Me quedé callada ante el jurado,
no contesté ni una palabra cuando el juez me preguntó
si tenía algo que decir de la sentencia.
Solo moví la cabeza.
¿Qué iba a decirle a la gente que pensaba
que una mujer de treinta y cinco años tenía la culpa
de que su amante de diecinueve matara a su marido?
Eso a pesar de que le había avisado muchas veces:
“Elmer, vete, márchate Elmer, vete muy lejos,
mi cuerpo te está sorbiendo el seso
y vas a terminar haciendo alguna tontería”.
Tal como me temía, mató a mi marido.
No tuve nada que ver en ello, lo digo ante Dios si hace
falta.
No dije ni palabra durante los treinta años de cárcel.
Las rejas de hierro de Joliet
vibraron cuando los grises funcionarios
me sacaron callados en un ataúd.
Edgar Lee Masters, Antología de Spoon River (Edición
completa. 2012)