martes, mayo 11, 2021

Una vida sin ti, de Jean Rhys

 

 

Una vida sin ti reúne cuatro novelas más bien breves de Jean Rhys. Es un volumen que a mí me ha entusiasmado, lleno de mujeres que beben en exceso, que suelen tener frío, que están cansadas y se sienten solas mientras pasan la vida en bares y en habitaciones de hotel. Aquí van unos cuantos fragmentos de cada libro:


De Viaje a la oscuridad:

En el cine olía a gente pobre, mientras por la pantalla se paseaban damas y caballeros con traje de noche y sonrisas tensas.

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Es curiosa esa sensación de no desear nada en la vida más que dormir, o al menos estar tumbado sin moverse. En esos momentos se oye el paso del tiempo como una corriente de agua.

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Mientras no pierda la esperanza uno es capaz de cualquier cosa, y por eso funciona el mundo, así consiguen que el mundo no pare de dar vueltas. Un poco de esperanza para todos. Un truco muy inteligente. Pero ¿qué ocurre cuando uno pierde la esperanza, cuando no puede más? ¿Qué ocurre entonces?


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De Cuarteto:

-¿Por qué estás triste?
-No estoy triste –contestó Marya en tono mecánico–. Estoy cansada.

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Estaba pensando: “Esta noche tengo que emborracharme. Tengo que beber hasta que no pueda tenerme en pie, hasta que no pueda ver”.


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De Después de dejar a Mr. Mackenzie:

-Me has sorprendido –se apresuró a decir Julia–, porque lo normal es que los demás te obliguen a pedir, ¿no crees?
-Sí –asintió Horsfield.
Se había ruborizado. Y, con voz airada, continuó:
-Te obligan a pedir y luego te lo niegan. Y después te explican por qué te lo han negado. Parece que eso les proporciona un placer muy sutil.
-¿Sutil? –dijo Horsfield–. En absoluto. Es un placer muy simple y primitivo.
-Es muy fácil criticar a quien no tiene nada.


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De Buenos días, medianoche:

No todos podemos ser felices; no todos podemos ser ricos; no todos podemos ser afortunados… Y todo sería mucho menos divertido si lo fuésemos. ¿No es así, señor Blank? El fondo negro es necesario para que resalten los colores bonitos. Alguien tiene que llorar para que otros puedan reír con más ganas. Los sacrificios son necesarios… Digamos que tiene usted el derecho místico a cortarme las piernas. Pero el derecho a ridiculizarme después, porque estoy tullida… ese creo que no lo tiene. Y ese es el derecho que más aprecia usted, ¿no es cierto? Le gusta poder despreciar a la gente a la que explota. Le deseo un montón de problemas, señor Blank. Para empezar, que su puñetero negocio se hunda. ¡Aleluya! ¿He dicho todo eso? Claro que no. Ni siquiera lo he pensado.

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Fue entonces cuando tuve la brillante idea de matarme a beber. Había acumulado treinta y cinco libras de la herencia. Con eso bastaría.
Y lo intenté. Estaba harta de esas calles que transpiran un barro amarillo y frío, de gente hostil, de dormirme todas las noches llorando. Estaba harta de pensar y harta de recordar. Y ahora, whisky, ron, ginebra, jerez, vermut, vino con una etiqueta que dice: “
Dum vivimos, vivamus”… Beber, beber, beber… En cuanto estoy sobria vuelvo a beber. A veces me cuesta tragar. Algunos pensarán que tengo delirium tremens o algo parecido.     
Nada. Tengo que ser fuerte como un roble. Menos cuando lloro.

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Todo el mundo habla de una vida feliz, pero la vida empieza a ser feliz cuando a uno ya no le importa estar vivo o muerto. Y a eso solo se llega después de mucho tiempo y muchas desgracias. ¿Y uno se queda ahí para siempre? Nunca.
En cuanto uno ha alcanzado ese cielo de indiferencia, lo sacan otra vez de allí. Hay que volver al infierno. Cuando uno ya ha muerto para el resto del mundo, el mundo suele rescatarlo, aunque solo sea para burlarse.

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-A veces quiero llorar. Es la única ventaja que tenemos las mujeres sobre los hombres: que al menos podemos llorar.


[Debolsillo. Traducciones de Catalina Martínez Muñoz]