lunes, marzo 12, 2018

Ordesa, de Manuel Vilas


Todo mi pasado se hundió cuando mi madre hizo lo mismo que mi padre: morirse.

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El miedo, al menos en personalidades como la mía, va asociado al espíritu de supervivencia. Cuanto más miedo tienes, más sobrevives. Siempre he tenido miedo. Pero, en cierto modo, el miedo no ha impedido que me metiera en líos.

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El pasado es la vida ya entregada al oficio de la oscuridad. El pasado nunca se marcha, siempre puede retornar. Vuelve, siempre vuelve. Contiene alegría el pasado. Es un huracán el pasado. Lo que es todo en la vida de la gente. El pasado es amor también. Vivir obsesionado con el pasado no te deja disfrutar del presente, pero disfrutar del presente sin que el peso del pasado acuda con su desolación a ese presente no es un gozo sino una alienación. No hay alienación en el pasado.

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Yo solo pude conocer a mi padre cuando fue ya mi padre. Si lo hubiera conocido antes de serlo, habría conocido la falta de necesidad de mí mismo; habría conocido un mundo sin mí.

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En fin, en cualquier caso, lo único obvio es que si tienes que preguntarle algo a alguien, hazlo ya.
No esperes a mañana, porque el mañana es de los muertos.

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Es un error pensar que los muertos son algo triste o desalentador o depresivo; no, los muertos son la intemperie del pasado que llega al presente desde un aullido enamorado.
Creo en los muertos porque ellos me amaron mucho más que los vivos de hoy.

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La gente es como es, y ya está. Y cuando todos han muerto todo da igual, porque todos los muertos fueron grandes hombres y mujeres; la muerte les dio un significado final digno y afortunado.

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Si mi madre no estaba, el mundo era hostil.

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Cuando ella quería hablar, yo estaba ausente. Cuando yo he querido hablar, ella estaba muerta.

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La muerte da un significado inesperado a la vida de cualquier ser humano. Se impide de forma inapelable cualquier noticia. Se cierra la posibilidad de movimiento. La muerte premia a quienes fracasaron en vida, a quienes no fueron motivo de portadas de periódicos, de noticias en la televisión, de fotografías, de fama y celebridad iconográfica.

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La vida les espera, y dentro de cuarenta años me buscarán. Ojalá encuentren mi amor. Ojalá pudiera protegerlos hasta el último minuto de la eternidad. Y creo que puedo hacerlo. Siempre estaré a su lado. Siempre los amaré. Como siempre fui amado por mi padre. Buscarán esas comidas de veinte minutos, y buscarán este apartamento, y buscarán mi rostro.
Y no lo encontrarán, porque estaré muerto. Pero velaré por ellos, aunque esté muerto.

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Daría mi vida por protegerte mañana,
por que no te alcance nunca ninguna desdicha,
ningún dolor, ningún veneno de los hombres.

[Alfaguara]