lunes, julio 09, 2012

Los demasiados libros, de Gabriel Zaid




Los libros se multiplican en proporción geométrica. Los lectores, en proporción aritmética. De no frenarse la pasión de publicar, vamos hacia un mundo con más autores que lectores.

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Hay una tradición llorona de la gente de libros (autores y lectores, editores y libreros, bibliotecarios y maestros). Una tendencia a quejarse hasta del buen tiempo. Esto hace ver como desgracia lo que es una bendición: la economía del libro, a diferencia de la economía de los periódicos, el cine y la televisión, es viable en pequeña escala. El umbral económico, los requisitos mínimos para entrar al mercado, son muy bajos en el caso del libro, lo cual favorece la proliferación de títulos y editoriales, la multitud de iniciativas y la riqueza cultural. Si el umbral fuese tan alto como en los medios masivos, habría tan poca diversidad en los libros como en esos medios.

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La humanidad escribe más de lo que puede leer. XLibris, un editor de libros pagados por el autor, estimó que por cada libro que se publica en los Estados Unidos se quedan nueve inéditos (Harper’s Magazine, December 2000). Si, por cada libro que se publica en todo el mundo, se quedan uno o dos inéditos, se escriben dos o tres millones de libros al año. Pero un lector de tiempo completo no puede leer más de 200 al año: uno de cada 10,000 o 15,000. Nada.

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El problema del libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Lo cual implica (porque la lectura hace vicio, como fumar) que nunca le han dado el golpe a la lectura: que nunca han llegado a saber lo que es leer.

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La gran barrera a la difusión del libro está en las masas de privilegiados que fueron a la universidad y no aprendieron a leer un libro.
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Los graduados universitarios tienen más interés en publicar libros que en leerlos.

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La impresión digital sobre pedido (printing on demand), como los antiguos copistas, puede producir un ejemplar completo, desde la primera página hasta la última, cuando se pide. Si son muchos, imprime, compagina y encuaderna uno, luego otro y así sucesivamente. El costo por ejemplar no varía, si se producen muchos o pocos, y aunque es mayor que la impresión normal cuando se trata de miles de ejemplares, es menor cuando se trata de pocos. El impresor ya no tiene argumentos para decirle al editor: te cobro menos por ejemplar, si imprimes más. Por la naturaleza misma del proceso, tiene que cobrar lo mismo, aunque el pedido sea pequeño.