miércoles, febrero 17, 2021

Ausencia del héroe. Relatos y ensayos inéditos (1946-1992), de Charles Bukowski

 

 

Éste es uno de los pocos libros que, de Bukowski, me faltaban por leer (ahora, creo, ya sólo me quedan los 2 últimos de Anagrama). Es habitual que las obras publicadas tras la muerte del autor, esos volúmenes que recopilan restos, inéditos y textos dispersos, sean flojas o no aporten nada. No es el caso de Ausencia del héroe (y tampoco lo era el caso del anterior, Fragmentos de un cuaderno manchado de vino): se trata de ensayos, de reseñas, de columnas y de relatos que ya habían sido publicados, en su mayoría, en revistas, pero no recogidos en libros. En muchos de ellos el propio Bukowski dilapida algunas de sus leyendas, destruye los tópicos a los que le han asociado, incluso tiene palabras favorables para algunos de los beats. El resultado es un libro esencial para el fan de C. B. Pero también podría ser un acercamiento para quienes no lo conocen o huyen del personaje: descubrirán aquí la fluidez, la inventiva, el humor, la poesía… y, sobre todo, su habilidad para hacer creíbles las historias más disparatadas, que él mismo, en uno de los textos de esta compilación, reconoce que son ficciones. Os dejo aquí bastantes fragmentos, pero no os lo perdáis:

-Has ido a la universidad, ¿a que sí?
-Sí, pero la universidad no hace inteligente a un hombre. Sólo puede instruirlo.
-¿Escribes cuentos y poesía y demás?
-Bueno, sí.
-¿Te han publicado algo?
-Todavía no, Helen. Sigo en pleno desarrollo, ¿sabes?
-¿Desarrollo?
-Sí. Un escritor tiene que pasar por un periodo de desarrollo.
-¿Te refieres a que tiene que derribar aviones o algo así antes?
-No exactamente. Pero desde luego eso va muy bien.


[Del texto “80 aviones no te dejan fuera de toda sospecha”]

**

La buena escritura, sin pura tregua, no es más que intentar abrirse paso a través de un muro de acero, maldita sea, y sencillamente no lo vamos a conseguir. Pero cuando veo a los que se desvanecen, los que se rinden, los que se venden, los granujas cobardes de nuestra era venga a lamer culos, es bueno ver al viejo cabezota, el profesional, Jersey Joe, vagabundeando aún por las cunetas europeas, perdiéndose los campeonatos de esquí, los Juegos Olímpicos, las pavas ricachonas con cabeza de globo y las tetas caídas, y todavía dale que te pego.

[Del texto “El viejo profesional”]

**

Me acosté: me gustan las camas, creo que la cama es el invento más grande del hombre, la mayoría nacemos ahí, morimos ahí, follamos ahí, nos la machacamos ahí, soñamos ahí…

[Del texto “Bukowski sobre Bukowski”]

**

Es difícil de explicar, y amor es una mala palabra, pero supongo que en el sentido de la expresión, estábamos enamorados. No me cabe la menor duda de que no se puede conocer de veras a una mujer hasta que no te has acostado con ella, o ella contigo. Y cuanto más os acostáis, mejor os conocéis. Y si el asunto sigue funcionando, eso es amor. Y si deja de funcionar, entonces es lo que tiene la mayoría de la gente. No digo que el sexo sea amor; también puede ser odio. Pero cuando el sexo es bueno, entran en juego otras cosas: el color de un vestido, la peca en un brazo, afectos y distanciamientos diversos; recuerdos, la risa que conlleva, y el dolor.

[Del texto “Ruido y pasión”]

**

Yo no aconsejaría a nadie que se haga escritor, a menos que escribir sea lo único que te impide perder la cordura. Entonces, tal vez merezca la pena.

[Del texto “La casa de los horrores”]

**

-¿Leíste mis relatos? ¿Te gustaron mis relatos?
-Eran sobre cómo ibas de cama en cama con esas mujeres.
-Escribo ficción, tía.
-A mí me parecieron reales.
-Ahí estriba mi talento.


[Del texto “Henry Miller vive en Pacific Palisades y yo vivo en un barrio de mala muerte, escribiendo todavía sobre sexo”]

**

-Los tipos que estáis todo el día vagueando tenéis energía de sobra –me dijo.
-Sí –coincidí–, pero la vida del escritor es difícil. Una vez te acostumbras a escribir, ya no sirves para nada más. Todo tiene que girar en torno a eso y si no lo consigues, estás muerto.


[Del texto “La mujer de Vern”]

**

Sentarse con una botella ante la máquina de escribir no es la manera más fácil de atravesar el horror. Soñé durante toda la vida con ser escritor y ahora los demonios me tienen acorralado. Escribir agudiza los sentimientos hasta tal punto que estamos a merced de todos los acontecimientos. Una brizna de hierba se convierte en una espada; una aventura amorosa nos desgarra las tripas. Con las pocas personas que conozco, finjo ser el tipo duro pero no engaño a nadie. Una de mis virtudes (según el tópico) es mi capacidad para echar unas risas de vez en cuando. Sin eso, seguir adelante podría resultar imposible. Un hombre corriente mete sus 8 horas, regresa a casa hecho polvo y satisfecho. En el caso del escritor no hay nunca satisfacción; siempre está el siguiente trabajo por hacer. Nuestras propias palabras nos afilan.

[Del texto “Escritos de un viejo indecente (Abril de 1972)”]

**

Los escritores somos mala gente. Las mujeres se han portado bien con nosotros… Yo diría que casi siempre, detrás de cada buen escritor, había una mujer buena que te cagas. Quítale el amor y la mitad de la obra de un artista se va al carajo…

[Del texto “Escritos de un viejo indecente (Abril de 1972)”]

**

Luego llegó el amor y me mudé a una casa con aquella mujer. Se portaba bien conmigo y el asunto funcionó, me caían bien sus dos hijos; había espacio y sombra, un perro loco y un jardín trasero amplio, un jardín trasero en plan jungla con bambú, ardillas y nogales, rosales silvestres, higueras, plantas exuberantes. Allí escribí bien: abundantes poemas de amor y relatos de amor; no había escrito muchos de ésos. Paseaba y era como si llevara el sol en mi interior; por fin estaba caldeado, y las cosas parecían divertidas, alegres, sencillas; no me sentía culpable por mis sentimientos. Sin embargo, aquello acabó por torcerse tal como suelen torcerse esas cosas. Uno o ambos empezamos a acumular resentimientos; las cosas que antes parecían maravillosas ya no lo parecen. Cada uno culpa al otro: eres …, tú has hecho eso, tú has dicho aquello, no deberías haberte comportado así,

[Del texto “Escritos de un viejo indecente (Junio de 1974)”]

**

-Robbie, cosas así pasan en todas partes, es lo más normal.
-Es posible, pero nos hizo trizas.
-Te hace falta echar un trago.
-No soy como tú. Beber no resuelve mi dolor.
-No, no lo resuelve, sencillamente lo manda a una estratosfera distinta.
-Voy a hacerle frente.
-Buena suerte.


[Del texto “El este de Hollywood: el nuevo París”]

**

A quienes mejor se les da la poesía es a aquellos que tienen que escribirla y seguirán escribiéndola sea cual sea el resultado. Pues si no la escriben, ocurrirá alguna otra cosa: asesinato, suicidio, locura, Dios sabe qué. El acto de escribir la Palabra es el acto del milagro, la salvación, la suerte, la música, el seguir adelante. Despeja el espacio, define la bazofia, te salva el cuello y de paso le salva el cuello a algún otro. Si de alguna manera se deriva de todo ello la fama, no hay que hacerle ningún caso, hay que seguir escribiendo como si el siguiente verso fuera el primero.

[Del texto “Fingirse poeta y serlo”]


[Anagrama. Traducción de Eduardo Iriarte]