miércoles, febrero 09, 2022

Emerge, memoria (conversaciones con W. G. Sebald). Edición de Lynne Sharoyn Schwartz

 

 

Bueno, donde vivo ahora está en pleno campo. En un pueblito cerca de Norwich, en el este de Inglaterra. Y siento de verdad que estoy mejor allí que en cualquier otro lugar en medio de todo. Realmente me gusta estar en los márgenes, si es posible.

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Hay mucha ansiedad en el mundo, y una parte de ella la vemos y es con la que intentamos lidiar. Y está aumentando. Creo que el dolor físico y el dolor espiritual en cierto sentido están aumentando. Si se considera la cantidad de analgésicos que se consumen cada año, digamos, en la ciudad de Nueva York, sería posible levantar una montaña con todos ellos en la que se podría esquiar; con el polvo, en fin, de tanto paracetamol. Por supuesto que vemos una parte, pero habitualmente la gente sufre en silencio o en privado. Y con toda seguridad, cuando se trata de ansiedad, sólo se revela muy poco de ella, en absoluto todo. Vivimos de algún modo en la ignorancia; lo hacemos quienes pasamos por la vida sin cobrar conciencia del hecho de que por todas partes hay enormes frenopáticos y de que hay una fluctuante parte de la población que vaga para siempre dentro de ellos. En términos de evolución, se trata de una característica de nuestra especie; somos una especie desesperada, por muchas razones.

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Sí, siempre me vi tentado, por así decir, a declarar abiertamente desde muy pronto mi gran deuda de gratitud con Thomas Bernhard. Pero también era consciente del hecho de que uno no debe hacerlo tan abiertamente, porque entonces de inmediato se lo clasifica en una casilla donde pone Thomas Bernhard, un discípulo de Thomas Bernhard, etcétera, y esas etiquetas nunca desaparecen. Una vez que te las asignan, se quedan contigo.


[KRK Ediciones. Traducción de Cristian Crusat]