miércoles, octubre 12, 2011

Irse a Madrid y otras columnas, de Manuel Jabois



No deja de ser curioso cómo la vida va escribiendo tramas paralelas a tu espalda y elige siempre el peor día para unirlas, como en un festín macabro.

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Una de las cosas más curiosas que siempre se le dice a la gente que escribe es que se vaya a Madrid. Funciona un poco a rachas. Cuando en Madrid alguien nota que hay gente que está dejando de escribir, por pereza, porque ve que la cosa no va a ninguna parte o porque se ha echado directamente al vicio de las putas, se llama siempre a unos hombres muy concretos para que muevan a sus candidatos.

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Todo lo que uno va amando lo va perdiendo. Un trabajo es como una mujer: esas complicidades que tú creías que solo tenías con ella, las vas a tener con todas. Y la mejor siempre es la última.

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En el arte de titular solo hay algo que está por encima de los cojones del redactor: los cojones del director.

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Si se subvencionan las pajas mentales de Vicente Aranda también deben subvencionarse directamente las pajas.

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Todavía hoy me pasa que detecto el perfume de mi primera novia en el aire, como uno de esos perros viejos que mantienen alerta un cierto sentido de la nostalgia y gimotean desde el fondo del tiempo.