miércoles, mayo 26, 2021

Breviario del olvido, de Lewis Hyde

 

 

AFORISMOS

Todo acto de la memoria es un acto del olvido.

El árbol de la memoria hunde sus raíces en sangre.

Para salvaguardar un ideal, rodéalo con un foso de olvido.

Estudiar el yo es olvidarlo.

En el olvido reside la licuefacción del tiempo.

Las furias hinchan el presente con el pasado indigerido.

“Memoria y olvido: a eso llamamos imaginación”.

Soñamos para olvidar.

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Reclamemos, entonces, el olvido como un componente de la verdad, ya que “no hay aletheia sin algo de lethe”. Cuando un adivino o un poeta penetran el mundo invisible, tanto la memoria como el olvido están presentes. Y ¿qué nombre recibe esta dualidad que se halla en la juntura del silencio y la palabra, la loa y la acusación, la luz y la oscuridad? Llamémoslo “imaginación”, llamémoslo “poesía”.

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El psicólogo francés Pierre Janet sugirió en una ocasión que no pensamos en la memoria como algo fijo en la mente, sino como en un acto, “el acto de contar una historia” y, cuando tiene éxito, ese acto conduce “a la etapa de liquidación”. El olvido aparece cuando la historia se ha contado ya de manera tan plena como para que se desgaste y se agote. Entonces, el tiempo comienza a fluir de nuevo; entonces, el futuro ya se puede desarrollar.

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Somos presa de algunas emociones que más adelante desaparecen. Una gran felicidad nos puede dar noches de insomnio cuando se presenta por primera vez, pero esta posesión se desvanece con el tiempo. Dos años después, nadie va diciendo: “¡No quepo en mí de gozo!”.
El dolor y la ira, sin embargo…, estos pueden durar y durar. Pasan las décadas, y una pérdida o una herida de nuestra infancia continúan tiñendo nuestros días. Dos décadas han transcurrido desde que Odiseo se marchó a la guerra, y ahí sigue el viejo porquero Eumeo doliéndose “inolvidadizo” por su señor ausente.
La ira puede ser lo más traumático de entre lo inolvidable y, en especial, la ira entretejida con el dolor, porque no es que estas emociones se limiten a persistir, sino que llaman a la acción y, una vez se ha actuado, se vuelven a sembrar generación tras generación.

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EL ESTUDIO VACÍO. Le dijo John Cage al pintor Philip Guston: “Cuando empiezas a trabajar, todo el mundo está en tu estudio: el pasado, tus amigos, enemigos, el mundo del arte y, por encima de todo, tus propias ideas; todo está ahí. Pero, mientras tú sigues pintando, ellos empiezan a marcharse, de uno en uno, y te quedas completamente solo. Entonces, si tienes un poco de suerte, incluso tú te marchas”.


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El argumento de Bly, y el mío, es que la violencia que se niega y se reprime no desaparece: se repite. Si “Estados Unidos de América” es una nación creada por el olvido organizado, entonces, conforme a esta lógica, la violencia siempre estará con nosotros; quizá nos la llevemos a orillas lejanas en el extranjero, pero no dejará de ser “estadounidense”. El entierro digno de los restos de Pequeño Cuervo se podría considerar un acto de política exterior.



[Ediciones Siruela. Traducción de Julio Hermoso]