sábado, agosto 25, 2012

El roce, de Victoria Pelayo



Cerró los ojos y recordó la escena en el interior del restaurante. Miguel se había levantado para saludar a unas personas, y al volver a su sitio y pasar justo por detrás de su silla, había deslizado la mano sobre el respaldo haciendo que sus dedos recorrieran la espalda de Manuela. No había sido una casualidad. No había sido un roce sin querer. No. Había abierto su mano y había recorrido su espalda, a través de la finísima blusa de seda, de derecha a izquierda con todos los dedos extendidos, despacio, recreándose en el tacto, con suavidad, asegurándose de que ella sentía esos dedos. Olivia no se había enterado de nada, además de porque era imposible que lo viera ya que la espalda de su madre estaba precisamente ahí, a espaldas de ella, y porque en ese preciso momento, ella se entretenía en deshacer los pétalos de la flor de bacalao y salmón de su plato. Al contacto con esos dedos había sentido un escalofrío por todo el cuerpo, su mano quedçó congelada en el aire por unos pocos segundos, hasta que reaccionó y continuó con su camino. Y qué podía haber hecho. Podía haberle pedido explicaciones a Miguel por ese gesto. No quería imaginar la cara que habría puesto su hija en esa situación, la hubiera mirado incréduda, habría dicho con ese tono de reproche tan suyo, mamá, qué estás diciendo, qué te pasa.