miércoles, marzo 13, 2013

Oz, un mundo de fantasía



Sam Raimi es un director siempre interesante que, sin embargo, no ha vuelto a hacer nada tan rotundo e impactante como Un plan sencillo (año 1998). Para mí hay dos Raimis: el Sam Raimi que arriesga y que pertenece a una primera etapa de su carrera (y aquí estarían la trilogía de Evil Dead, de la que mi favorita siempre será Terroríficamente muertos; y estarían, además, Darkman, Rápida y mortal y la citada Un plan sencillo) y el Sam Raimi plegado a la industria en una segunda etapa (la trilogía de Spiderman, de la que mi favorita siempre será la 2ª parte; Premonición, Entre el amor y el juego y Arrástrame al infierno: no he visto ninguna de las dos últimas por pereza y desgana). 

Oz, un mundo de fantasía, es evidente, entra dentro de la 2ª etapa: no por cronología, sino porque Raimi ha hecho como Tim Burton y se ha adaptado totalmente a la industria y a los trabajos de encargo. De hecho, cuando estábamos en el cine, esperando a que empezara la película, me dio la impresión de que alguien quería repetir el éxito de la versión Burton de Alicia en el País de las Maravillas: es decir, tomar un cuento clásico infantil/juvenil, darle la vuelta y crear algo nuevo, respaldado con un director de culto capaz de manejar un blockbuster. Luego vi que uno de los productores es el mismo de Alicia. Pero hay diferencias: mientras Alicia es la peor película de la filmografía burtoniana, Oz se deja ver. Partiendo de lo que nos cuentan (casi en píldoras) en el primer libro sobre el pasado del Mago de Oz, Raimi ha reconstruido lo que podría ser la juventud de dicho personaje. El trabajo de James Franco es indispensable en esta película porque le aporta carisma y el humor adecuado para que sepamos que estamos en un filme del director de El ejército de las tinieblas, y que por tanto no hay que tomárselo todo muy en serio. 

A Raimi, igual que a Zemeckis, se le nota el oficio. Y su trío de lobas recuerda un poco al que juntó George Miller para Las brujas de Eastwick. Disfruté con Oz, me entretuvo durante dos horas y hay secuencias que podrían perdurar (la reparación de la muñeca de porcelana, el prólogo en blanco y negro, el momento en que el Mago decide timar a sus enemigos con trucajes e ilusión)… pero, para que nos entendamos, echo de menos al Raimi de antaño, el de la primera etapa (y, ojo, me encanta su trilogía sobre Spiderman, pero es tan irregular que no llega a la altura de Evil Dead).