martes, diciembre 20, 2011

Caminar


Susurran las heridas de mis pies
oraciones que se pierden en los callejones,
cae la tarde en mi equipaje diario
despiertan los grillos de la demencia
al mismo tiempo que me rompo los tímpanos
con arpegios afilados.

Llevo un espantaespíritus colgado del cuello
trenzado con cabello de personajes ficticios,
en ésta vuelta del reloj despiertan los dolores del niño
que jamás volveré a ser.

Recuerdo y camino...

Como un Thoreau recién duchado,
falseando al ermitaño que seré con perfume barato,
aúllo al cielo sucio mis cuitas,
reduzco la vida que me habita a una expresión de asco
y busco la aprobación de los santos que aguardan en las esquinas.

Durante el crepúsculo,
cubro la realidad con el barniz de la fantasía
aunque los insectos que planean mi muerte
sigan confortables bajo el asfalto.
Paseo, hollo avergonzado mi esquizofrenia intransferible,
cuido de las flores que han de aislarme definitivamente de todo
aquello a lo que amo y que me aterroriza.
Vigilo cuidadamente mi decadencia
para comprobar que nada falle en mi descendimiento.

Me he nombrado mesías de la soledad
mientras recorría las calles de todas las ciudades
y forzaba el contacto físico con mis semejantes por última vez.

Habré de marcharme cuando caiga la noche
a gritar desde la columna que me espera en el desierto de la razón
incomprensibles salmodias en lenguas muertas.
Abandonarme,
caminar en círculos,
fingir que sé lo que me digo,
y dejar de soñar con la inmortalidad.


Álex Portero, Fantasmas