miércoles, agosto 08, 2012

Vorágine, de Alexander Drake



Con la verdad por delante

Entré en el local. Sonaba “Relax” de Frankie goes to Hollywood. Me imaginé a todos los maricones de los años 80 vestidos de cuero negro, con cadenas al cuello, drogados de éxtasis y dándose por el culo en medio de una orgía histórica. Junto a la barra había una zorrita que me estaba mirando. Tenía una cabellera magnífica; un pelo largo, esplendoroso y salvaje. Me acerqué, la seduje en quince minutos y salí de allí con ella.
Estaba en una ciudad en la que nadie me conocía. Quizás por eso resulté tan convincente pudiéndome mostrar tal y como era. Me dirigí a ella y le dije lo que de verdad deseaba, e hice lo que de verdad quería. Después de violarla y cortarle la cara con mi cuchillo sentí por primera vez que era un hombre sincero.

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Triste y solitario

Era sábado por la noche. Pensó en llamar a algún amigo y salir de cacería, pero al final se quedó en casa viendo una película porno por la tele. Prefería invertir cinco minutos en hacerse una paja en lugar de una vida entera intentando conquistar y mantener contenta a una mujer. Cuando terminó de darse placer se sintió relajado pero a la vez inmensamente vacío; como si le faltara una parte importante del cuerpo. Algo equiparable a la pérdida de una pierna o un brazo. Enseguida se percató de que esa extraña sensación era producto de su soledad; de la carencia de una compañera con la que compartir su día a día; de la ausencia de alguien a su lado a quien escuchar por las noches y a quien contar también sus pequeñas historias; del calor de un cuerpo junto al suyo al meterse en la cama; de la compañía de un alma afín con la que compartir su camino. Pensó fríamente en ello y se dio cuenta de que si continuaba con su actitud habitual terminaría sus días siendo un anciano triste y solitario; un pobre viejo abandonado que pasaría sus horas imaginando cómo habría sido su vida si hubiese mantenido alguna de sus relaciones del pasado con aquellas mujeres que llegaron a quererle de verdad.