miércoles, julio 07, 2010

25 centímetros, de David Refoyo



VII

Un par de maletas será suficiente. Nada queda aquí que merezca la pena. Quizá sólo me quedes tú pero no te darás cuenta hasta que me haya largado. El coche está en marcha. Mamá llora desconsolada pero no es la única mujer que llorará en la escena. Son las exigencias del guión. Padre saca un fajo de billetes y lo tira por la ventanilla. Hacia dentro. Padre sabe de qué va todo esto. Sólo dice cuidado y el color rojo avisa de una saturación en las voces. Alguien envía su suerte por SMS y se sobreimprime en la pantalla. La suerte es para los débiles, me digo, aunque, en el fondo, lo que estoy queriendo decir es que me vendrá bien. Nada es lo que parece detrás de las cámaras. Esta ciudad en otro tiempo fue un paraíso. Hoy es un infierno. El coche desprende humo negro y ya no quedan rostros que mirar por el retrovisor. Es necesario hacer un travelling mientras aceleras. Quizá no haya nada que ver ya. Quizá sólo me quedes tú y no quieras saberlo.