viernes, marzo 18, 2022

Baron’s Court. Final de Trayecto, de Terry Taylor

 

 

Tal vez unas pocas personas recuerden Principiantes (Absolute Beginners), la estupenda novela de Colin McInnes que publicó Anagrama y que, supongo, hoy será imposible de encontrar, y que más tarde Julien Temple llevó a la pantalla con David Bowie en un papel secundario. Aquel libro sobre un joven y sus inquietudes en la Inglaterra de los años 50 era un preludio del movimiento mod.

Lo que algunos no sabíamos (al menos yo) es que el personaje principal estaba inspirado en Terry Taylor, el autor del libro que nos ocupa, nacido en 1933 y fallecido en 2014. Taylor fue un símbolo de la contracultura, amigo de Burroughs en Tánger, modelo y amante de la fotógrafa Ida Kar y degustador de varias clases de drogas. Taylor también escribió esta obra autobiográfica sobre su adolescencia en Inglaterra. La novela viene precedida de un prólogo de Stewart Home e incluye una nota de Kiko Amat en la contracubierta, además de un epílogo de su traductora, Susana Prieto Mori.

Baron’s Court, uno de esos libros que pasó años en el limbo de los títulos descatalogados e imposibles de encontrar (o para los que había que pagar precios desorbitados por un ejemplar de segunda mano), es una de esas novelas que enganchan desde la primera línea y que poseen un estilo especial, un toque de magia que reside no sólo en las andanzas del protagonista, sino en la narración en primera persona que nos traslada a la mente de un chaval. Es una clase de narrativa que recuerda al Holden Caulfield de Salinger en El guardián entre el centeno: esa frescura, esa irreverencia, esa manera de ver el mundo de manera desprejuiciada. Forma parte de una línea que viene de Salinger y que Taylor y McInnes recogen y que, en España, ha continuado Kiko Amat.    

Señala su traductora en la nota final que su protagonista a menudo hace lo correcto. Es decir, algo inesperado en su ambiente y en su época y en sus circunstancias. Pero también a veces dice lo que uno no se esperaría de un chaval. Como en este pasaje en el que comprende a las mujeres que sufren el asedio masculino a todas horas (y esa empatía era rara en los años 50, sin duda):

Debe de ser un auténtico coñazo ser mujer. Toda clase de especímenes macho acosándote todo el tiempo y tú teniendo que clasificarlos como en un fichero, decidiendo a quien darle luz verde, o ámbar, o roja. Con los pocos elegidos a los que das luz verde, tienes automáticamente otros problemas: ¿hasta dónde llegar? ¿Un beso? ¿Una tarde en la fila trasera del cine? O tirártelo. Un asunto realmente complicado.

Es curioso el caso de esos libros de culto que luego desaparecen del mercado durante años para regresar con fuerza. Se agradece este rescate del Colectivo Bruxista. Ahí va otro fragmento:

-Iracundo, ¿eh? ¿Escritor? Ya decía yo. Se le ve en los ojos.
-No soy escritor –le dije.
-Pues deberías. Todos los que sienten ira por algo deberían escribir sobre ello. La palabra impresa es poderosa.



[Colectivo Bruxista. Traducción de Susana Prieto Mori]