viernes, junio 17, 2022

El libro de las lágrimas, de Heather Christle

 

 

La mayor parte del llanto es nocturno. La gente llora de cansancio. Pero qué horrible es oír decir a alguien: “¡Sólo está cansada!”. Cansada, sí; pero ¿“sólo”? No hay nada de “sólo” en eso.

**

Yi-Fei Chen, una estudiante de diseño de Holanda, literalizó la metáfora después de que un profesor exigente la hiciese llorar. Construyó una pistola de latón que recoge, congela y dispara lágrimas: diminutas balas heladas. Chen presentó el objeto en su graduación, donde aceptó la invitación de apuntar al director de su departamento.

**

Se dice que quizá lloramos cuando fracasa el lenguaje, cuando las palabras ya no pueden transmitir adecuadamente nuestro dolor. Cuando mi llanto no está suficientemente exento de palabras, me golpeo la cabeza con los puños.

**

El sistema lagrimal se desarrolló por primera vez cuando los peces se convirtieron en anfibios terrestres. Dejamos el agua y empezamos a llorar por el hogar que habíamos abandonado.

**

Si se tiene dinero, en Japón es posible contratar los servicios de un hombre apuesto que te enjuga las lágrimas. Y se puede alquilar una habitación de hotel diseñada especialmente para llorar. Hay días en que parece que la felicidad es un hombre que contrato por un precio que ya no puedo pagar.

**

Escribir un poema no es muy distinto de cavar un hoyo. Es trabajo. Se intenta aprender lo que se puede de otros hoyos y de las personas que los cavaron antes que nosotros. La dificultad viene de aquellos que no cavan ni se pasan el tiempo dentro de hoyos, y que creen que estos hoyos no deberían ser tan húmedos, ni oscuros, ni llenos de gusanos. “¿Por qué no está tu hoyo lleno de luz?”. Es que es un hoyo, señor.

**

En la universidad, los estudiantes han calculado que es imposible que todos los seres humanos de la Tierra lloren lo bastante para llenar en un día el más breve de los ríos del mundo. Sin embargo, si cada uno se comprometiera a derramar cincuenta y cinco lágrimas, podríamos llenar una piscina olímpica.



[Editorial Tránsito. Traducción de Magdalena Palmer]