viernes, febrero 17, 2012

Los inmortales, de Manuel Vilas



Se acuerda de la mala suerte que significaba para un escritor español haber nacido en España, de lo bueno que hubiera sido para un escritor español nacer en Estados Unidos; no obstante, todo siempre puede empeorar, y peor sería haber nacido en Nairobi o en Bolivia. Se acuerda de que entonces llegó a pensar que lo mejor que le podía acontecer a un escritor español era pasar, de manera camuflada, por un escritor estadounidense. Se acuerda de la cultura oficial de entonces, de aquellas tiranías literarias e intelectuales, que desaparecieron cuando la economía española, en 2014, despegó y se colocó en los primeros puestos mundiales debido al descubrimiento inesperado o milagroso de enormes pozos petrolíferos en la provincia de Soria, que fueron detectados con nuevas técnicas prospectivas. Los pozos de Soria reventaron la economía mundial.

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VILAS: Sois muy hermosos. Brilláis en la oscuridad. Me estoy enamorando de vosotros.
HUESOS: Somos amor, no lo olvides. Somos frutos de una concepción amorosa. Tus padres están aquí, a nuestro lado. Huesos de clase media baja española por toda una eternidad, huesos doloridos por el calor de los veranos, huesos esclavizados por las tinieblas de la Historia. Los huesos de los pobres españoles, como un gran ejército hacia la nada. Sin día de la liberación. Huesos del campesinado español, que es de donde vienen tus huesos, de donde venimos nosotros. Pero aun así levantamos la bandera del amor, dulce Vilas.

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Manuel Vilas se quitó la camisa, una camisa azul de Zara, y luego se quitó la camiseta, una camiseta azul de H&M. Le dijo a Corman que mirase su espalda, que mirase el tatuaje de su espalda. Se veía un rostro de un hombre mofletudo y sin cuello. Se leía esta leyenda: “I Love Pepe Isbert”.