martes, julio 23, 2013

Bambi contra Godzilla, de David Mamet



Así que los productores se quedan, disfrutan de una larga vida y, por qué no, que Dios los bendiga. Observan a los seres inferiores fabricar ladrillos y sugieren, a intervalos regulares, que los fabricantes de ladrillos empiecen a recoger su propia paja.
Y estos productores propugnan la herejía.
Venden todas las partes del cerdo menos el chillido. Y luego venden el chillido.
He visto, con mis propios ojos, lo siguiente: un cartel en la mesa de catering donde se servía un tentempié, cerca ya del final del rodaje: LOS CHICLES SON SÓLO PARA LOS PRINCIPALES MIEMBROS DEL REPARTO.
He visto subastada en eBay la ropa que han llevado los actores de una película, y su valor incrementado por ir la ropa marcada con el nombre del actor: “Compre los pantalones de Ricky Jay”; “Compre los vaqueros de Rebecca Pidgeon”. Las ganancias van a parar al bolsillo de los productores.
He visto a algunos productores cargar en el presupuesto de la película salarios para sus queridas, para su lacayo ausente, para viajes y alojamiento inexistentes, para servicios nunca prestados, para comidas incomibles del elenco y del equipo a precio de manjar, para intereses bancarios imaginarios, y así sucesivamente.


[Alba Editorial. Traducción de Carlos Milla e Isabel Ferrer]