domingo, noviembre 04, 2012

La carretera roja. Edición digital


Estamos de enhorabuena. La carretera roja, uno de los primeros libros de David González (que incluye un relato, además de los poemas), que fue publicado por Celya Editorial, y del que yo conseguí una copia en su día, pasa al formato digital. Y no sólo eso: se puede leer en la red o se puede descargar de manera gratuita. De ello se ha encargado Ana Patricia Moya con Groenlandia. No acaba todo ahí: esta edición incorpora dos prólogos (uno de Ángel Muñoz Rodríguez y otro de Gsús Bonilla), un epílogo (de Andrés Ramón Pérez Blanco, Kebrantaversos), ilustraciones (de Felipe Solano) y fotografías (de Felipe Zapico y de Charles H. Carpenter). Sin duda éste es uno de sus mejores libros. Y te lo puedes descargar aquí o aquí. Os dejo con uno de mis poemas favoritos, no sólo de La carretera roja, sino de la obra de David González:



EDAD

Tú, mujer mártir.
JEROME ROTHENBERG


Esta tarde te he visto mayor.

Con la misma edad que tenías esta mañana.
Con la misma edad que tendrás esta noche.

Te he visto vieja.

Las primeras arrugas en tu pelo.
Las primeras canas en tu frente.
Los ojos, una bandera blanca.
La voz, sin eco, un payaso triste.
El vestido,
corto, de luto, roto a la altura de la rodilla.
Las medias,
con varices.
No me olvido de las botas: sucias, tronadas.

Ibas a bajar la basura:
en una mano, la bolsa con los desperdicios.

Sí.
Esta tarde te he visto
mayor, vieja, desengañada de la vida.

Sin casa propia. De renta. Con pufos:
el agua la luz la renta la comunidad el bar.

Treinta años haciéndole favores a todo el mundo
y a mí no me hacen más que putadas, todo el mundo,
dentro y fuera de casa, hasta mi madre…

Tu madre: diálisis: tres veces a la semana.

Tu novio, yo, enfermo crónico,
sin ninguna perspectiva de futuro,
con muy mal genio, caprichoso, y egoísta,
y gastizo… Poeta, además. Sin embargo,

cuando te veo así, mayor, vieja, una ancianita casi,
cuando te veo así, digo, te quiero más.
Te quiero. A secas. Sin adverbios. Te quiero.

Y aunque tienes más edad que yo, once años más,
y aunque tan sólo hace tres que compartimos
pobreza y enfermedad,
me siento, puedes creerme,
como si realmente hubiéramos

envejecido juntos.