Con motivo del inminente estreno de la película Tinker, Tailor, Soldier, Spy, que siempre se ha conocido en España con el ridículo título (ridículo por su alejamiento del original) de El topo, quise leer la novela de John Le Carré. Me prometí buscarla. Días después, caminando por Embajadores, vi de casualidad en la puerta de una librería varios ejemplares de saldo. Encima de la pila estaba El topo. Me costó 50 céntimos, lo que tal vez lo convierta en el libro más barato que haya comprado nunca. Mi compra más rentable.
Hacía años que no leía a Le Carré, cuyas tramas siempre son una garantía. Recuerdo, por ejemplo, lo mucho que disfruté con La Casa Rusia. En Tinker, Tailor… nos encontramos a su célebre personaje, George Smiley, de vuelta de todo: cansado, despedido de su trabajo, con la sombra de las infidelidades de su mujer planeando siempre a su alrededor… Pero a Smiley, que era el mejor espía británico, le piden que vuelva para cazar a un topo que, infiltrado en el Servicio Secreto Británico, está pasando información a los rusos en tiempos de la guerra fría. A lo largo de sus 280 páginas apenas hay acción (e incluso a veces me pierdo en alguno de los vericuetos de la trama), sólo diálogos y encuentros entre los personajes. Pero Le Carré logra que sea fascinante, que uno esté enganchado. Veamos la primera aparición del antihéroe Smiley (a quien interpreta Gary Oldman en la película de próximo estreno) en el libro:
El señor George Smiley, a diferencia de Jim Prideaux, no era hombre naturalmente equipado para circular bajo la lluvia, y menos aún en plan noche. En realidad, bien pudiéramos decir que era la versión definitiva de aquel prototipo del que Bill Roach era sólo el proyecto. Bajo, regordete y, en el mejor de los casos, de mediana edad, tenía la apariencia de uno de esos mansos londinenses que no heredarán la tierra. Era piernicorto, su aire al andar podía ser cualquier cosa salvo ágil, y su traje, que era caro, le sentaba mal y estaba extremadamente mojado.
[Traducción de Carlos Casas]