lunes, noviembre 25, 2013

Pastoralia, de George Saunders


Leí este libro de relatos hace unos cuantos años; en aquel entonces ni siquiera tenía blog. Aprovechando que el nombre de George Saunders (algo olvidado en España) va a recuperarse gracias a la traducción de Diez de diciembre (en Alfabia, estos días a la venta), he decidido releerlo. Pastoralia reúne seis cuentos en los que, por regla general, Saunders satiriza el mundo empresarial y construye una crítica necesaria de la rutina laboral. Lo mismo que hace en Guerracivilandia en ruinas (del que hablaré otro día).

Casi todas sus historias (me atrevería a decir que deudoras del humor de Donald Barthelme) transcurren en parques temáticos inventados por el autor y en territorios ficticios pero siempre reconocibles. Aunque Saunders nos meta en una distopía, los personajes y el funcionamiento surrealista y salvaje del sistema empresarial son muy parecidos a los que conocemos en la actualidad: el lenguaje burocrático, el eufemismo con mayúsculas, la humillación del hombre corriente por parte de jefes crueles, la necesidad de escapar de un sistema que aliena al ser humano… Los parques temáticos y los centros recreativos de Saunders intentan reproducir otro tiempo, otra parte de la Historia para que el cliente viaje al pasado y experimente lo que era la vida en las cavernas o cómo es un escenario de guerra; para lograr la verosimilitud, los peces gordos quieren que los empleados se sacrifiquen a fondo y harán cualquier cosa para lograr sus Objetivos; y, aunque al principio esos subordinados se plieguen a los deseos de los jefes, su máxima ambición consiste en escapar de ese yugo. Os dejo como ejemplo de la prosa de Saunders, al que nunca falta ni sobra nada, un fragmento del discurso de uno de los ejecutivos del relato que da título al libro, “Pastoralia”:

-Triste –dice–. Esto es lo que es, triste. Vivimos en un mundo hermoso, lleno de retos hermosos y flores, pájaros y gente estupenda, pero por desgracia también hay unas cuantas manzanas podridas, como esa dudosa Janet. ¿La odio? ¿Quiero matarla? Por Dios, no, pienso que es estupenda, quiero que la elogien mientras me dan un masaje con aceite tibio, tiene algunos rasgos muy agradables. Pero, mira lo que te digo, no le pago para que tenga rasgos agradables, le pago para que haga sistemáticamente un buen trabajo. ¿Lo hace? ¿Hace sistemáticamente un buen trabajo? No. Y aquí estás tú, emparejado con una colega inferior. Me das pena. Está frenando tu ascenso y tu crecimiento. La gente habla de ti en nuestra sala. Mira, ya sé que Janet no te parece gran cosa. Te parece una inepta. Lo leo en tus ojos. Y eso debe de irritar. Porque tú eres bueno. Muy bueno. Uno de los mejores. Y ella es mala, muy mala, una de las peores, a veces le daría una bofetada por lo que te está haciendo.


[Debolsillo. Traducción de Juan Gabriel López Guix]