viernes, marzo 20, 2020

La última bandera, de Darryl Ponicsán


No son los ocho durísimos años pasados en una prisión naval los que han cronificado su tristeza. Simplemente es su forma de ser. A lo sumo, el talego lo ubicó en un estado de suspensión emocional que a veces añora.

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Mientras el vehículo rueda hacia Annapolis, Billy se arrellana y dice:
-Mule, colega, ¿aún puedes darle un buen revolcón a tu reverenda los sábados por la noche?
-¿Qué clase de pregunta es esa? –tercia Meadows–. Creo que estás meando fuera del tiesto, Billy, si no te molesta que te lo diga.
-¿Por qué? Tengo curiosidad.
Mule fulmina a Billy con una mirada helada.
-A nuestra edad es una pregunta pertinente. Es posible que a ella ahora le disguste la idea… O tal vez ya esté cansada del asunto, como suele ocurrirles a las mujeres. Ellas se cansan de ello mucho antes que nosotros. No sé por qué, es como si tuvieran que hacer un montón de cosas además de aparecer por allí y acostarse. Somos nosotros los que tenemos que rocanrolear, si sabes a lo que me refiero. Somos los que tenemos que arrimar el ascua a la sardina, si sabes a lo que me refiero.
-Todo el mundo sabe a lo que te refieres, Billy –dice Mule.
-Haces que suene como algo malo.

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-Ahí está la estación de autobuses –dice Mule.
Billy entra en el aparcamiento.
-Puedes dejarme aquí mismo –sugiere Mule.
-¿Y si te pierdes? No quiero llevar eso sobre mi conciencia.
-Creo que me las arreglaré bien solo, gracias. Meadows se estará preguntando qué te ha pasado.
-Insisto en acompañarte. ¿Quién sabe cuándo nos encontraremos de nuevo?
-Tal vez nunca.
-El tiempo es así de cabrón.

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Meadows se vuelve, mira el ataúd y coloca suavemente su mano sobre él.
-Ellos lo enviaron a un desierto abandonado por Dios porque… ¿Quién sabe por qué? Ciertamente no para proteger a Estados Unidos… Ese desierto no podía hacerle nada a América. Y luego me lo devolvieron aquí dentro, con más mentiras, haciendo un espectáculo del gran héroe que era… y todos esos honores… y Arlington. ¿Todo eso era para mí? ¿O era para ellos? No voy a enterrar a un marine. Voy a enterrar a un hijo. Ya he terminado con los marines, y he terminado con la Marina. He terminado con las malditas Fuerzas Armadas. Terminó mi estancia en su talego, he terminado de administrar sus almacenes y no voy a dejar que sigan usando a mi Larry.

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Hay personas que no ven el momento de llegar a su destino; otras no pueden soportar la idea de llegar.


[Editorial Berenice. Traducción de Óscar Mariscal]