Hacia rutas salvajes
es, para mí, la mejor película de Sean Penn como director. No me canso de
verla. Destila algo especial, algo relacionado con la libertad y la pasión por
la naturaleza que no sabría muy bien cómo definir, pero a lo que sin duda
contribuyen la música de Eddie Vedder y Michael Brook, la fotografía y los
paisajes y las palabras sobrescritas en la pantalla. Por esa razón me daba reparo
adentrarme en el libro en el que se basa, escrito por Jon Krakauer a partir de
testimonios e investigaciones sobre la historia real del joven Chris
McCandless, que se hizo llamar Alexander Supertramp y se dedicó a viajar solo y
sin dinero en busca de esos parajes deshabitados de Alaska en los que,
finalmente, encontró la muerte. Una muerte absurda.
Tengo el libro desde hace tiempo y por fin me decidí a
leerlo este verano. Y no me decepcionó. Al contrario. Lo devoré. Aunque aquí no
tenemos la espléndida BSO de la película, Krakauer ha introducido un montón de
citas literarias, que revelan las filias del protagonista y relacionan sus
lecturas con su viaje y con todo aquello que lo empujó a desertar del mundo
civilizado y deshacerse de sus pertenencias. Dos extractos:
En el interior del
autobús, garabateó una exultante declaración de independencia sobre una
deteriorada lámina de madera contrachapada que tapaba el hueco de una ventana:
HACE DOS AÑOS QUE
CAMINA POR EL MUNDO. SIN TELÉFONO, SIN PISCINA, SIN MASCOTAS, SIN CIGARRILLOS.
LA MÁXIMA LIBERTAD. UN EXTREMISTA. UN VIAJERO ESTETA CUYO HOGAR ES LA
CARRETERA. ESCAPÓ DE ATLANTA. JAMÁS REGRESARÁ. LA CAUSA: “NO HAY NADA
COMO EL OESTE”. Y AHORA, DESPUÉS DE DOS AÑOS DE VAGAR POR EL MUNDO, EMPRENDE SU
ÚLTIMA Y MAYOR AVENTURA. LA BATALLA DECISIVA PARA DESTRUIR SU FALSO YO INTERIOR
Y CULMINAR VICTORIOSAMENTE SU REVOLUCIÓN ESPIRITUAL. DIEZ DÍAS Y DIEZ NOCHES
SUBIENDO A TRENES DE CARGA Y HACIENDO AUTOSTOP LO HAN LLEVADO AL MAGNÍFICO E
INDÓMITO NORTE. HUYE DEL VENENO DE LA CIVILIZACIÓN Y CAMINA SOLO A TRAVÉS DEL
MONTE PARA PERDERSE EN UNA TIERRA SALVAJE.
ALEXANDER SUPERTRAMP
MAYO DE 1992
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Es habitual que un
muchacho se sienta atraído por una actividad que sus mayores consideran
imprudente; adoptar un comportamiento arriesgado forma parte de los ritos
iniciáticos de nuestra cultura tanto como de cualquier otra. El peligro siempre
ha sido seductor. En gran medida, esto es lo que lleva a muchos adolescentes a
conducir demasiado rápido, beber en exceso o pasarse en el consumo de drogas; o
lo que ha hecho que las naciones nunca hayan tenido demasiados problemas para
reclutar a numerosos jóvenes en caso de guerra. Puede argumentarse que el
arrojo de la juventud es, en realidad, una adaptación evolutiva, un
comportamiento que ya está codificado en nuestros genes. A su manera, todo lo
que hizo McCandless fue asumir un riesgo desde la perspectiva de llevarlo a su
extremo lógico.
[Traducción de Albert Freixa]