viernes, noviembre 20, 2009

Una novela natural, de Gueorgui Gospodínov


Este libro me ha deparado un par de sorpresas.

La primera es que uno de los traductores es el poeta zamorano Juan Manuel Rodríguez Tobal, a quien hace tiempo que no veo. Neva Mícheva comparte labores de traducción con Juanma.

La segunda es que se trata de un libro muy ameno, lo que suelen llamar “fresco” (como si los libros fueran peces), con una narración fragmentaria que el autor compara con la visión de una mosca: La fragmentariedad que usan como estrategia ciertos novelistas de hecho es un préstamo del ojo de mosca. Nunca había oído hablar de este escritor búlgaro, Gueorgui Gospodínov, pero me gustaría seguirle la pista. Espero que nadie confunda la narración fragmentaria de Una novela natural con los presupuestos de la Nocilla, porque el búlgaro no es sólo un autor cerebral, sino visceral. Conmueve en algunos pasajes. Y eso no es fácil en esta clase de narrativa.

Un día, el narrador y protagonista se entera de la noticia: su mujer está embarazada y él no es el padre. Comienza entonces una ruta por la soledad: la separación, el divorcio, el cambio de domicilio, las tardes silenciosas (de paseo, o en casa, escribiendo). El narrador quiere reflejar todo eso, y también los asuntos banales que no suelen registrarse en las novelas ni en las películas: las moscas, los retretes, las conversaciones frívolas… A partir de esas descripciones, entramos en un juego de metaficción. Literatura dentro de la literatura. Capítulos breves sobre la separación, los momentos felices de la infancia y de la juventud, o sobre ese hombre que se parece mucho al protagonista y que, conviviendo con los mendigos para documentarse, acaba convertido en uno de ellos. Cuelgo un fragmento:
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Estoy embarazada, dijo mi mujer aquella noche. Nada más. El cine y la literatura ofrecen dos posibilidades de reacción ante casos similares:
a) El hombre está sorprendido, pero feliz. La mira con cara de bobo, se le acerca y la abraza. Con cuidado, para no hacerle daño al bebé. No sabe que la criatura todavía es un puñado de células. A veces acuesta la oreja a la barriga de ella aunque es obvio que falta mucho para las pataditas. Primer plano de los ojos de la mujer, profundos y húmedos, ya maternos.
b) El hombre está sorprendido y disgustado. Desde el inicio de la novela algo en él nos repugnaba y precisamente ahora, en el momento de la verdad, toda su hipocresía salta fuera como la barrita roja de un test de embarazo. Apenas disimula su irritación: no quiere este hijo, ha ido mintiendo a esta mujer. Primer plano de los ojos de ella.
Bueno, Ema volvió a casa, se sentó sin quitarse la chaqueta y simplemente dijo “estoy embarazada”. No hacia falta precisar de quién. No nos habíamos acostado desde hacía casi medio año. Ella sólo dijo “estoy embarazada” y con eso eliminó las dos opciones de arriba.