Afirma Carlos Pardo en el prólogo de este libro que “Lulu es una experiencia límite” y tiene toda la razón. Es una experiencia límite y extrema, retorcida y visceral, fruto de un narrador con doble personalidad y sueños y pesadillas y alucinaciones en los que se mezclan arañas gigantes, flores hediondas, insectos que se arrastran por las paredes de casas en proceso de ruina, barro y miseria, podredumbre y locura. Su título original es Travesti, y su autor firmó también El Ruletista, ese relato breve e impactante que ya se publicara en Impedimenta.
En Lulu o Travesti encontramos a un escritor que trata de recordar qué le pasó hace años, por qué el encuentro onírico con un muchacho travestido en un campamento hizo tanta mella en él, en su conducta y en sus pensamientos. Por qué tanta tortura interior a partir de aquel momento, en que él era un adolescente poeta, en la línea de los malditos y de Rimbaud. Mircea Cărtărescu, autor de culto candidato al Premio Nobel, ha escrito una novela extrema, con perfumes decadentes, infiernos interiores y paisajes oníricos que embrujan al lector desde la primera línea. Un extracto del momento en que sueña o imagina su encuentro con Lulu travestido (y se pueden leer varios fragmentos en este post de Álex Portero, que me recomendó el libro con pasión):
Y entonces, Victor, apareció Lulu. Y Lulu, Victor, era mujer. Era puta, perra, guarra, rastrera. Se hizo el silencio y en medio del círculo estaba Lulu: los labios pintados, en forma de corazón, con un dedo de carmín; los ojos, con pestañas artificiales de un negro-alquitrán, parpadeaban “dulcemente” con el rabillo dibujado con un pincel; las mejillas, cubiertas con base de maquillaje; una peluca lujuriante, roja como el fuego y un lunar pegado en la barbilla. ¡Si al menos no se me acelerara el corazón, si pudiera respirar y si el sudor no estallara a través de mis poros como la aguja de una jeringuilla!
[Traducción de Marian Ochoa de Eribe]