que se decide a cuajar, y las posibilidades de acción del autor se limitaban al hecho de estar allí y esperar, en una inacción angustiosa, que el proceso arrancase por sí solo.


[Traducción de Jaime Zulaika]