lunes, agosto 28, 2017

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers



No sé los motivos, pero hasta ahora (y salvo algún que otro relato incluido en antologías) no había leído una obra de Carson McCullers, lo que ya me parecía imperdonable. Compré hace tiempo sus relatos y sus novelas cortas, reunidas en El aliento del cielo, pero sigo teniendo pendiente su lectura. Ahora que Seix Barral ha reeditado su obra con prologuistas de lujo y con cubiertas espléndidas a cargo de Sara Morante, he ido comprando todo. Y empecé por el que quizá sea su libro más famoso: El corazón es un cazador solitario, de célebre inicio: En la ciudad había dos mudos, y siempre estaban juntos.

A estas alturas quizá lo sepa ya todo el mundo, aunque quedarán quienes (como fue mi caso) aún no se hayan decidido a leer este novelón, que gana más puntos cuando sabemos que McCullers lo publicó con 23 años. Es toda una proeza porque se trata de un libro muy maduro, lleno de personajes interesantes, de diálogos cuidados y de un abanico de temas (políticos, sociales, etc) que, en principio, suelen ser ajenos a las personas tan jóvenes.

El corazón… no es sólo una historia sobre un sordomudo enamorado de otro hombre que enferma y al que pronto ingresan y sólo puede ir a visitar de vez en cuando, no es sólo un vistazo a las vidas de los personajes que lo eligen como "oyente" (les lee los labios), como si fuera un confesor, para narrarles sus cuitas, sus lances amorosos o sus preocupaciones… es, también, una novela que supo capturar el clima de entreguerras, las amenazas próximas del nazismo y del fascismo, los rescoldos del racismo o la búsqueda de independencia de la mujer. Y es, por supuesto, una metáfora sobre la soledad: el sordomudo, que quizá sea quien está más solo por su incapacidad para comunicarse, es precisamente el que todos necesitan para relatar sus biografías. Una obra muy notable. Unos extractos: 

Antes de marchar invitaría a Singer a un trago de whisky. Lo que le había dicho Alice era cierto: le gustaban los anormales. Experimentaba un sentimiento amistoso especial hacia las personas enfermas y los tullidos. Siempre que entraba en el local alguien con labio leporino o aspecto tuberculoso, le invitaba a una cerveza. O si el cliente era un jorobado o un lisiado grave, entonces lo que le ofrecía era whisky. Había un individuo al que la explosión de una caldera le había volado el pene y la pierna izquierda; pues bien, siempre que venía a la ciudad, el buen hombre tenía una pinta de licor gratis esperándole.

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¿Por qué? ¿Por qué en los casos de auténtico amor el que se queda no sigue más a menudo al ser amado suicidándose? ¿Sólo porque el vivo debe enterrar al muerto? ¿A causa de los complicados ritos que deben ser realizados después de una muerte? ¿Debido a que el que permanece es como si subiera a un escenario y cada segundo transcurrido se eternizara, y fuera observado por múltiples ojos? ¿Por qué hay una función que debe ejecutar? ¿O quizá, cuando hay amor, el viudo debe aguardar la resurrección del amado…, de modo que el que se ha ido no está realmente muerto, sino que crece y es creado por segunda vez en el alma del vivo? ¿Por qué?

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Era el tipo de individuo del que los niños se burlaban y al que los perros querían morder. Sin embargo, cuando alguien se reía de él, le hería hasta la médula…, se volvía grosero y gritaba como si fuera un payaso. Y la verdad es que siempre estaba sospechando que se reían de él.

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-Todo lo que puedo decir es esto: el mundo está lleno de vileza y de maldad. ¡Ah! Las tres cuartas partes del globo se encuentran en un estado de guerra o de opresión. Los mentirosos y los desalmados se han unido, y los hombres que saben se encuentran aislados y sin defensa. ¡Pero! Pero si me pidiera usted que señalase la zona más incivilizada de la faz del planeta, señalaría aquí…


[Seix Barral. Traducción de Rosa María Bassols Camarasa]