martes, noviembre 15, 2011

Atrapa el pez dorado, de David Lynch



Estuve mucho tiempo pensando en si comprar o no este libro. Para mí, David Lynch es uno de los grandes directores contemporáneos. Aunque tenga detractores, basta con ver Twin Peaks, El hombre elefante, Terciopelo azul, Una historia verdadera o Mulholland Drive. Incluso me gusta Dune. Pero detesté profundamente Inland Empire; de hecho, no ha vuelto a dirigir una película desde entonces (año 2006). Aquel último filme me pareció una tomadura de pelo, un conjunto de retales obtenidos de sus cortos para internet, de varios vídeos experimentales rodados con Laura Dern y de escenas adicionales. Duraba tres horas interminables y carecía de guión.

Con el tiempo me lo pensé mejor y he pillado el libro. Y me ha costado lo mío encontrarlo… La edición ya está agotada y es muy difícil hacerse con un ejemplar. En Atrapa el pez dorado Lynch, como ya muchos sabrán, recopila un conjunto de anotaciones. En principio, sobre la meditación (que practica desde hace años), sobre el flujo de la conciencia y la necesidad de estar en paz consigo mismo para neutralizar los aspectos negativos, pero de ahí va pasando a la captura de ideas, a la esencia de la creatividad y, lo que más me interesa, acaba esbozando (y aclarando) algunas claves de su cine. Me gusta que admita que Inland Empire no tenía guión, que nació de una serie de ideas que fue tratando de hilar durante años. Me gusta su visión del cine y de las nuevas tecnologías. Lynch nos aclara de dónde surgieron Terciopelo azul o Carretera perdida (y descubrimos un término fantástico que se emplea en psicología: fuga psicogénica, referido al modo en que la mente se engaña a sí misma para escapar del horror; eso es de lo que, en cierto modo, trata Carretera perdida) y ciertos detalles reveladores de Twin Peaks. Algunas de las notas son muy breves y son tan sencillas que parecen banales; pero no confundamos sencillez con banalidad. He disfrutado. Y, de algún modo, me ayudó a relajarme en una tarde difícil.

Para mí, vivir la vida del arte significaba dedicarse a la pintura: con una dedicación plena que convirtiera todo lo demás en secundario.
Creía que era la única manera de profundizar y descubrir cosas. Por tanto, según este modo de pensar, cualquier cosa que distraiga de la senda de descubrimientos no forma parte de la vida artística. La vida artística es libertad. Y parece, creo yo, un poco egoísta. Pero no tiene por qué serlo, simplemente implica que necesitas tiempo.

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Hay una expresión que dice: “Fíjate en el donut, no en el agujero”. Fíjate en el donut y haz tu trabajo, es lo único que puedes controlar. No puedes controlar nada de lo que pasa fuera de ti. Pero puedes entrar en ti y hacerlo lo mejor que sepas.

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La idea es todo. Si te mantienes fiel a la idea, en realidad esta te dice todo lo que necesitas saber.

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La luz puede cambiarlo todo en una película, incluso un personaje.

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Me parece bien contar anécdotas sobre el film, pero comentarlo mientras pasa es un sacrilegio.
En lugar de eso, creo que se debería intentar ver la película entera y se debería intentar verla en un lugar silencioso, en la pantalla más grande posible y con el mejor sistema de sonido disponible. Así puedes entrar en su mundo y disfrutar de la experiencia.


[Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]